Superhéroe: del dios al hombre

21 marzo, 2017

Desde que la humanidad existe como tal, el hombre ha buscado creer en seres superiores a él para poder explicar eventos inexplicables, pero sobre todo para ser protegido y sentirse esperanzado. A través de los dioses y semi-dioses, las civilizaciones lo han hecho, lo hacen y lo seguirán haciendo.

Estos son importantes para la gente, los hemos necesitado desde que se escribió la Biblia, el Corán, el Chilambalam o la Ilíada y la Odisea, éstas dos últimas con un punto en común: el héroe, esa figura dotada de superpoderes que a lo largo de los siglos ha llegado hasta nosotros con diferentes formas y colores, pero con un mismo fondo.

El superhéroe, definido como un personaje de ficción con poderes sobrehumanos, acertado, inmortal y con un hambre de aventura, siempre ha existido. Hasta cierto punto, los héroes mitológicos griegos y romanos son los primeros en su tipo.

¿Cualquier persona puede ser un superhéroe?, esa es la premisa planteada por Mark Millar y John Romita Jr. en el cómic Kick Ass, donde Dave Lizewski, un estudiante neoyorquino, quien, motivado por su fascinación a las historietas, decide convertirse en un superhéroe real.

Quizá la pregunta suene testaruda para quien tenga una pizca de raciocinio, sin embargo, el cuestionamiento podría seguir en el aire. 

Desde Ulises hasta Superman o de Aquiles al Caballero Oscuro, la necesidad de buscar a una deidad tangible que nunca llega, puede ser el primer paso para entender la creación de los superhumanos: Dios en la tierra hecho hombre, el incorruptible combatiendo al villano, a lo moral y éticamente incorrecto.

Del modo psicoanalítico es la eterna lucha del ello (el villano), la reserva libidinal y agresiva guiada por el principio del placer para llegar a la satisfacción inmediata de los instintos; y el súper-yo (el héroe), la asimilación de los patrones morales regidos por la sociedad, aquel que aprueba o rechaza los actos, impulsos y pensamientos.

En contraparte y en el mundo real, los héroes son vistos en aquellos uniformados quienes hacen su trabajo: los policías, ya sea arrestando al capo criminal más buscado del mundo o dirigiendo el transito; los bomberos, apagando incendios y bajando gatitos de los árboles; los soldados, luchando por la libertad y soberanía de su país o recogiendo los desastres de algún evento natural; y los doctores, aquellos que realizan operaciones a corazón abierto y recetan para sobrevivir al resfriado. Asimismo, el valiente, escaso y espontáneo anónimo, quien sin deberla ni temerla, mete las manos en lo que no le corresponde para hacer del bien, es éste el más alabado.

No todos pueden serlo, pues para convertirte en uno habría que ser un alienígena sin hogar, un millonario huérfano o una princesa de las amazonas, pero quizá cualquiera que salga y se enfrene a esta vida, puede ser llamado héroe. Pues como dice la vieja canción de David Bowie, «podemos ser héroes, sólo por un día».

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