El viaje funkadelico

El viaje funkadelico de Soul Sonora

21 marzo, 2017

—Nosotros somos Soul Sonora, y venimos del espacio exterior. Habitábamos un planeta que tenía por nombre Changón. Ahí vivíamos con muchos amigos monos, pero todo se volvió una tragedia cuando Octofunk, una entidad malévola que consume energía funkie, energía groovy, encontró nuestro planeta y lo devastó hasta hacerlo estallar. Nosotros salimos huyendo de Changón en una nave interplatanaria que encontramos en unas instalaciones, y erramos por las galaxias… hasta que la nave detectó vida inteligente aquí en la Tierra. Y acá llegamos. Ya llevamos cinco años en este planeta. Con este funk lanzamos una señal a todos los monos que pudieron haber sobrevivido a la catástrofe…

Thelonius Monkey, Jaype y Le Chimp

Los changos del funk se carcajean. Estamos en el camerino del Zinco Jazz Club. Son cerca de las diez de la noche y frente a mí, sentados en los sillones, apretujados uno contra el otro, con las piernas cruzadas, están los tres changos: Thelonious Monkey, que toca el bajo; Le Chimp, que toca el sintetizador; y Jaype, que toca la batería. Estoy entrevistándolos, pero como fuera de mí. Como si yo, mi verdadero yo, no ese yo virtual que habla y pregunta y sostiene una grabadora de voz entre las manos; yo, el yo más yo de todos los yoes, estuviera en otro lado: partiendo las aguas informes o alguna mierda así. Sostengo la grabadora entre las manos y sudo y les pregunto por su trayectoria. Estos changos han tocado en el Foro Alicia, en el Imperial, en el Caradura, han estado en el Cervantino; Jaype, al lado de Los Elásticos, en el Vive Latino. En cada lugar de nombre han estado; pues, ¿en cuál de todos se han sentido más cómodos, dónde tienen afincada su casa, cuál de todas las avenidas musicales ha sido la más intensa?

—El público más chido que hemos tenido han sido los B-Boys. Hemos estado un par de veces en el Beyond the border, en el Zicatela, y en el encuentro de danza del CENART. Y de ahí vino nuestra inquietud de hacer el nuevo EP –dice Le Chimp– con esos toques de hip hop, o de funk más crudo… es para ellos, para los B-Boys, en cuanto escuchan la música todos se prenden, arman la rueda…

—Les emociona que haya una banda que los respalde –comenta Jaype– y los apoye. Hemos tenido acercamientos muy buenos con los B-Boys. Es un ambiente muy chingón: baile, buena vibra, mucho funk. Han sido un gran apoyo. Pero toda la gente nos ha apoyado mucho… en realidad es difícil decir un lugar específico… Igual al principio te ven extraño; así de, ¿quiénes son esos güeyes? Hay gente que no topa muy bien la escena del funk, del groove, pero al final el show habla, la gente queda muy satisfecha…

Mientras miro el concierto, que empezó por ahí de las diez y media de la noche, pienso en estas palabras que me dijera Jaype. Sucede que Soul Sonora puede ser una banda un poco muy estridente para el Zinco. Vamos, el lugar en el que me encuentro es un club de jazz; la gente que viene acá pasa de los treinta, treinta y cinco; llegan con los zapatitos lustrados y los buenos perfumes, y Soul Sonora es una banda para sudar. Es martes, y la gente que mira el concierto está esperando una noche smooth, de escobetillas en la batería y trompetitas en sordina, y de pronto lo tres changos se ponen a brincar en el escenario como si fueran a destrozarlo; gritos, gemidos, luces azules y rojas. Miedo y asco entre el público… pero después de unos minutos la energía era otra: todos sonrientes, bailantes. ¿Saben cómo me di cuenta de que el público estaba prendido? ¡Porque empezaron a ordenar! Meseros iban, venían –ellos también bailando y cantando– y la botella llena se tornaba vacía. Hubo uno que otro que mostró rápido los signos innobles de la ebriedad.

Soul Sonora como dije es una banda para sudar; desde el principio tuvo una poética del baile, de la energía funkie que fluye a través de los cuerpos. En cierto sentido, el baile de Soul Sonora es una música visual. Sus pasos tienen una resonancia callejera: se valen del robotting, del popping, bailes que surgieron a finales de los sesentas, en la escena naciente del hip hop.

—Háblenme de esta ambición –les digo en la entrevista–. De un tiempo para acá en sus toquines el baile se ha enriquecido, se ha vuelto más complejo. ¿Han tomado clases? ¿Bailaban antes de Soul Sonora?

—Sí, claro, nosotros somos monos bailerines y cilindreros desde el principio –dice carcajéandose Thelonious Monkey– No hemos tomado clases, hemos aprendido con la música y en la escena, no tanto por la onda colegial. Los b-boys nos han ayudado a eso también. Hemos crecido con la gente.

Foto: Frankk Lionn
Soul Sonora en el Zinco Jazz Club, foto: Frankk Lionn

Bailan los changos en el escenario y el público con ellos. Escuchar a Soul Sonora puede ser una experiencia y un reto. No estamos solamente ante un trío de funk. Estamos frente a una propuesta rica y poderosa, que golpea los sentidos. El cuerpo, el oído y la vista. La banda se disfraza con overoles y se cubre el rostro con máscaras changuezcas. Crean un personaje y una situación. Su estudio, que he tenido la oportunidad de visitar un par de veces, exhibe en una pared completa el fresco de su historia: el planeta destruido, la nave, la errancia interestelar y la llegada a la tierra. Soul Sonora rescata de este modo uno de los elementos fundacionales del funk: su condición extraterrestre. Recordemos los experimentos futurísticos de Sun Ra; sus auras y atmósferas venusinas abrieron brecha para bandas como Parliament/Funkadelic que dieron a la escena todo un peso cósmico. “My name is Funk and I am not of this Earth”, reza Eddie Hazel en Mothership Connection (1975). Del mismo modo, Soul Sonora abre una dimensión platanaria que regocija el cuerpo, el oído y el ojo por igual. Ha sido preocupación de la banda entregar una propuesta de este corte en su material físico. Su primer álbum The apes say go funk ur self! (2012) grabado en el Estudio 19 y distribuido por Lemur Records, está bellamente ilustrado; narra a la banda.

