El día en que el punk y la poesía se abrazaron

Si muero, dejad el balcón abierto.

-Federico García Lorca

Para 1984, The Clash ya se había convertido en una de las bandas más icónicas tanto del punk como de la Gran Bretaña. Algunos pensarían que la fama de la que en ese momento gozaba la agrupación no podía significar otra cosa que no fuera gloria. Sin embargo, para el vocalista y líder Joe Strummer, representó una época de aturdimiento y confusión.

Con la reciente expulsión del guitarrista Mick Jones a cuestas, durante el invierno de dicho año, Strummer decidió desaparecer del mapa por un rato. Medio Londres se preguntaba dónde demonios se había metido y nadie se imaginaba que, una tarde cualquiera, alguien se lo encontraría por casualidad en un pequeño bar de Granada.

España no le era desconocida al músico. En su tercer álbum con The Clash, London Calling (1979), hay una canción titulada Spanish Bombs, la cual, a pesar de su melodía pegajosa e incluso alegre, trata el tema de la Guerra Civil Española. No obstante, era complicado concebir a Strummer sentado en la barra de un pub tan lejano de su entorno punk.

El rumor se corrió como pólvora: en el Silbar había un tipo parecido al vocalista de The Clash. Vestía todo de negro y llevaba las mangas de la camisa remangadas. Apenas y podía hablar en español pero eso no le impedía tomar notas constantemente mientras observaba y escuchaba atento a su alrededor. José Antonio García, líder de la banda local 091, se acercó a él y trató de convencer al extranjero de que le diera su identidad. La curiosidad lo estaba matando, pero el británico no daba su brazo a torcer.

“Esa noche acabamos cerrando el bar con él dentro y sin que nos hubiera dicho quién era por mucho que lo intentamos”, contó García en una entrevista realizada en 2012 por El País. “Al final de la noche yo me lancé y puse una canción de un grupo francés llamado Corazón Rebelde. Le comenté a Joe que imitaban perfectamente el sonido de The Clash. Al final con una sonrisa tuvo que declararse”.

Así fue como comenzó la historia de Joe Strummer en Granada. El cantante se enamoró del sonido de 091 y les produjo su segundo disco, Más de 100 lobos, tratando meticulosamente cada detalle. No obstante, el desencanto llegó luego de que la compañía discográfica de la banda cambiara muchos elementos de la esencia de la placa, llevando a Joe a sentirse incomprendido una vez más.

Empero, fue otra experiencia la que marcó profundamente su paso por la provincia española, no sólo en él, sino también en aquellos que lo rodeaban: De acuerdo con el testimonio de Richard Dudanski, un amigo del vocalista, Joe Strummer conoció la poesía de Federico Garcia Lorca años antes de su viaje a Granada gracias a que la andaluza Paloma Romero, mejor conocida como Palmolive en la escena del punk londinense, llevó consigo desde Málaga hasta la capital británica unos vinilos de Paco Ibáñez que contenían la obra poética del español.

El acercamiento a los versos de Lorca fue convirtiéndose poco a poco en admiración, al grado de que el compositor le dedicó unas líneas al poeta en la ya antes mencionada Spanish Bombs:

“Oh, please, leave the ventana open

Federico Lorca is dead and gone”.

La primera hace alusión al poema Despedida, mientras que la segunda menciona explícitamente el nombre del también dramaturgo.

No obstante, el amor que Strummer sentía por el autor de Bodas de Sangre, no terminó allí y, aprovechando que se encontraba no sólo en la tierra natal del escritor, sino también muy cerca del lugar donde los franquistas lo habían fusilado en 1936, el cantante se dio a la tarea de buscar sus restos, los cuales se sabía que se encontraban en un colina de Víznar pero no se conocía la ubicación precisa.

Jesús Arias, músico y periodista granadino cercano a Joe, recuerda con nostalgia en una anécdota escrita en 2008 por él mismo, cómo Strummer pasó por él en un viejo Dodge-Dart gris que pudo comprar gracias a un préstamo de Santiago Auserón, miembro de Radio Futura. El líder de The Clash lo llamaba “my Spanish-American car”.

Caía el atardecer cuando ambos llegaron a Víznar. Joe decidió detenerse en la plaza mayor del pueblo y le pidió a Arias que fueran a comprar palas y picos para poder buscar la tumba y desenterrar el cuerpo de García Lorca.

“Traté de explicarle que era absolutamente imposible: que son kilómetros, kilómetros y kilómetros cuadrados de monte, que ya ni siquiera existían montículos que indicaran sobre posibles enterramientos durante la guerra civil, que muchas zonas estaban repobladas de pinos. Joe seguía en las suyas. Finalmente, le dije: ‘Mira, vamos a hacer una cosa. Visitamos primero el sitio. Te enseño todos los posibles lugares en los que podría estar enterrado y si ves alguno que te despierte una corazonada, volvemos al pueblo, compramos las palas, y vamos allí’”, cuenta el periodista.

Los amigos subieron hacia el paraje donde había sido fusilado el poeta, y que en aquel entonces era un simple terreno baldío con algunos olivos que lo adornaban. Joe, meditabundo, comenzó a caminar entre los árboles hasta que de repente se quedó quieto en un punto, llamó a Arias a su lado y le dijo entre lágrimas: “Puedo escuchar el grito de los muertos, aquí tengo la sensación de que ha pasado algo terrible y me parece extraña la quietud que hay en este sitio, con la puesta de sol y lo bonito que es esto, porque se nota la tragedia que ocurrió aquí”.

«Hace muchos, muchísimos años, le prometí a Federico García Lorca que me fumaría un porro delante de su tumba, en su honor», terminó diciéndole Strummer a Arias luego de unos minutos de silencio y así fue. El hombre que cantaba sobre bombas españolas se sentó en los olivos cuyas raíces estrechaban el cuerpo del hombre que escribió sobre niños que comen naranjas y, sin verse a la cara, el punk y la poesía se miraron de frente y se abrazaron durante un largo rato.

Ahora, no sólo se ha convertido el lugar donde fusilaron a Lorca en un parque que lleva su nombre. En 2013, el ayuntamiento de Granada decidió recordar a Joe Strummer nombrando una plaza en su honor, y es en las calles de esta provincia española donde seguramente, las almas del poeta y del músico se reúnen de vez en cuando para charlar largamente sobre aires inmortales y valses rebeldes.

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Lectora de tiempo completo y escritora entre sueños. Su cuarto está lleno de poemarios, pósters de superhéroes, fotografías, recortes de revistas, letras de canciones de Depeche Mode y The Clash y lápices. Está segura de que su gato es la reencarnación de Arthur Rimbaud y que Allen Ginsberg le habla mientras duerme. A veces tiene pesadillas con Skynet.

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