Bioterrorismo: armas silenciosas

Hoy día pareciera que el terrorismo va en aumento, e incluso, las formas de llevarlo a cabo se han diversificado considerablemente. Hasta hace no mucho tiempo el bioterrorismo era todavía un tema que sólo podíamos imaginar o ver en historias y/o películas.

Sin embargo, el día de hoy la amenaza del uso de agentes biológicos con propósitos criminales es un hecho innegable, y a pesar de que no es un tema completamente nuevo, podemos ver que el desarrollo de las tecnologías, así como los nuevos avances biológicos y médicos del siglo XXI han permitido que esto se desarrolle cada vez más, y de una manera más eficaz.

La efectividad de estas armas radica en varias razones, pero probablemente la más importante es que los agentes utilizados logran propagarse fácilmente a través de varios medios (el aire, el agua, los alimentos, o incluso de persona a persona), además, muchos de ellos resultan ser muy difíciles de detectar, ya que la enfermedad puede desarrollarse horas o incluso días después de que el virus, toxina o bacteria se ha asentado.

Uno de los casos más impactantes lo encontramos en Estados Unidos. Corría el año de 2001 cuando en el condado de Palm Beach, Florida, se reportó una situación donde un individuo de 63 años murió a causa de inhalación de ántrax.

Esto llevó a que se realizaran investigaciones en el que la hipótesis principal era que de alguna forma aquel hombre había sido envenenado a través de un correo que le habían hecho llegar.

El tiempo pasó, y poco a poco fueron apareciendo más y más casos con tipologías semejantes, incluso en noviembre de ese mismo año, el Centro de Prevención y Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) confirmó un total de 11 casos de ántrax por inhalación y 7 de ántrax cutáneo en Estados Unidos.

Esto, aunado a los eventos del 11 de septiembre, que causó gran conmoción y pánico entre la población estadounidense, y en el mundo en general. Lo que hasta entonces se tenía como una remota posibilidad, pasó a convertirse en una realidad del nuevo milenio.

Inclusive, podemos decir que, si los terroristas del mundo no conocían con anterioridad el potencial de las armas biológicas, los medios de comunicación estadounidenses se aseguraron de que a partir de ese momento lo hicieran.

Actualmente, el CDC clasifica las armas biológicas en tres categorías (de la “A” a la “C”).

En la categoría C encontramos a los agentes patógenos que pueden ser manipulados para su uso como un arma biológica por su disponibilidad, y la facilidad de producción y transmisión, así como el potencial para alta morbilidad y mortalidad; y como ejemplo de ellas tenemos las enfermedades infecciosas emergentes como el virus de Nipah y el hantavirus.

En la categoría B encontramos aquellos agentes de transmisión moderadamente alta que dan lugar a tasas de mortalidad bajas y tasas de morbilidad moderadas, y que además requieren mejoras específicas de la capacidad de diagnóstico de los hospitales (o centros de control de enfermedades), así como la vigilancia de la enfermedad controlada; y como ejemplo tenemos la brucelosis, la toxina de epsilon, y la salmonella.

La categoría A (las más peligrosas) encontramos aquellos agentes biológicos que pueden propagarse o transmitirse fácilmente de persona a persona, tienen altas tasas de mortalidad, un alto potencial de impacto en la salud pública,  por obvias razones pueden causar pánico entre el público, por lo tanto requieren medidas especiales de preparación en la salud pública.

El ántrax, el botulismo, la peste, la viruela, la tularemia y las fiebres hemorrágicas virales son las más comunes de esta categoría.

El éxito de los atentados bioterroristas se define por la ruptura social y el pánico, y no necesariamente por el número de víctimas, por lo tanto, puede que hasta con una sola víctima se consiga el objetivo deseado.

Los motivos que llevan a los terroristas a cometer este tipo de actos varían dependiendo del grupo social del que se esté hablando, sin embargo, actualmente, se encuentra motivado (en su gran mayoría) por razones político-religiosas.

Es cierto que las armas biológicas todavía no representan un problema de dimensiones importantes, no obstante, no debemos dudar de la inteligencia de los terroristas, ya que sus amplias capacidades han llevado a que se produzcan consecuencias mortales alrededor del mundo. Por lo tanto, creer lo contrario podría terminar en un fatídico error.

Como hemos visto, con el paso del tiempo, los terroristas han ideado nuevas maneras de llevarlo a cabo, tanto que actualmente, la certeza de sus acciones se ha vuelto cada vez más evidente, y a pesar de que se han llevado a cabo varias propuestas para intentar erradicar o de alguna forma disminuir esto, no han resultado del todo eficientes.

El bioterrorismo ya existe, y si no se le presta la debida atención, este podría convertirse en un problema de magnitudes mayores.

Comments

comments

Internacionalista por la FES Acatlán UNAM| Baterista y Artista de Haram| Creo en la cultura como instrumento transformador de las sociedades.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

ANTERIOR

Elena Lavrova de Duque, una trovadora rusa con alma mexicana

Siguiente

Apuntes de un Centinela: Jubilar al Dinosaurio (II)

ÚLTIMA ENTRADA

AIFA

El otro fracaso del AIFA

Aunque sus ingresos aumentaron nueve veces en el último año, el AIFA aún no consigue ser rentable y depende de forma vital
frojiMXTop