DAMN. o la profundidad de las sombras, una reseña de lo nuevo de Kendrick Lamar

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Son muchas las expectativas que se tenían frente a la nueva producción del rapero de Los Ángeles. Tantas almas que reclaman al unísono nuevas vibraciones no pueden sino contaminar un proyecto. Acaso por esto tenga DAMN. nuevo álbum de Kendrick Lamar, el carácter que tiene.

Como primer vistazo está el título: una interjección, una maldición, y luego el punto final que la remata. Un pensamiento concreto, crudo, como decir: ¡puta madre! Y en efecto, ¿cómo Kendrick Lamar seguiría el camino sónico y lírico que dejó sentado en su placa mítica del 2015, To Pimp a Butterfly? Nunca nadie había escuchado algo parecido. Fue una marca; el pico a donde nunca podrá regresarse: meta para las futuras generaciones.

La idea no podía ser superar lo ya hecho, sino avanzar en el sendero: seguir adelante. Fiel a su visión autobiográfica, Kendrick Lamar presenta en DAMN. sus nuevas preocupaciones, sus nuevas pulsiones y el estado actual de su ser.

DAMN. no es superior a To Pimp a Butterfly. No tenía por qué serlo. Si To Pimp… se convirtió en el monstruo musical que todos ya conocemos, fue gracias a la participación de músicos decisivos, de altísimo calibre, más cercanos al jazz y a la música escrita que al hip hop y la música, pongamos, urbana.

Robert Glasper, Terrace Martin, el propio Kamasi Washington (y la figura de Herbie Hancock que reposa siempre tras ellos) intervinieron profundamente en la placa del 2015; y aunque en DAMN. participan también Thundercat y Kamasi, DAMN. es un disco solitario.

Compárense las portadas del To Pimp y del DAMN. y confírmese lo que digo: todo el pinche Hood en aquél y Kendrick solo en éste. Véanse los feats: sólo tres en el nuevo material.

To Pimp funciona como una tablilla de los diez mandamientos, es muy, digamos, educacional. Constantemente le dice el rapero a su público cómo pensar, cómo reaccionar ante las diferencias; cómo asumirse negro, cómo luchar, cómo llamarse. Resucita a sus líderes, los llama a participar en una ceremonia chamánica, y el rapero, como el escucha, se sanan.

DAMN. en cambio, es moral. Kendrick no explora aquí los límites de la luz, sino las profundidades de la sombra. Es un eructo, un insulto, y la exploración de una profunda incomodidad: hipocresía, megalomanía, terror a la pobreza: violencia: traición, son las quejas más evidentes en el imaginario del nuevo álbum.

Si se analizan todas las letras podrá uno darse cuenta de que giran en torno a una crisis profunda de la identidad, y a los pulsos benévolos, malévolos, que experimenta el rapero.

El filtro cinematográfico del Good Kid MAAd City (2012), y el novelesco del To Pimp, se completan en este álbum con uno moral, evangélico. Entrar al universo de DAMN. es como entrar a misa, a un confesionario, en medio del violento barrio de Compton.

Juicio, Suplicio, Soledad, Muerte, son los cuatro jinetes del apocalipsis que atacan constantemente a la atmósfera del DAMN; y a través de furiosos beats, melancólicas líricas, son transmutados en una profunda necesidad de redención. La portada del sencillo “HUMBLE.”, y el track “GOD.” Son prueba de lo que digo.

 

En realidad, es un disco muy triste; en cuyo fondo no hay más que una súplica, y si se le mira con frialdad, una clase de patetismo (pathos); en el sentido de que los recursos utilizados aquí están destinados a conmover fuertemente a su espectador. Too emotional, pudiéramos decir.

La música aquí contenida, no obstante, es una gema. Más cercano al Good Kid MAAD City, el DAMN. tiene beats asesinos, samples impresionantes, indescifrables, e instrumentales dignos de estudio.

Llama la atención el recurso final de retroceder el álbum entero, para finalizarlo donde empezó. El verso inaugural y de clausura: “So, I was taking a walk the other day”, le da al material un aire Joyceiano: es la crónica de una caminata. En términos de producción, el DAMN. es como una mezcla de la tesitura sólida del Untituled.Unmastered (2016) y de la energía del Good Kid.

Entre los músicos invitados, destacan luego luego Thundercat, que se rifa los bajos en “FEEL.”; y Kamasi que arregló las cuerdas para “Lust”. El feat con U2 es también uno de los picos del álbum. Zacari en «LOVE.», Kid Capri en los gritos, y desde luego Ri Ri en «Loyalty», que trae unos coros de Dr. Dre.

En la parte de la producción la lista es también interesante: Mike Will Made It se lleva el álbum entero con “DNA.”, con “XXX”, que trae el feat con U2; y The Alchemist en “FEAR”.

DAMN. es un banger de arriba abajo y no tiene un solo momento de desperdicio; de hecho, se requieren más de dos o tres escuchas para exprimirlo en su totalidad. No es un trabajo fútil ni perecedero. Representa muy bien al rapero, al sello que lo respalda, y a toda su carrera. Es un material concreto, sólido, y doloroso: como traer un chingadazo en la cara: una gota de sangre.

 

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