Columna Rota: Así fue buscarte, Lupita de las #CalcetitasRojas

12 enero, 2018

MI NIÑA LUPITA

Por algo llegaste a mi vida. Fuiste un regalo que el destino puso en mi camino. Llegaste con hambre, con frío; llegaste careciendo amor, cariño, cosas que a tus 4 añitos no conocías.

Llegaste así, de repente. Una tarde, sin tocar la puerta, entraste a la casa y te metiste en mi corazón para quedarte siempre.

Fuiste y serás una hija para mí. Siempre seré tu papito. Ese que tal vez no tuvo la dicha de verte nacer y verte crecer, pero corrí con la dicha de que me llamaras papá y de quererte.

Perdóname porque no te pude defender cuando más necesitaste de mí. En ese momento que hubiera dado todo por tomarte de la mano y nunca soltarte; mucho menos permitir que sufrieras en la manera que te me fuiste, mi niña.

Pero, así como un día llegaste y me pediste un taco, me pediste que te diera ropita porque tenías frío; así como llegaste a mi vida.

Solo bastó con verte a los ojos y percibir el sufrimiento, la ternura y la nobleza que llevabas.  Sin que nadie te lo pidiera me llamaste “papá”.

Ahora lucharé hasta el final para que se haga justicia y nadie vuelva a sufrir lo que tú sufriste, mi niña, mi Lupita.

Siempre seré tu papito, donde quiera que estés mi niña.

-Alberto

“Calcetitas rojas”. Así le pusimos porque fue lo único que le dejaron puesto, además de una sudadera color verde agua, unas botas negras -arrojadas despectivamente junto a su cuerpo- y una cobijita de ositos colocada en la cabeza.

La dejaron ahí, en un terreno donde ahora, a casi diez meses de lo sucedido, fue ocupado por montones de tierra, como pretendiendo sepultar el terrible crimen de a quien cariñosamente llamé “mi niña”.

Aquel 18 de marzo de 2017, en mi labor de documentación cotidiana, encontré esa imagen que desgarró mi ser como madre y persona. Quienes han seguido mis transmisiones diarias de #FeminicidioEmergenciaNacional, desde el 26 de abril de 2017, recordarán que solicité datos que me llevaran a descubrir la identidad de esta pequeña, pues le faltaba rostro. El 27 de octubre logramos obtener ese primer rostro, con una imagen dolorosa que mostraba el rostro, severamente lastimado, de mi niña.

Muchos me hacían saber que era imposible, que no iba a encontrar a su familia, su identidad y mucho menos a quienes se habían atrevido a asesinarla, violarla, morderla y dejarla ahí tirada como basura.

El 1 de noviembre, luego de dar a conocer la primera columna y el rostro de la niña, Calcetitas rojas, un feminicidio donde el dolor no cede, supe que había sido “sepultada por la Fiscalía en un panteón privado”. ¡Qué bien!, pero nuevamente oculta, invisible, como si no hubiera existido, así como legalmente nunca existió.

La artista forense Rosa Alejandra Arce se unió a la necesidad de darle rostro e identidad a la niña, por lo que, el 15 de noviembre de 2017, dimos a conocer la segunda imagen.

Luego todo se convirtió en una ola: me llegaban decenas de mensajes diciéndome que tal vez era una niña vista en tal lugar; otro, de una chica que vio el cadáver de la pequeña en el Servicio Médico Forense (SEMEFO) en Nezahualcóyotl cuando buscaba a su sobrina. Después, alguien más que me decía que era muy parecida a su sobrina. A donde me llamaban acudía, en esta necesidad por conocerla.

El 25 de noviembre de 2017 recibí un mensaje vía Facebook en el que alguien me solicitaba hablar conmigo respecto a la niña, le pedí un número telefónico y llamé dos días después. Era su tía Marina. Todo ha pasado rápidamente desde entonces, ir a verlas, platicar con las dos tías que sospechaban que podría tratarse de la niña. Finalmente, estaban más que convencidas de que era ella.

El 14 de diciembre de 2017 recibí nuevamente un mensaje vía Facebook. En esta ocasión, era Alberto (un joven al que, por seguridad, le cambiamos el nombre) quien me pedía nuevamente me comunicará para hablarme de la niña. Acudí a verlo el 15 de diciembre. Una foto y un video de la niña en vida me convencieron: era ella. En esa fotografía tenía puestas las botitas que fueron dejadas cerca de su lastimado cuerpecito.

Para el 18 de diciembre todo se concretó y toda la investigación se la entregué a la Fiscalía del Estado de México.

Lo que parecía imposible

Lupita nació el 16 de enero de 2013 en Nezahualcóyotl, Estado de México, era la cuarta hija de “Monse”.

La historia de la pequeña es como la de muchas niñas en este país. Proveniente de una madre con problemas de drogadicción, en un mundo donde la pobreza y la dejadez institucional se palpan a diario sin buscar realmente la manera de atender tan grave problema, Jeremy Guadalupe, como la conocían personas cercanas a ella, no fue registrada cuando nació.

Llegó al mundo gracias a una partera, una mujer cuya labor socorre a miles de mujeres que no cuentan con un servicio de salud.

Lupita nació bajo una protección no otorgada. Mucha gente intentó hacerse cargo de ella, pero, por alguna razón, nadie lo pudo concretar.

Lupita, como el resto de los hijos de Monse, no se encontraba en un lugar fijo. Quienes intentaban ayudar eran rechazados por la madre de la niña. Sin justificarla, ni juzgarla, Monse fue educada igual por una madre que sólo buscaba satisfacción personal, sin pensar que los hijos no son animales, ni que se crían solos.

