Shoganai; la lección de Japón ante la tragedia

5 octubre, 2017

El episodio sísmico en México del 19 de septiembre nos plantea un reto de cómo afrontar la reconstrucción y apoyo a las personas que sufrieron algún tipo de perdida, ya sea humana o material, por ello, podemos citar las lecciones que nos deja Japón ante catástrofes de este tipo o mayores, y cómo su población les hizo frente.

“Todos haremos todo lo posible por hacer esto juntos. Esa es la manera japonesa de hacerlo”, dijo a la revista Times, Koji Haga, un japonés sobreviviente de una de las mayores tragedias en el país asiático ocurrida en 2011, cuando se suscitó un terremoto de 9.0 grados seguido de un tsunami y un grave daño a su central nuclear, Fukushima.

Marzo de 2011, Japón. Fotografía: AFP

Japón es reconocido por la unidad que manifiesta socialmente, aún en tiempos y circunstancias difíciles, considerando que es un país altamente sísmico y con una cultura preventiva desarrollada para minimizar al máximo los daños humanos ante un fenómeno natural.

Aunado a un concepto japonés que manifiesta que hay cosas simplemente de las que no podemos escapar, como es el paso de un sismo de gran magnitud. Shoganami cuya traducción literal alude a: que no puede evitarse.

Escenario después del terremoto y tsunami en marzo de 2011 en Japón. Fotografía: Agencia EFE.

Este concepto más que referir a pesimismo, refleja el realismo en la sociedad japonesa.

“Toman conciencia rápidamente de lo que pasó y tratan de seguir un camino que los saque de ahí, que no involucra el quedarse así, y más bien se evoca a hacer algo”, así lo explica un estudioso en la cultura japonesa y Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Pablo L.

Pese a estar en circunstancias difíciles, asociado al importante lapso que toma la reconstrucción -camino por el que aún transitan a 6 años de estos fenómenos- un aspecto que no se ha documentado es la afectación entre los mismos japoneses al interior de sus comunidades. En otras sociedades en un escenario similar, se han visto fotografías de personas que saquean alguna tienda, por citar un ejemplo de desorganización social.

“Vi a la gente perder sus vidas justo delante de mí. ¿Cómo te recuperas de eso? Usted tiene que confiar en su familia y sus amigos y sus vecinos. Esa es la única manera”, comentó después de los sucesos del 2011, una ciudadana sobreviviente en este país asiático, Hiroyasu Haga, de 66 años.

Al respecto, el especialista en Filosofía antes citado comentó que: “el japonés es muy respetuoso del otro en ese sentido, además de que uno de sus valores más altos es el honor, cualquier cosa que signifique deshonra es mal visto, como podrían ser los saqueos”.

Reconstrucción de Japón fotografía tomada en 2015, en los escombros de un edificio de oficinas.

Testimonios de personas estudiosas de la cultura japonesa o que han vivido en este país aluden que en esta sociedad existe un alto sentido de responsabilidad compartida, sea el escenario que sea, se trate de un día cotidiano o de uno en tragedia. 

Cultura de la prevención en Japón

Un aspecto por el cual este país asiático es altamente reconocido es por su cultura de la prevención, ello enfocado a ser un territorio con sismos constantes y por lo que han pasado a lo largo de su historia.

De acuerdo a las estadísticas de la Agencia Meteorológica local, del total de movimientos telúricos que se producen en un año, el 20.5 % de ellos se registran en esta nación.

Estas medidas implican simulacros constantes. En las escuelas se realizan una vez al mes. Además, según uno de sus folletos sobre prevención “BOKOMI”, explica que los niños en las escuelas acuden a simulaciones de sismos para familiarizarse con la sensación y el qué hacer ante ello.

Simulacro en escuelas de Japón

The Tokio Rinkai Disaster Prevention Park, es un parque japonés al que los estudiantes acuden a estas pruebas, tal como si se tratasen de excursiones escolares. También, en las centrales de operación de los bomberos locales existen máquinas de simulación de sismos a las que también puede acudir el público.

Cabe destacar que en esta potencia asiática se han desarrollado, a partir de 1995 tras el gran terremoto de Kobe ocurrido el 17 de enero, Comunidades de Bienestar para la Prevención de Desastres conocidas allá como “BOKOMI”, mismas que ayudan en las tareas de prevenir y que a su vez tienen su propio espacio de evacuación ante movimientos telúricos.

Folletos KOBI

En sus edificaciones se aplica la tecnología sismorresistente, la cual está enfocada en la preservación al máximo de las vidas humanas. Por lo que la prioridad es que los edificios se mantengan en pie, aún tras un sismo, y en éstos se prevé un grado de daño controlado.

Las torres más altas son construidas con amortiguadores en sus bases, los cuales disipan el impacto del movimiento telúrico. (Véase el artículo publicado en el portal titulado Tecnología sísmica: la técnica al servicio para evitar daños mortales).

“Los componentes dañados deberán ser sustituidos o, cuando el coste asociado sea demasiado alto, el edificio tendrá que ser demolido. Sin embargo, eso no supone un fracaso para la tecnología a prueba de terremotos. Es un éxito: el edificio resistió el terremoto”, destacó al respecto, en un artículo publicado en 2011, el profesor de la Universidad Tecnológica de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés), Eduardo Kausel.

Estos factores han sido claves para la nación asiática, luego de haber atravesado en marzo de 2011 el mayor sismo en su historia aunado al tsunami y lo ocurrido en Fukushima.

Y esta prevención se actualiza de forma constante. El pasado 1 de septiembre Japón realizó su primer simulacro de qué hacer ante una amenaza nuclear, tras la tensión internacional que existe con Corea del Norte; país que el 29 de agosto lanzó un misil balístico que atravesó el cielo nipón para finalmente caer en el océano Pacífico.

En México aún tenemos un largo camino de reconstrucción en los estados mexicanos que resultaron afectadas por el paso de los sismos durante septiembre de este año, ante ello nos queda afrontar un camino de responsabilidad compartida para reducir al máximo el impacto social y psicológico que implica un escenario en el que personas han sufrido pérdidas humanas y materiales.

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