Columna Rota: Aideé, ¿lloramos solos?

10 mayo, 2019

“La verdadera gloria está en los libros que leemos, las películas que aplaudimos y en las muchas veces que bailamos, pero no bailamos solos, ¡nunca bailamos solos! Esto es la fiesta de lo colectivo…”

El 26 de abril de 2019 acudimos a dar una charla a alumnado del Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Oriente, (CCH Oriente), por segunda ocasión en el semestre que recién concluyó.

Desde 2017 iniciamos un peregrinar por abrir puertas en estos espacios, puertas que no ha sido sencillo abrir, pero que gracias a varias aliadas y aliados hemos logrado traspasar y llegar a esas semillas vivas, que son quienes forjaran los cambios para que esta sociedad empiece a entender que la realidad nos ha alcanzado a todos y que en los que recae destrozar la indiferencia, atajar la violencia, retomar los valores, es en ellas y ellos, los jóvenes y jovencitas hartas de vivir con miedo.

La respuesta es la misma en cada escuela pública y privada que hemos visitado, una juventud llena de miedo, de falta de guía, una juventud violentada en casa, en la calle, en sus relaciones de pareja, con maestros, con sus padres. Jóvenes y jovencitas que sobreviven sorteando la vida.  

Los hechos del 29 de abril en ese espacio que trastocó otro de los lugares “seguros”. La escuela nos desbarató el alma otra vez, una noticia que la mayoría en medio del sensacionalismo conocimos, en todos los medios informativos nacionales e internacionales estaba la nota, la especulación, el fugaz reflejo nuevamente puesto en los ojos de una mujer, una niña menos, los reflectores instalados en una familia que se suma al dolor de miles.

Hoy daremos espacio a la pluma, la voz, el dolor de una joven, llena de miedo, de dolencia. Pero al mismo tiempo una narrativa que debe ser leída en voz alta, porque representa a esa juventud que ya no está dispuesta a seguir hundida en lo cotidiano de la violencia. Demos paso a estas voces, las voces de la juventud que a diario está siendo asesinada, en todos los contextos de su vida.

¿Lloramos solos?

El pasado 29 de abril del 2019, Aideé Mendoza J. fue asesinada en las instalaciones del CCH Oriente, una bala terminó con sueños e ilusiones a mitad de una clase.

La negligencia médica se encargó de echar a la basura esperanzas; la ineptitud de autoridades universitarias pulverizó el recuerdo digno de una de sus estudiantes; la apatía y el desinterés de las masas está dejando en el olvido un pesar inexplicable, una injusticia que parece quedará en el aire como muchas otras.

Entender la gravedad de este suceso implica entender a su vez que el asesinato de una estudiante a plena clase jamás deberá ser visto como algo “normal”, algo que puede volver a pasar y que debemos dejar en el olvido.

Hablar sobre un feminicidio se ha vuelto “rutina” en nuestro país. Tendemos a repetir los patrones una y otra vez, normalizamos la violencia como si de comer algo desagradable pero sano se tratase. Creemos que no queda de otra, que un cambio no existe, que no nos afecta sólo porque no nos pasa directamente.

Es el discurso que nos han venido a vender desde hace un par de años, y que muy bien hemos comprado.

Son muchos los consumidores del discurso y pocos somos los condenados: los desaprobados por nuestras conductas y acciones, somos lo inmoral y lo censurable, somos símbolo de desgracia y dignidad, la oposición de lo moral. Somos la insaciable justicia, somos los zapatos del otro.

Aideé será recordada por muchos como la chica asesinada dentro de CCH Oriente, generaciones recordarán algún día que su escuela estuvo custodiada por la PGJ por un par de días tras la muerte de una chica sin relevancia…

Aideé es más que el próximo mural que ocupará una pared en el plantel, es más que la ofrenda en la explanada y todas esas flores. Ella siempre será más que la representación de una irresponsabilidad de la universidad y del estado, será más que la joven de orígenes indígenas que llegó a la ciudad con la ilusión de salir adelante.

Aideé será la persona que me marcará por el resto de mi vida, y este será el inicio un porvenir con memoria hasta el resto de la lucha. “Por qué el color de la sangre jamás se olvida…”

Hasta siempre. 

Caro Cox.

Los ojos llenos de lágrimas, de confesiones, juventudes temblando que buscan respuestas, certeza, que buscan apoyo en adultos muchos de ellos incapaces de otorgarles la guía necesaria para amarlos con reglas, límites, consecuencias y, sobre todo seguridad.

Es lo que encontramos cada vez que al terminar nuestra intervención les hacemos saber que no cobramos ni un centavo por esas charlas y que nuestro pago son abrazos, entonces en la mayoría de estas Instituciones decenas de alumnas y alumnos, se abrazan a la esperanza de saber que podemos, si así lo queremos dejar de hablar de feminicidio, dolor, violencia, y, también por qué no, lograremos reaprender a comunicarnos sin un teléfono de por medio. Creando la conciencia de que o volvemos a importarnos o vamos a seguir viendo como a diario nos siguen aniquilando.

                                                                                                             mayo 2019

Eres madre, padre, hermana, hermano, hija, hijo. De una mujer víctima de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame, ayúdame a visualizarlas y contar su historia. Voces de la Ausencia.

@FridaGuerrera

fridaguerrera@gmail.com

Comments

comments

ANTERIOR

La Cavernaria 10: ¿Apuesta de cabelleras entre Último Guerrero y Máscara año 2000?

El Marro
Siguiente

El mapa del “huachicol” en México

ÚLTIMA ENTRADA

Judith

Judith y sus niñas

Judith Cruz Fierro nació el 26 de enero de 1977 en Santo Tomás de los Plátanos, Estado de México, como la tercera
chio

Justicia para Chío

Hace algunos días, por medio de mis redes sociales, estuvieron contactándome amigas de Chío, para compartir un texto sobre su feminicidio. Como
frojiMXTop

Don't Miss