El 2 de diciembre de 2013, Monse fue detenida por robo y Lupita fue dejada en la casa de “alguien”. Más tarde fue rescatada por la familia materna y la encontraron llena de piojos, lo que la llevó a padecer pediculosis.

Durante dos años, la pequeña estuvo entre la casa de su abuela y “personas que la cuidaban”. Sin embargo, sus tías Marina y Luz, su abuela materna y personas que la conocían intentaban rescatarla, pero fue entregada a su madre el 2 de abril de 2016, cuando salió del penal.

Nuevamente, Lupita deambulaba entre calles y basureros junto a su madre en diciembre de 2016.

La niña llegó a casa de Doña Rufina (nombre ficticio para proteger su identidad) en Lago Cuitzeo, muy cerca de la vecindad donde vivía con Karla quien, según la niña, la quemaba con cigarrillos.

“Abuelita, tengo hambre” expresó Lupita al abrazar las piernas de Doña Rufina que se encontraba parada en el lavadero como acostumbra, una mujer igual de humilde que ella, pero con un corazón gigante.

Alberto la vio y escuchó, Doña Rufina es abuela del joven; la niña vestía un pantalón azul verdoso lleno de hoyos, una playera rosa, y zapatos negros. Eran aproximadamente las cinco de la tarde de ese 20 de diciembre de 2016; Alberto le dio una moneda para que comprará unas papas y su “coca”.

Lupita regresó a la casa de Doña Rufina y, desde entonces, ya no quiso irse. Durante 15 días nadie fue a buscar a la pequeña. Rufina, Alondra y Alberto quienes se convirtieron en su abuela, mamá y papá, trataron de educarla.

Lupita buscaba comida en los botes de basura para degustarla. Con lágrimas en los ojos, Doña Rufina me hace saber que escondía los botes de basura para que la niña no hurgará la mugre. Trataron de establecer horarios de comida, pero era imposible, pues la pequeña quería comer todo el tiempo. “Solo es un taco abuelita, ¿quieres taco?”, expresaba la pequeña.

Mi niña, tu niña, nuestra niña fue arrebatada de la familia de Doña Rufina y Alberto a mediados de febrero de 2017 por Monse y Pablo, su padrastro. Fueron por ella y solo le hicieron saber a Rufina que se la llevarían. “¿Yo qué podía hacer? Ella era su mamá” me hace saber Rufina.

Desde entonces nadie la volvió a ver, solo la madre de Pablo, quien el 17 de marzo acudió al DIF en Neza para hacer saber que la niña había sido severamente golpeada por Pablo y Monse. Sin embargo, a día siguiente, el 18 de marzo por la mañana encontraron su cuerpo.

Ahí estaba Lupita, Yolloxochitzin, nuestra niña, violada salvajemente, asesinada y dejada como un pedazo de nada, alguien que permaneció en el anonimato casi nueve meses.

Las autoridades poco hicieron por encontrarla o investigar quién era, solo la Fiscal Irma Millán (sí, aquella que no contestó mi intento de colaborar con ellos el 26 de abril de 2017) fue quien, orgullosa, expresó: “YO LA SEPULTÉ, LE HICE SU MISA Y NO HICE UN VIDEO PARA QUE SE SUPIERA”.

Ni Irma Millán, ni Alejandro Gómez, Fiscal de feminicidios y Fiscal General del Estado, respectivamente, ni más nadie hizo algo por saber quién era esta pequeña. Cuando Marina y Luz María fueron aquel 27 de noviembre a preguntar a la Fiscalía de Nezahualcóyotl, les hicieron saber que la niña ya había sido reclamada por sus abuelos y que ya era un caso cerrado.

“Hasta me mostraron fotos de los abuelos”, detalla Marina. Luego, cuando ya iban de salida, las increparon, cuestionándoles por qué no habían ido antes a reclamar, por qué no la buscaron antes. Ellas respondieron: “No habíamos visto nada, ni nadie nos buscó hasta que lo vimos con Frida”.

Abrazar a lupita

El vivir diario con la familia de la niña me ha dado la oportunidad de conocer el contexto en que creció, a sus dos hermanitos (que afortunadamente están con una familia que los ama y los protege) y a su hermana mayor, que está con la tía que hace todo para vencer cientos de problemas que se le presentan después de hacer la denuncia.

El 6 de enero de 2018 conocí a su hermanita, solo le llevaba un año a mi niña. Cuando la tuve frente a mí me desarmé, porque era ella… la misma cara y voz. Salió en su patín del diablo y tenía puesta un pijama a rayas rosas con azul y blanco. Cuando me vio sonrió, yo no pude más que arrodillarme ante ella y abrí mis brazos para recibirla gritando un “¡hola hermosa!”; ella me abrazó, solté un par de lágrimas y con su vocecita me dijo “Monse mató a Lupita, yo no quiero sentir feo aquí dentro, (tocándose el corazón), sólo quiero que Lupita perdone a Monse. Ella ahora está en el cielo, pero le he pedido a los reyes su muñeco Casimerito”. El muñeco llegó a casa de su hermana.

La sensación de sus brazos rodeando mi cuello, recostada en mi hombro aún permanece en mis brazos y en mi cabeza. No quería soltarla, era como abrazar a Lupita, a Yolloxochitzin, a mi niña que por meses busqué, a una niña que está muerta, que no conocí viva, pero a quien la convicción personal me llevo a encontrar luego de buscarle como aguja en un pajar.

Cuando detuvieron a Monse y Pablo, no puede más que ver el rostro de Lupita, el que por meses busqué y ahora ya tenía. Miré su rostro con lágrimas en los ojos, la vi viva, inocente.

Te dije mi niña, no podían solo dejarte ahí y no pagar por tanto dolor.

Enero 2018

 

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Twitter: @FridaGuerrera

fridaguerrera@gmail.com

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