Columna Rota: Mariana Joselyn, el feminicidio que debe cambiar a la sociedad

17 noviembre, 2017

El tiempo barre con todo y las costumbres. Así, de cambio en cambio, paso a paso, van perdiendo las sociedades la cohesión, la identidad, quedan hechas unas colchas deshilachadas

Fernando Vallejo, escritor colombiano

 

El pasado 2 de noviembre fue un día desolado y lleno de dolor para la familia de Mariana Joselyn; desde hace 18 años, Sayra, Orlando, Mariana y su hermano se disfrazaban, salían a pedir calaverita, sonreían, disfrutaban, se amaban. Este 2 de noviembre, Sayra y su familia lo pasaron en el panteón. “¿Por qué ahora tengo que estar aquí, con mi hija enterrada, por la decisión de un nadie”?, recrimina Sayra.

Mariana Joselyn era la hija mayor de una pareja joven, Orlando y Sayra, quienes planearon su llegada y la esperaron con amor y emoción. Joss (como le decían de cariño), nació a los 8 meses de gestación, el 24 de noviembre de 1998. Según me relata su madre, era muy pequeña, pues pesó un poco más de un kilo y midió solamente 30 centímetros, por lo que estuvo un mes y medio en el hospital: “cuando la iba a ver me apretaba fuerte la mano, tenía mucha fuerza, siempre fue una guerrera”, dice Sayra.

La madre pensó que el tamaño de su familia era perfecto, pues con la llegada de un integrante más se convirtieron en cuatro personas que salían juntos a todos lados. Sin embargo, Mariana fue una niña y adolescente muy frágil de salud. A los seis años le diagnosticaron epilepsia (crisis de ausencia) y, al ser tratada oportunamente, superó el diagnostico, pero al cumplir 11 años volvieron las crisis

Mariana estudiaba la preparatoria en el COBAEM 10 en Villas de Ecatepec y quería ser veterinaria porque, además de cantar y bailar bachata, una de sus grandes pasiones eran los animales.

La vida familiar era perfecta; la gente los veía como lo que son: una gran y linda familia. Sayra me narra la forma en que cuidaban a Mariana: “creo que hasta sobreprotectores éramos, no salía a fiestas. Por el tema de su salud fue solo a dos. Yo la llevé y fui por ella; la última fue cuando iba a la secundaria, era una niña muy inocente, aunque tenía 18 años era demasiado noble, sonreía mucho, era un ser que se sabía amada, jugaba mucho con su hermano menor, toda ella era tierna”.

El 27 de julio de 2017, hacia las nueve treinta de la mañana, a la hora de desayunar Sayra le pidió a Mariana que fuera a la tienda a comprar huevo y jamón. Ella salió en pijama la tienda, a unos metros de su casa y Sayra, al notar que su hija tardaba, salió a buscarla después de 15 minutos.

“Al momento de salir a averiguar qué había pasado, un escalofrío me recorrió el cuerpo, fue como si sintiera algo. Me dirigí a la tienda a preguntar y me dicen que sí llego a hacer las compras que le había pedido; cuando el locatario de la tienda me confirma se me heló la sangre, algo no estaba bien, pregunté a la señora de la tortillería, a los locatarios de enfrente, nadie más la vio” detalla Sayra.

Desesperada, la madre se comunica con Orlando, su esposo y padre de Mariana, a quien le hace saber la situación. Llamaron a las autoridades y sus vecinos, familia, y amigos iniciaron la búsqueda inmediata, en tanto Sayra se trasladó a poner la denuncia por desaparición.

Dos locales antes de llegar a la tienda, se encontraba la carnicería “CarniCasa”, donde Sayra compraba la carne y una tortillería. Recorrieron una y mil veces los mismos pasos que Mariana; fuera de los locales pegaron cartulinas con su foto para dar con su paradero. La desesperación atrapaba a la familia, Sayra se sentía desfallecer, que las fuerzas menguaban, la esperanza se apagaba.

