El dolor se apoderó de nosotros desde el primer momento que la vimos, ahí en medio de ese llano, llena de tierra, de dolor y abrazada por la dejadez social. Llevaba calcetas rojas, una sudadera verde agua, la cobija blanca con ositos amarillos y azules.
Era 18 de marzo de 2017, ese día me llegó la noticia como otras más que a diario documento. Nos cimbraste el corazón y la conciencia desde ese instante.
Al mes, nos dolió más saber que nadie había reclamado tu cuerpo mancillado, que nadie te extrañaba, que a nadie le dolías. Que no existía un ser que te reclamará.
Decidimos Daniel y yo hacerte nuestra, adoptarte así, basurificada, cosificada, asesinada. Desde ese 20 de abril de 2017, te nombramos nuestra beba, nuestra calcetitas rojas.
Todos los días y durante siete largos meses pedimos, por medio de mi transmisión de #FeminicidioEmergenciaNacional, que un alma generosa nos ayudará a obtener una foto de tu carita y así realizar un dibujo de tu rostro para dar con tu nombre, familia, y asesinos.
Fue en septiembre de ese mismo año que alguien se tocó el corazón o tal vez nos tuvo lástima, sí, así como esa que todo aquel que te vio sentía por ti, pero que en realidad no hizo nada por ayudarte.
La historia la conocieron muchos cuando los medios de comunicación voltearon a vernos, a ti y a nosotros, para dar a conocer tu rostro, ese primer dibujo creado por una joven mujer llamada Esther y que siempre prefirió el anonimato.
El 1 de noviembre supimos que estabas sepultada en una tumba privada, en un panteón que yo jamás habría podido pagarte. Luego de casi ocho meses encontramos el lugar gracias a una buena colega periodista.
A principios de noviembre nació tu rostro real hecho a lápiz por Alejandra Arce, quien se acercó a Marcia, una de las administradoras de Siguiendo Tus Huellas.
Ale, con todo el amor y profesionalismo, realizó esa carita, y luego de que los medios nuevamente nos ayudaran, llegó Marina, tu tía.
Creo que es la única mujer de tu familia que intentaba hacer algo por rescatarte de esa mujer, de esa que te dio la vida y también te la arrebató.
Te identificaron. Sí eras tú, la niña arrojada como basura, la niña que pocos amaron de verdad, la niña que era moneda de cambio para tu madre, tu padrastro, tu abuela, el vecino, el conocido, el basurero, todo aquel que podía sacar algo de ti en beneficio solo de ellos.
El 14 de diciembre, luego de pensar cómo iba a entregar la investigación a la Fiscalía del Estado de México -que en aquel momento no hizo más que sepultarte en una tumba digna y no en una fosa común-, llegó una foto junto con un mensaje: “Ella se llama Lupe, y estuvo en casa de mi madre de diciembre de 2016 a febrero de 2017, cuando su madre y padrastro se la llevaron”.
Me alarmé y me cimbré. Tus tías no tenían una foto reciente tuya solo cuando eras bebé. Y ahí estabas, con tus botitas negras, esas que dejaron en aquel sórdido lugar, una de ellas en medio de tu vagina, como despreciándote, como si no hubiera sido suficiente todo lo que a tu corta edad ya habías sufrido.
Al siguiente día conocimos a Lalo, “tu papá” a quien durante dos meses decidiste llamarlo así, aquel que, junto con su abuela, solo quisieron ayudarte y que Yadira, tu madre, no los dejó. Entregué a la fiscalía todo: tu foto, la investigación, el video dónde decías tu nombre, el último vestigio de ti viva.
Hoy es 4 de septiembre de 2019 y desde ayer tuve nuevamente a Pablo, tu padrastro, y a Yadira, tu madre, frente a mis ojos. Su furia no dejó de ser visible, los estaban condenando a 88 años de prisión, ¡puf! Casi toda su vida.
Yadira Medina Pichardo y Pablo Rodríguez Escamilla fueron condenados a 88 años de prisión, luego de que el Agente del MP acreditó su participación en el fallecimiento de una menor de 4 años, cuyo cuerpo fue localizado en #Nezahualcóyotl. pic.twitter.com/LeoKYN8QRM
— Alejandro J. Gómez (@FiscalEdomex) September 5, 2019
Y lo más importante, serás registrada -porque así lo ordenó el juez- como Guadalupe Medina Pichardo. Así te llamas, ya no eres más #CalcetitasRojas, ahora ya tendrás tu nombre, aunque eso no te devolverá a la vida.
