Iglesia

Pedir por muertos, enfermos y desempleados: ir a la iglesia en tiempos de covid

Aunque ir a la iglesia parecería un acto de irresponsabilidad en plena pandemia, la fe y la misma covid-19 mueve a los creyentes a acercarse más a su dios 

 

La fila no es corta, se extiende tanto como en los “filtros de sanidad” de las entradas de los centros comerciales en fines de semana. En este lugar, sin embargo, la gente no entra para satisfacer sus necesidades materiales, sino para las espirituales. Se trata de una iglesia.

“Iglesia” es un decir, porque la “Parroquia de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos”, ubicada en la colonia Urbana Ixhuatepec, en el municipio mexiquense de Ecatepec, está cerrada.

Un portón blanco abierto de par en par, en el domicilio siguiente a la Iglesia “en cuarentena”, es de donde nace la fila.

Aquí no es el guardia de seguridad que te mide la temperatura -en el brazo ¡claro! para no molestar a los conspiranoicos-, te da gel antibacterial y checa que traigas cubrebocas, sino un monaguillo. 

México ya tenía muertos y casos de covid semanas antes del primer registro oficial

Un enorme auditorio, butacas escolares separadas por metro y medio, un templete, micrófono con pedestal, la clásica mesa y silla sacerdotal, así como un par de imágenes religiosas forman esta improvisada iglesia. 

La celebración está apunto de comenzar. Alrededor de cien asientos están ocupados y unas cuantas personas más se mantienen de pie. 

Un sacerdote de edad avanzada, pelo cano y caminar lento oficializará la misa. Es el único que no porta cubrebocas y quizá el que mayor motivos tiene para hacerlo.

La ceremonia católica inicia de manera tradicional: un par de bendiciones, rezos, oraciones y las tres lecturas -la primera, la segunda y el evangelio-. Hasta que el cura termina su sermón y comienzan las peticiones. 

Entonces, el sacerdote lanza una larga lista de nombres, uno tras otro, con tres principales peticiones: “Por el eterno descanso de la señora…”, “por la pronta recuperación del señor…”, “para que nuestro hermano encuentre trabajo…”. 

Y todos respondiendo unísonos: “Te rogamos, óyenos”.

Iglesia
FOTO: VATICANO

El centenar de personas reunidas en aquel auditorio orando por los muertos, sus muertos por covid-19; rogando por los enfermos, sus enfermos de covid-19; suplicando por trabajo, sus trabajos perdidos la covid-19. 

No es casualidad que esta iglesia a reventar se encuentre en Ecatepec, que registra más de 2 mil 600 muertos por covid-19. Este municipio mexiquense solito -entre los casi 2 mil 500 que existen en México- suma más del 1% de las 209 mil defunciones por el virus en todo el país. 

Mismos 209 mil decesos que colocan a México en el tercer lugar con más muertes por el virus en el mundo.

Ni que decir del desempleo. Solo en el Estado de México la tasa de desocupación pasó del 3.9% de la población económicamente activa antes de la pandemia, al 7.9% a mitad del año pasado y al 5.3% a finales del 2020. 

Mientras que a nivel nacional la tasa de desempleo llegó al 6.4%, el nivel más alto en una década. Todo esto según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

De cómo lo mismo puede salir muy caro

El mismo Inegi, señaló que en abril del 2020 12.5 millones de personas salieron de la población económicamente activa y, hasta diciembre, 9.5 millones han logrado volver; es decir, 3 millones de personas aún siguen sin conseguirlo.

Mientras que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) prevé que como consecuencia de la pandemia, la pobreza por ingresos aumente hasta en 9.8 millones de personas y la pobreza extrema por ingresos lo haga hasta en 10.7 millones de mexicanos.

Sin mencionar la vacunación lenta contra la covid-19 y la amenaza latente de una tercera ola de la pandemia.

La irresponsabilidad de los feligreses que acudieron esa iglesia en Ecatepec quizá no es menor a la de quienes llenaron las playas de Acapulco o Tulum en semana santa, o la de aquellos que se aglomeran plazas y restaurantes. Sin embargo, para muchos de ellos la fe es lo único que les queda. 

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