El 28 de julio, Sayra vio una patrulla fuera de la carnicería y se acercó a preguntar a una oficial de policía si sabían algo de su hija, a lo que la oficial responde que no, porque ellos iban a otra cosa, pues se rumoraba que dentro del local había dos cuerpos. Sayra ya no se movió del lugar. Eran aproximadamente las ocho treinta de la mañana.

Cuando los oficiales salieron de la carnicería, le hicieron saber a Sayra que se encontraba una persona que coincidía con las características físicas de Mariana; el mundo se derrumbó, se detuvo.

El caso de Mariana dio la vuelta al mundo. El terror y el horror, se apoderaban de cada habitante de Ecatepec de Morelos, considerado el quinto municipio más violento del país y el más peligroso del Estado de México. La indignación crecía en aquellos que conocieron a Mariana Joselyn y, en quienes no la conocimos, la imagen de una joven viva nos puso otra vez de frente la inseguridad y la perversión, así como a la realidad de que, en este país, asesinar mujeres es una de las cosas más sencillas porque no se investiga, porque las autoridades dejan pasar por alto el trato que deben dar a cada caso de asesinato si no ven escándalo en los medios.

Hoy, los meses han pasado y la vertiginosidad de los sucesos de terror que vivimos a diario han hecho que nos convirtamos en zombies. Hace unos días estuve con los padres de Mariana Joselyn, Sayra y Orlando, una joven pareja igual de destrozada que cada una de las familias que he tenido frente a mí.

Sayra, llena de culpas por haber mandado a la tienda a su hija, porque un enfermo la estaba cazando como a una presa, que sin contemplaciones la obligó a entrar a ese frío lugar y la violó y asesinó, sin importarle la desesperada búsqueda que se llevaba a cabo fuera del lugar, tal vez mirando por la ventana a Sayra y a los vecinos que buscaban a Mariana, quien solo salió a la tienda.

Juan de la Cruz Quintero Martínez, de 28 años, es el principal sospechoso del feminicidio de Mariana. La Fiscalía del Estado de México ofrece 500 mil pesos para quien proporcione datos reales de su paradero.

Mariana y Orlando no habían querido hablar con los medios de comunicación para no entorpecer las investigaciones, pero tomaron la decisión de hacerlo para lanzar un llamado a la sociedad que se horrorizó con el caso de su hija, pidiendo ir más allá de los encabezados de la prensa.

Orlando refiriéndose a “esto” porque no es “nadie”, porque es un “nada”, que decidió asesinar a una buena niña, alguien que recién ellos estaban formando como una buena persona, sea capturado.

“Ayúdenos, me siento culpable por ser parte de esta sociedad, porque no nos preocupamos, no decimos ‘hola, buenos días, buenas tardes’, no sabemos con quiénes convivimos. Caminamos por la calle sin fijarnos, sin observar, sin ayudar, sin colaborar; esa es la parte de la que me siento culpable. Salimos a la calle y no nos interesa lo que vemos a nuestro alrededor. Esa es mi culpa, ser parte de esta sociedad, que vamos por la calle preocupándonos por nosotros, por cuánto ganamos, por qué tenemos, por lo que no tenemos, en vez de mirarnos como personas. Esa es mi culpa, seamos diferentes como sociedad, volteemos a vernos”, dice.

Orlando, con la voz quebrada pide ayuda a la sociedad entera: “esto no es nadie, ayúdennos a encontrarlo, volteen a ver, alcen la cara, miren a su alrededor. Seguramente puede estar a su lado y ustedes no saben, porque no sabemos quién está cerca nuestro, precisamente porque nos ensimismamos en un círculo social y de ahí no salimos. Volteemos, cambiemos esta sociedad que somos para que no pasen estas cosas, aquellos crímenes que no se resuelven, por ende, vuelven a repetirse. No dejemos que pase otra vez”

La petición es muy clara y real, ayude a estos padres, que buscan no solo encontrar justicia para Mariana Joselyn, sino protegernos a usted, a mí, a nuestras jóvenes y niñas que pueden estar ya, bajo la mirada de este miserable ser.

¿Quieres contar una historia de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio? Búscame, ayúdame a visualizarlas.

@FridaGuerrera

fridaguerrera@gmail.com

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