Podría estar hablando de otra cosa, cualquier tema, pero no, la muerte acecha de nuevo, de una manera violenta, desesperanzadora. Hoy le tocó a Mara, pero la lista ya es larga y parece que no terminará.
Salgo de mi casa, rumbo al Zócalo, en el corazón de la Ciudad de México, un corazón herido, que late lento y en silencio.
Voy por la calle, las jóvenes mexiquenses que caminan por la acera son miradas lascivamente por algunos de los conductores, quienes pasan a velocidad a un costado, las mujeres ni en cuenta.
Adelante, un puesto de periódicos, algunos de los diarios, si no muestran cuerpos mutilados y sangrientos, presumen a mujeres en poca ropa acompañados de una oración con doble sentido que hace alusión al sexo. Esos pocos son de los más vendidos.
Uso el transporte público, Mexibús, Metro, Metrobús, cada uno tiene su unidad o espacio exclusivo para mujeres, como si únicamente se tratara de separar al cordero del lobo.
El contingente, principalmente de mujeres, se reúne y parte de Catedral. Y ¿cómo no hacerlo?, si innumerables niños han sido abusados por decenas de sacerdotes, mientras la iglesia calla.
Además, ellos también tienen vela en este entierro, pues como dijo el padre Alejandro Solalinde: “No sé oye la voz de la jerarquía católica respecto a los feminicidios. 90% de los asesinos son católicos”.
Las movilizaciones avanzan con tranquilidad, aunado a ello, la violencia no estuvo presente.
Un pequeño grupo de mujeres rechaza la participación de los hombres a la marcha, argumentando que los varones buscan protagonismo en el movimiento, impiden que se integren a su contingente.
El primer expulsado, el periodista de Proceso, Jenaro Villamil, quien es sacado de la marcha a empujones.
La solidaridad es más. Una de las mujeres que caminaba por la marcha, al ver que no traía ningún cartel, bandera o insignia, me regaló una cruz rosa de madera, símbolo de la lucha contra el feminicidio.
Las instalaciones de la Procuraduría General de la República están al frente. Se detiene la marcha. La PGR cerrada, porque es domingo y la justicia descansa, los delitos no.
Mujeres llenan la entrada y las paredes contiguas del inmueble con las decenas de carteles que llevaban consigo.
Mientras leo las insignias, vienen a mi memoria las brutales cifras:
12 mil 944 violaciones en 2016, 7 mil 522 en lo que va del 2017, es decir dos abusos sexuales cada tres horas. Casi tres mil mujeres asesinadas el año pasado, siete casos al día.
Sólo 12 de los 32 estados del país tienen Alerta de Género. Siete entidades de las que lo han pedido se las han rechazado, entre ellas Puebla y Tlaxcala, lugares donde sucedió la desaparición, secuestro, violación y feminicidio de Mara.
Un mitin, donde participaba, entre otras, Irinea Buendía, mujer estandarte en la lucha contra la violencia de género en México, fue interrumpido por un hombre, quien salió corriendo de la PGR a la plaza comercial Reforma 222, atrás de él un grupo de mujeres.
Los hechos no estaban claros, algunas personas decían que el sujeto agredió físicamente a una de las manifestantes, otras que era un violador que había sido identificado por la víctima; Resulto ser el segundo.
En la plaza, el hombre fue resguardado por personal de seguridad, a su vez que mujeres de la marcha lo rodeaban. Elementos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) capitalina arribaron al lugar.
Mientras se discutían los hechos, el sujeto era evacuado del lugar por la parte de atrás de la plaza y llevado a las instalaciones de la fiscalía, donde declaró junto con la víctima.
El grupo que quedaba de la marcha salió de la plaza para acompañar a la joven, lo que provocó tráfico en la lateral de la avenida Reforma y a su vez la molestia de varios de los conductores, sobre todo uno en particular, quien se bajó del vehículo a reclamarles, lo que provocó el abucheo y descalificaciones por parte de las manifestantes.
Yo he tenido miedo de salir a la calle, por ser estudiante o periodista, pero nunca por ser hombre. Sin embargo, el temor se apodera de ellas sólo por ser mujer. Por eso salen a gritar, que las dejen ser libres y no valientes.
Y no sólo es Mara, también son Valeria, Fátima, Lesvy, Karen, así como aquellas mujeres que no aparecen en la opinión mediática pero que también son diariamente acosadas, violentadas, violadas y asesinadas; porque ellas, además de ser mujeres, son hermanas, madres, hijas, esposas, novias, pero sobre todo son seres humanos y sólo por ello tienen derecho a vivir sin miedo, a ser libres.