Daniel CallejasNo fue despiste, pero sí revelación. José Antonio Meade ya aceptó la precandidatura del PRI tras su renuncia a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
Sin sorpresa y con mucha emoción, Enrique Peña Nieto recibió la noticia muy agradecido por el desempeño de José Antonio. Meade deja una economía salvada y con gran compromiso para González Anaya, quien abandona Pemex en incertidumbre que, de por sí, su ex, Emilio Lozoya, posicionó a empresa petrolera en un bache de corrupción.
Ahora Meade es el candidato más fuerte para el tricolor, puesto que ni Aurelio Nuño, ni Narro Robles tienen el carisma para favorecer el voto de los empresarios. Lo conocen muy bien; su largo trajín por los gabinetes de anteriores administraciones le han valido la confianza incluso a escala internacional.
De cara a los comicios de 2018, sus rivales pueden ser débiles si hablamos de Ricardo Anaya, probable candidato del Frente Ciudadano; Margarita Zavala como independiente; e, incluso, El Bronco. No obstante, el reto a superar se llama Andrés Manuel López Obrador, por Morena y su absurdo populismo, debido a que es el único seguro a registrarse, muy guadalupano, el 12 de diciembre.
De tal manera que la contienda más importante, considerando que Meade sea electo candidato, será PRI vs. Morena, en la que el Jurásico Institucional se llenaría de victoria otro sexenio.
¡Vaya!, ni la tradición de ser gobernador del Edoméx valió en está designación, como sí sucedió con Peña Nieto en 2012. Esto, porque Eruviel Ávila fue relegado al PRI CdMx, aunque dice que mantiene la aspiración presidencial; no sea que se vayan a arrepentir en su partido de elegir a alguien tan preparado como Meade.
Lo más destacado de Eruviel ha sido “destapar” a Nuño y a Narro Robles como probables candidatos a jefe de Gobierno de la CdMx. Ya sabremos la próxima semana quiénes del PRI toman las riendas de un país quebrado por desastres naturales, violencia y pobreza, no en un año, sino en cinco de gobierno.
José Antonio Meade sólo es otra cara bonita para demostrar que México es más importante por cómo lo ven de fuera y no por su República que, al interior, muere de a poco.
