Japón a un Click de distancia: Otakus y Cosplay

4 abril, 2017

El individualismo es un término que difícilmente se aplica en la sociedad a nivel mundial. Y es que los choques culturales que vivimos en nuestra época son impresionantes. Es difícil creer que los pensamientos o las tendencias de cada individuo no son (o han sido) modificadas por opiniones o corrientes alternas a ellos.

La causa principal de este fenómeno radica en el papel de internet como puente de conexión cultural, mediante el cual, el encuentro entre oriente y occidente se produce sin la necesidad de una convivencia física. Este puente de información que ha roto fronteras se ha convertido en el medio más posicionado y lucrativo en cuanto entretenimiento se refiere y para algunas personas se ha convertido en un estilo de vida.

La industria de la animación japonesa, mejor conocida como Anime no desaprovechó la oportunidad de tomar el mundo en sus manos: aglomera grandes masas de niños, jóvenes y adultos de todas las razas; donde han emergido decenas de subculturas únicas, propiciando nuevas formas de invasión de la cultura nipona en los países sumados al movimiento, erigiéndose, así como una comunidad global, principalmente internauta, unida por su afición común.

YouTube ha sido una de las plataformas de encuentro e intercambio dominantes para su expansión, en ésta no sólo se tiene acceso a las series, sino también a múltiples facetas de conexión; es posible aprender a tocar cualquier melodía anime en el instrumento deseado, se enseñan técnicas de pintura, se viven las convenciones a través de la red y se recogen mayores datos sobre la cultura japonesa.

Principalmente es la juventud quien ha seguido con mayor devoción de este arte, quizá porque es en la niñez y en la pubertad cuando el ser humano es más vulnerable a las influencias de su entorno, es también en esta etapa que el niño vive las experiencias psíquicas y emocionales más intensas de su corta existencia; por ello en la mayoría de las caricaturas que vemos de pequeños nos marcan de por vida.

No existe un solo anime o manga que no contenga simbolismos de la cultura del Sol naciente, desde las series románticas hasta los robots futuristas. Los principales valores de la cultura japonesa así como sus hábitos y tradiciones, paradigmas y supersticiones, se ven reflejados en las historias que se cuentan con dibujos.

Estos aspectos son también parte de la herencia cultural de una persona y determinan su forma de percibir el mundo. A grandes rasgos, se puede observar en un primer contacto que los seguidores del anime son chicos más sensibles y con una tendencia más fuerte a la apreciación estética; cuando se ven inmersos en un ambiente donde conviven con otros “fans”, como son las convenciones, demuestran sin tapujos una conducta mucho más efusiva y emocional que en su entorno diario, porque para el espectador común, la afición a personajes inexistentes es considerada extravagante, infantil y carente de objetividad.

Tan poderoso es este fenómeno, que en los años 80 surgió un concepto específico para definirlo y en la actualidad se le adjudica el apelativo de cultura: la erudición Otaku.

Fuera de Japón designa a quienes son, en palabras rudas, ‘adictos’ al anime en todas sus formas de expresión. Los Otakus se encierran en su afición, leen mangas, ven anime, coleccionan figuras y asisten a eventos, algunos se han sumergido aún más en el interés por la cultura japonesa y estudian el idioma, frecuentan la gastronomía y adoptan los hábitos más comunes de la misma.

Pero ellos no son japoneses, son individuos cuyo perfil cultural es una mezcla de tradiciones autóctonas y hábitos foráneos.

Es importante resaltar que el Cosplay es una de las primeras manifestaciones sociales de la influencia del anime; para muchos jóvenes -los adultos no están exentos- el hecho de vestirse como personajes de caricaturas representa tanto una rebeldía como una aspiración:

La intención es imitar imágenes que son hermosas, modelos de perfección humana, desde el punto de vista estético hasta la impresión intelectual y emocional del personaje particular; el Cosplay no es simplemente un certamen, es también una forma de expresión, y el que es bueno no sólo viste la ropa de su personaje, también refleja su personalidad.

El anime dio pie a un fenómeno social muy importante, el nacimiento de subculturas caracterizadas por la inspiración que obtienen de los dibujos animados, así se enuncian además del Cosplay y la cultura Otaku, la tendencia Wapanese en la cual individuos no japoneses adoptan maneras, costumbres y llevan toda su vida alrededor de una cultura ajena -la japonesa- con el deseo (wanabe) de pertenecer a ella.

Gracias a esto han nacido organizaciones en la cuales se han creado espacios y fechas determinadas para poder juntar a todas las personas que disfrutan de esta cultura nipona, tales son los ejemplos de: “La Mole Comi.com la cual tiene aparición el 3,4 y 5 de Nov. 2017”, donde no solo encontraras a personas haciendo cosplay, sino también da pie a juntar a todo amante de videojuegos y fanáticos de los comics.

En general el mundo posee todavía a estas alturas del partido un grado de intolerancia impresionante respecto de las diferencias culturales de la sociedad: la ideología y los hábitos de algunos pueblos los han llevado a ser presa de marginación y sometimiento ante otros con valores de mayor aceptación. El problema radica en que no podemos juzgar ni al subyugado ni al patrono porque no existe un punto de referencia válido de lo que es bueno y de lo que no lo es. Todo en esta sociedad es relativo, porque toda comunidad es diferente y ha crecido con un esquema de valores propio que es digno de respeto, hoy en día ninguna religión, cultura, nación o comunidad ha ganado el mérito de supremacía por excelencia, este es un award que se ha disputado durante siglos, pero nadie ha permanecido en el poder por suficiente tiempo.

Con la tan proclamada modernidad, los avances científicos y el patente idealismo de un mundo mejor que caracteriza siempre a las generaciones jóvenes, el temor inherente al ser humano ante lo “desconocido” y lo “diferente” sigue prevaleciendo.

El contacto entre culturas en ocasiones resulta exitoso, en otro caótico y en los más lamentables casos, destructivo. A fin de cuentas la sociedad en su conjunto se auto flagela y rechaza a sí misma, porque con el fenómeno globalizador que arrasa con el mundo, no existe una cultura que no permee aspectos de otra en sus haberes cotidianos.

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