Diana Mariela Sánchez VelascoHoy en día el feminismo sigue siendo un movimiento que mantiene una presencia importante tanto en Latinoamérica como el mundo en general.
Históricamente ha logrado influir y posicionarse en muchas áreas de la sociedad, por lo que se han desarrollado diferentes corrientes que, a partir de los ideales tradicionales, tratan de interpretar y/o explicar diferentes fenómenos o situaciones; entre ellas el llamado “ecofeminismo”.
Al paso de los años, hemos visto una clara división del trabajo enfocada al género, donde a los hombres se les asignaron ciertas tareas que las mujeres no podían, o más bien, no debían hacer, y aunado a ello muchas veces las mujeres realizaban trabajos arduos que no eran reconocidos o que pasaban como invisibles a los ojos del mundo.
Se trataba del dominio de un género sobre el otro, lo que bien puede ser interpretado con la naturaleza donde el ser humano la domina y la explota.
Y precisamente de este planteamiento surge el ecofeminismo, buscando cambiar esta idea destructiva de la naturaleza para, en su lugar, habitar un mundo más pacífico, justo y sobretodo, respetuoso con lo natural.
Al respecto, la activista española Yayo Herrero habla sobre estar muy conscientes de la vida humana, es esta no es una certeza, sino una posibilidad y que, si queremos que esa posibilidad se vuelva certeza, es necesario trabajarla y sostenerla, pero ¿qué quiere decir esto exactamente?
No se puede concebir la idea de producir ilimitadamente cuando la naturaleza no proporciona recursos ilimitados, además la producción no tiene que ser meramente económica, ya que, para que esta se produzca, se requieren otros procesos que están vinculados a la naturaleza, al extractivismo y a los ciclos naturales.
De allí la importancia de proteger la diversidad y la integridad del entorno natural, donde las mujeres juegan un papel esencial. Aunque con ello no se busca menospreciar el papel del hombre, porque, por el contrario, ve posible la sustentabilidad de la naturaleza a través de la cooperación tanto de mujeres como de hombres.
Básicamente lo que se busca es redefinir las visiones que se tienen con relación al cuidado del medio ambiente, haciendo ver que no se trata de un trabajo que corresponda a un determinado grupo de personas; los conocimientos de las mujeres, muchas veces adquiridos por la experiencia y transmitidos de generación en generación, son esenciales, pero tienen que ser complementados con los de los hombres (y viceversa). Se trata de un trabajo en equipo.
En América Latina ha constituido un movimiento relativamente reciente con un enfoque más de tipo comunitario y si bien formalmente no se autonombran ecofeminismo, en la práctica sí lo son.
Podría decirse que siguen, en gran medida, la filosofía de la activista Vandana Shiva, que habla sobre la creación de espacios de diversidad, igualdad y autonomía que de cierta forma permitan destruir los dualismos jerárquicos que existen en la sociedad, es decir, las divisiones que culturalmente se han creado y que no permiten la existencia de una sociedad ecológicamente sostenible (la separación entre lo público y lo privado, las constantes diferencias entre hombres y mujeres, etc.).
Actualmente existen diversos grupos y organizaciones que, directa e indirectamente, se han dedicado a defender estos ideales, entre ellos la Red Latinoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Sociales y Ambientales, una organización que protege a las mujeres en los contextos donde se desarrolla el extractivismo minero, particularmente en Uruguay, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y El Salvador.
Todo esto deja en claro que las mujeres han logrado una mayor visibilidad en diferentes espacios.
El ecofeminismo es una forma en la que se interpreta la realidad actual, pero podría funcionar para la implementación de políticas públicas que reconozcan la diversidad, la cultura, los saberes tradicionales, el trabajo colectivo y sobre todo, la importancia del cuidado del medio ambiente.