Al escuchar la sentencia ese 3 de septiembre mi cara no dejó de sonreír, de mostrarle a Pablo, con todo y sus miradas intimidantes, que a Daniel y a mí sí nos importaste. Que, si en vida nadie hizo por ti, ellos pagarían por tu feminicidio, porque así lo condenó el juez.
Ellos recordarán y sufrirán en cada segundo de los 88 años, 2777068800 veces ellos pensarán en ti, en cada lágrima, en cada grito de terror, de dolor, de tu no comprender, de no conocer el amor, de no saber quiénes eran los Reyes Magos, porque nunca nadie te amo, solo Lalo y su abuelita.
Hoy, princesa, llegó la justicia, hoy tu sonrisa llenó aquella sala nuevamente, tu voz retumbó en todo el país y fuera de él.
No, no merecías ser asesinada. Merecías alguien que te amara, no te conocimos y jamás lo haremos, pero sé que en alguna parte tú estarás para recibirme con un abrazo cálido, que te colgaras a nuestro cuello, tal como hoy lo hizo tu hermana.
Hoy cambiaste la vida de dos de tus hermanos porque contarán con becas para estudiar hasta la universidad. Hoy, mi niña, tienes que irte porque hoy se hizo justicia para ti.
Te dejo las palabras de quién fungió como tu padre, cargando tu dibujo, buscando en cada rincón de Nezahualcóyotl, en noches, madrugadas, días, hasta que encontramos quién eras.
La sociedad no ha aprendido a llamarte por tu nombre. Será porque nunca lo tuviste (nunca te registraron), legalmente no existías, no le importaste a nadie, ni a tus padres. Te tiraron como un desecho después de usarte y saciar el instinto bestial de alguien que mordió tu piel tierna y golpeó todo tu cuerpo pequeño y frágil hasta dejarte sin vida.
Toda tu vida sufriste maltrato y desprecio; a nadie le importabas, solamente cuando alguien te quería usar hasta como cenicero, saciarse o demostrar su poder sobre tu inocencia. Poder sin escrúpulos que engrandece su alma podrida y mezquina, llena de maldad y rencor, y que al ver un ser indefenso, volcar toda esa inmundicia.
Ahora, después de saber tu nombre, seguías siendo “Calcetitas rojas”, la niña maltratada, vejada, violada, mordida, despreciada, minimizada por quienes tienen poder y que lo usan para satisfacerse de ti, de tu inocencia… de tu feminicidio.
“Calcetitas rojas”, tú representas a la niñez mexicana que no le importa a nadie, ni a sus padres, ni al gobierno, ni a la sociedad, y que te siguen usando para satisfacer su instinto de poder y mezquindad.
Nacida del amor por ti, brotaste del dolor de una mujer, Frida, que te amó sin conocerte, sin saber quién eras, pero que naciste y floreciste de ese sentimiento, de ese dolor que nadie comprende. Eres flor que embellece el dolor.
Lupita… ¡no! Lupe, así te llamabas, así decidiste llamarte. Lupe, la niña donde convergen las otras. Lupe, el nombre que le diste a Lalo, a quien le dabas la mano semidormida cuando llegaba para darle la bienvenida, el único hombre que te amo, que te cuidó, que te vistió, que le importaste, el que no se aprovechó de ti, el que no te maltrató, quien quiso cuidarte.
Pero tus “padres” no lo permitieron y te siguen arrancando de tu hogar, para asesinarte y exhibirte nuevamente…para dejarte tirada y llena de polvo en un terreno baldío…en una pantalla fría.
¡Lupe! La niñez olvidada, violada, maltratada, despreciada e ignorada por todos. Lupe, la niña que buscaba ser feliz y no se lo permitieron.
Lupe tiene más nombres: Camila, Evelyn, Lupita, Dulce, Alessandra, Loreto, Ángeles, Natalie, Amely, María Elena Saavedra Barrera, Jennifer, Grecia, María Del Carmen, Johana Elizabeth, Memffis, Valentina, Valeria, Kenia, Rubí y…”Calcetitas rojas”.
Gracias a cada uno de los que siguieron la búsqueda cuando no tenía rostro, gracias a la Fiscalía que al final nos ayudó a darle justicia, gracias Marina por no vencerte nunca, gracias a Marcia, a Siguiendo Tus Huellas, Ale Arce, a mi querido Rich por creerme, a Lalo y Doña Rosa por amarla, a los medios que nos ayudaron al final a darle rostro y voz, a Daniela su abogada, a cada uno y una que se unieron a compartir su imagen, su historia, gracias al Comandante Rueda, a Dylcia.
Pero antes que nadie a Daniel mi compañero de vida por adoptar juntos a nuestra beba, a nuestra Lupe.
Septiembre 2019
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