Columna Rota: Mandy, una más que «seguro se lo buscó»

3 septiembre, 2018

Las mujeres están siendo asesinadas a diario en tu país: Amas de casa, niñas, estudiantes, médicas, veterinarias, profesoras, funcionarias, prostitutas, empleadas, desempleadas, desconocidas.

Magdalena López González nació el 29 de septiembre de 1984, era madre de un jovencito de 15 años, y de la hija de su pareja, quien desde pequeña fue abrazada arropada por Mandy, como le decían de cariño.

Era una mujer como tú, como yo, que solo estaba en esta vida intentando ser feliz, vivir y amar.

Desde el 20 de febrero de 2016 inicié con la visibilidad diaria de feminicidios en todo el país, las cuales no solo me ha dejado con decenas de noches en insomnio, sino con el sabor amargo de saber que, a ti, sí a ti, no te importan.

Decenas de mujeres regadas donde tú vives, infinidad de ellas han sido descuartizadas, sí, donde vive tú vecino. Otras tantas arrojadas a canales de aguas negras, muchas de ellas asesinadas a balazos, todas con la mirada suplicante de… ¡NO ME MATES! Esos últimos momentos donde ven su vida convertida en nada.

Mandy era hermana de Antonio, Willy, Corina, Mercedes e Hilda: era la antepenúltima de ellos. Una mujer que hoy solo es para las autoridades y sociedad en su mayoría, una más de la larga lista de la vergüenza, del dolor, de la invisibilidad, en un país donde a diario nos cuestionan, por qué no hablamos de los asesinatos de hombres.

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Lo que llevamos de este 2018, en México aproximadamente son asesinadas nueve mujeres todos los días, aunque el pasado 19 de agosto documentamos doce feminicidios en un día.

La República Mexicana es el país de la impunidad, donde hay mujeres arrojadas a la calle por sus hijos, parejas, amigos, vecinos, desconocidos. Y la única justificación que la mayoría de esta sociedad ególatra encuentra es que seguro «eran putas» o » buscaron su feminicidio por andar de cuscas»; no señores, ellas eran mujeres, y un ser o varios sin entrañas, sin madre, decidió asesinarlas.

El 1 de julio de 2016, Mandy salió a una reunión con sus amigos, muy cerca de casa, se estuvo comunicando con su hijo hasta a las 10:30 de la noche. Él preguntó:

 – “Y qué tal está” (la reunión).

Mandy contestó- “Hay muchos gays, todo bien. Te amo”. 

Él escribió- “Te amo mamá”. Mandy dejó de comunicarse.

Al día siguiente, el hijo de Mandy le hizo saber a su abuela y hermanas que su mamá no había llegado a casa, de inmediato se trasladaron al Ministerio Publico de Huixquilucan en el Estado de México.

En ese momento le hacen saber a una de las hermanas que una mujer había sido encontrada en la calle durante la madrugada: Playera vino, calcetas negras, chamarra color mostaza, sin pantalón.

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El mundo se me vino encima, supimos que era ella, por su chamarra”, me cuenta Mercedes.

Mandy salió a una reunión y cruentamente apareció violada y asesinada en la calle, el 2 de julio del mismo año, a 15 minutos de donde vivía. Han pasado más de dos años y no hay ninguna respuesta de las autoridades.

Para muchas personas cercanas a la familia fue doloroso, no así para aquellas que leyeron la nota “El cadáver semidesnudo de una mujer fue hallado en el poblado de San Bartolomé Coatepec, en Huixquilucan”.

Quienes no la conocieron en las charlas de mesa, en el chismerío de las calles donde fue encontrada, o en las redes sociales solo pudieron expresar, “seguro andaba en algo ilícito”, “si no hubiera salido no le hubieran hecho nada”, “indudablemente ella provocó a su violador y no le quedó otra al sujeto que asesinarla”.

Infinidad de comentarios que laceran, que criminalizan, que re victimizan a aquella mujer que fue dejada en medio de una calle, ultrajada, mancillada, desechada como lo que en este país para muchos somos, basura.

Mandy ya no está con su familia, las autoridades mexiquenses no han hecho mucho por dar con quien o quienes la ultimaron.

Las carpetas son muchas, los ministerios públicos, policías de investigación y dicho sea de paso algunos de ellos llenos de corrupción e indiferencia, y los pocos que sí intentan trabajar insuficientes.

Lo más grave de todo es la insensibilidad y poco interés de una fiscalía de género, la cual se encuentra acéfala, que ni le va ni le viene.

Dilcya Samantha García Espinoza de los Montero e Irma Millán Velázquez solo son archivos carpetas, que, si en su momento sus familias gritan por justicia, entonces alguna de ellas las atenderá personalmente, para olvidarse del caso más tarde y el cual solo atienden momentáneamente por evitar que los medios de comunicación sigan evidenciando su ineptitud.

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Y nuevamente le insisto a todas aquellas personas que siguen justificando a los asesinos. Ninguna mujer sale a una reunión, trabajar, a la escuela para ser asesinada. Ninguna se casa, se junta o tiene una pareja para ser destruida, o que le violen y asesinen a su pequeña hija.

Las niñas no andan seduciendo hombres para que las violen y exterminen, ninguna tiene hijos para que cuando sean adolescentes o adultos les arranquen la vida.

La familia de Mandy junto con otras muchas más está en la larga lista de la indiferencia, en la lista de espera por justicia. Una justicia inexistente, dónde muchas de ellas la imaginan como algo inalcanzable, cuando se supone que en este país todos deberíamos de tener acceso a una justicia pronta y expedita. Sí, algo irreal.

Porque en este país, que respira muerte, al que le brota sangre, ellas son mujeres, y hay una larga lista de agravios que las hacen tener que esperar, porque no son un tema prioritario ni para el gobierno que se va, ni para el que llega.

Son feminicidios y eso no importa porque al ignorarlo para ellos no existe. Solo es la imaginación colectiva de algunas personas conscientes que están hartas de seguir llorando todos los días, cada vez que una mujer es encontrada asesinada.

Porque en este miserable país de la felicidad #LosFeminicidiosNoExisten.

agosto 2018

Quieres contar una historia de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame, ayúdame a visualizarlas.

@FridaGuerrera

fridaguerrera@gmail.com

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