—Cuéntenme de su propuesta visual.

—Queremos expresar nuestras memorias, que la gente sepa del planeta Changón. Para esto nos hemos apoyado en amigos, colaboradores ilustradores, diseñadores. El arte de nuestro primer disco lo creó Cesar Legaria. Para nuestra segunda producción queremos trabajar con amigos de los colectivos del sur del funk. Va a ser un collage…–Le Chimp sonríe frente a mí y sostiene, mientras habla, la grabadora de voz.

—Háblenme de su segunda producción.

Thelonious Monkey dice:

—Va a ser un EP de unos cinco o siete tracks. Va a estar muy metido en el rollo B-Boy, DJ… Y queremos sacarlo en formato de vinil. No tenemos todavía el título, pero no tarda en caer ese plátano del platanar.

—Eso está chingón –les digo–, ¿van a meter un MC o algo?

—Más que un MC, queremos invitar músicos… para enriquecer el sonido.

Evolución Changona

El sonido de Soul Sonora también ha sufrido cambios. En su primer material la banda era un cuarteto. Ahora un trío, para suplir la ausencia de su caído amigo, la banda ha tenido que apoyarse en la tecnología. Recurrir al sintetizador, a la mezcla. De entonces a ahora, la experimentación electrónica de la banda es más rica. Un elemento muy interesante de esta evolución (que existía, no obstante, desde The apes) es el tratamiento musical en bloques. Para Soul Sonora el funk no es tanto un afluente como un juego de simetría. Una pieza de los changos puede tener muchas músicas internas, contenidas en una sola gran rola. Como si estuvieran cortando tracks al filo de la tornamesa, el ahora trío viaja por una frecuencia funkie que se transforma incesantemente. De este modo podemos estar bailando al ritmo de Donna Summer y Giorgio Moroder, y de pronto estar en el centro de “Sí Señor” de Control Machete. En términos de influencias, la banda es un collage digno de estudio. Desde los ritmos de Herbie Hancock en Thrust (1974), pasando por la música disco y el space trip de Jamiroquai, aterrizando en la cadencia caribeña de la Salsa Brava, la estética del trío es la de la frecuencia radiofónica. Escuchar a Soul Sonora es como ir manejando por los anillos de Saturno y sintonizar un radio funkie que va pasando de atmósfera en atmósfera, de cultura a cultura. En el licuado de banana de los changos se mezclan por igual los pop ups del chat, el canto de los tamaleros, el cine de Cantinflas, de Pixar, y la Sonora Santanera. El nombre mismo de la banda viene de un encuentro entre el soul y la música de las grandes sonoras. Al respecto Jaype me dice:

—A mí me marcó la Sonora Santanera. Los humanos que me adoptaron acá, mis padres, los escuchaban todo el tiempo. Desde que yo era un pequeño chimpancé los escuchaba en el soundtrack de la familia.

—A mí me encanta mucho La Matancera, La Fania –comenta Thelonious y ríe.

—Háblenme, pues, de sus influencias.

—A mí me gusta mucho Lucky Brown y su Space Dream (2011). The Stylistics me gustan mucho también. Los camaradas de Liquid Soul también me llenan changonamente –me dice Le Chimp.

—A mí Stuart Zender de Jamiroquai, Jaco Pastorious, Richard Bona –dice Thelonious.

—A mí un tiempo me gustó mucho Maceo Parker… no sé, muchas bandas –completa Jaype.

—Pero siempre tratamos de imprimir muchos géneros, muchos artistas.

El concierto sigue y veo cómo el trío se ha adueñado del escenario. La gente que antes tenía cara de desconcierto, ahora baila y aplaude al filo del proscenio. Leo, mi brother camera man, no puede sacar sus fotos porque todo mundo le estorba. La gente ríe y grita. Todos con celular en mano intentan grabar, tomar la foto, la selfie, guardar, en suma, para el recuerdo, la changonería que tienen en frente. Nadie se va. Todos terminamos de escuchar el recital. Pura energía. Puro baile. Pura buena vibra.

Soul Sonora en el Zinco Jazz Club, foto: Frankk Lionn

—Qué significa para ustedes –les pregunto finalmente– la independencia. Ustedes han trabajado desde la independencia total…

—Pues nos apoyamos los tres –dice Le Chimp–, los tres tenemos actividades aparte de la música y nos apoyamos para ir levantando el capital, levantar el estudio. Tenemos la idea de abrir, en el futuro, un sello. Apoyar también nosotros… así como a nosotros nos han apoyado. Queremos componer lo que nos gusta. Queremos expresar nuestras propias personalidades, nuestro propio lenguaje.            

Los changos se preparan para tocar. Culminan sus rituales y salen del camerino. Una hora y media después, despeinado, con la electricidad recorriéndome el cuerpo, parto del Zinco pensando que los changos traen algo serio entre manos. Pendientes estemos, pendientes…

 

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Licenciado en Creación Literaria por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha trabajado en medios especializados del sector eléctrico, y sus colaboraciones se han publicado en El Universal, La Jornada, y suplementos como La Cultura en México.

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