Cuento: Agnosia II

15 octubre, 2018

«La explicación más simple y suficiente es la más probable, mas no necesariamente la verdadera»

Todo estaba listo. Durante semanas no toqué nada sin el uso de guantes. Corté mi cabello, quizás así no deje rastro. ¿Cómo iba a saber que esos fueron los primeros pasos para delatarme? ¿Qué? ¿Crees que fue fácil tomar la decisión? Siempre lo quise, pero ya no. Por qué hablé, por qué confían tanto en mí, me tienen harto. No. Ellos creen, debo trabajar, hacerlo bien. Pero ¿y si fallo? Ya no van a ser sus muertos, sino los míos y yo no quiero, ¡no quiero!

En el fondo de una habitación, en un cuarto oscuro, estaba él. El presidente que fingió su muerte. 

Arropado por la oscuridad que poco a poco proporciona un ocaso, miraba con vehemencia el televisor que relataba su osadía. 

–Chinga, y ahora ¿qué voy a decir? –repetía desesperadamente mientras recorría las cuatro paredes convertidas en su hogar durante los últimos días.

–¿Y si ponemos otro cuerpo? No, no, ¡no! No podemos matar a otro, ya con uno fue suficiente. 

–Mejor le pago a los forenses, que digan que se equivocaron y ya. No, no, ya lo saben todos, me van a buscar, me van a encontrar.

A lo lejos, se comienza a escuchar el motor de un carro que se aproxima a gran velocidad. Sus manos comienzan a sudar.

–¡Ahí vienen! ¡Dios, qué hago!

Llega el automóvil y, con prisa, descienden dos sujetos, quienes abren violentamente la puerta de la vivienda que alberga al presidente.

–¡Prepárate un pinche discurso chingón porque de ésta no salimos! –dijo el hombre que lo ayudó a planear su muerte, quien realizó la llamada a las autoridades, el que observó, a distancia, cuando los peritos analizaban el sitio donde se encontraba el cuerpo, el cual desapareció y dio comienzo a la mentira. Miembro de su gabinete, mejor amigo y mano derecha.

–¿Por qué trajiste a éste?, pregunta con desconfianza el presidente.

–Debía llegar rápido. No sé cómo pero ellos ya lo saben…

–¿Quiénes?

–¡Quién va a ser! Pues la pinche prensa… ¡Ya vienen para acá! Alguien les dio el pitazo a esos cabrones. ¡Órale, vístete!

Fueron esas palabras las que convirtieron esa habitación en la locura. Apresuradamente comenzó a vestirse. Sus piernas temblaban. No lograba anudarse la corbata. Su mano derecha le daba instrucciones de cómo responder, cómo reaccionar y qué decir.

–Nada de llamarlos «prensa fífí»; ni se te ocurra decir «la mafia del poder»; no te detengas, camina rápido; de aquí tenemos que ir con los de la PGR… nos van a dar en la madre, hay que estar listos.

–Entonces… ¿qué digo?

–Qué crees que se debe decir: «Hola, buenas noches, estaba muerto, pero siempre no. Gracias.» ¡No mames! ¡Nos descubrieron y punto! –dice con un chasquido atrapado entre sus labios. 

–Ahora sal a decir que todo fue un error.

–Pero van a decir que estoy loco –responde el presidente, quien se encuentra parado frente a la puerta que aguarda a decenas de periodistas.

–Cualquiera que quiera ser el presidente de este país debe tener un poco de locura, así que está bien, te van a creer.

Lo estaban esperando. En este país, los periodistas llegan primero al hecho que los mismos policías. Comienzan a disparar. Click, click, click, click, ¡presidente por acá! click, una vez más, «¿Dónde quedó el famoso «me pueden decir peje pero nunca lagarto»?», click, click, empujones, pisotones, gritos, por obtener la foto del resucitado.

Su mente no lo deja en paz. La luz de los flashes que impactan en su piel, en su rostro y en mirada, lo desconciertan aún más. «Ya no son sus muertos, ahora son los míos», se repite así mismo. «Cada nombre, cada vida perdida o desaparecida, son míos, lo serán para siempre». «Deben entender, ellos también fingirían su muerte, sobre todo, cuando se debe dirigir un país con 16 mil asesinatos registrados en los primeros seis meses de 2018.”

–¿Por qué lo hizo? ¿Qué lo motivó a fingir su muerte? –pregunta una reportera que logró colocarse frente al presidente.

–Voy a gobernar México, así, cómo no van a dar ganas de morirse.

Cuento: Agnosia

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Periodista con gusto por la antropología. Escribo hasta que las palabras se me agoten. Amante de la fotografía, los viajes y las letras. Busco contar historias que vayan más allá de un "érase una vez". He colaborado en sitios como Notimex, A21, Contacto en Medios y el GACM.

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