«La violencia es el último recurso del incompetente»
-Isaac Asimov
Mirna Alejandra García Pérez tenía 22 años cuando inició un flirteo con Juan Antonio Gutiérrez Pesqueda, de entonces 18. Mensajes de texto y coqueteos normales entre dos jóvenes que iniciaron una relación de amigos, no hubo amor, simplemente una noche pasó lo que tenía que pasar; lo que sin condena pasa entre un hombre y una mujer.
Semanas más tarde; Alejandra le hizo saber a Juan Antonio, a quien llamaba Larry, que estaba embarazada, él le dijo que sí, sin problema se hacía cargo, sólo le pidió se hiciera una prueba de ADN para asegurar su paternidad.
Alejandra desapareció de su vida durante todo el embarazo; a los quince días de nacida la pequeña Kenia Naomi, Alejandra, regresó a buscar a Larry, le pidió pañales y leche, Larry consiguió dinero aún no trabajaba, pero le consiguió las cosas.
Ahí estaba aquella pequeña bebé, cuando la vio los ojos se le llenaron de emoción; Larry se recuerda como un papá “culeco”, enamorado de su pequeña. Estar cerca de ella lo emocionaba, se la llevó a presentar a sus abuelos, quienes también se enamoraron de ese hermoso ser.
Tenía ojos expresivos, su piel color canela, una sonrisa amplía desde que era muy pequeña; era una princesa, una niña que inmensamente amada por su familia paterna.
Al mes y medio de nacida Kenia fue dejada en casa de su papá, Alejandra pidió que se la quedará Larry en lo que ella la llevaba a la guardería.
Y así, durante dos años, Kenia vivió con sus abuelos y su papá, su mamá la veía de vez en cuando.
La niña era feliz, ¿por qué tendría que ser infeliz una bebé, un ser que ni siquiera ha tenido un mal pensamiento, una pequeña que era cuidada y amada?
Kenia Naomi Gutiérrez García, nació el 22 de mayo de 2015; sí, no nació en medio de una relación amorosa de pareja, pero era amada y aceptada. La historia en esta lamentable narración no es sobre Alejandra, es sobre Kenia.
Después de que Alejandra, ahora de 25 años, se dio cuenta que Larry, de 21, tenía una pareja, acudió a la casa de los abuelos de Kenia y se llevó a la niña; advirtiéndole a Larry que, o le daba dinero o no la vería; la niña se convirtió en botín.
Larry no supo de Kenia por quince días, fue entonces que su hermano se contactó con Alejandra para hacerle de su conocimiento que sus padres (los abuelos paternos de Kenia), estaban muy mal por no saber de la pequeña.
La madre accedió, cuando la vieron se dieron cuenta de que algo no estaba bien en ella, la niña dejó de sonreír, tenía miedo y se mostraba desconfiada, cuando Larry cuestionó a Alejandra, esta le hizo saber que así era la niña, le descubrieron moretones en una pierna. La joven madre argumentó que se había caído de la cama, que se pegaba solita…
Larry no creyó en eso, durante dos años vivió con ellos y jamás observo ese comportamiento en la niña, Alejandra ya tenía una nueva pareja; Abel Alejandro Hernández Contreras. El saber a su hija con alguien que no conocía, le generó desconfianza a Larry, habló con su familia y pondrían una denuncia; ya no pudo ser.
Kenia ingresó el pasado 7 de septiembre de 2017 de emergencia al Hospital Civil «Dr. Juan I. Menchaca», en Guadalajara, Jalisco, con graves lesiones en el cuerpo, especialmente en la cabeza, presentaba una fractura de cráneo, estaba entubada y reportada como muy grave, la última vez que Larry habló con ella, le preguntó si quería ir a McDonald’s, la niña dijo “Chi, papi”; esas fueron las últimas palabras que escuchó de su nena, de su princesa, de su otra mitad.
El 8 de septiembre, a pesar del esfuerzo médico la pequeña Kenny, como la llama cariñosamente la familia, dejó de respirar, fue demasiado sufrimiento el que le dieron a su pequeño cuerpo.
Alejandra y Abel Alejandro, su nueva pareja, llevaron a la niña al hospital; argumentando que se había caído de la cama; cuando los tíos de Larry acudieron por el cuerpo de la niña, supieron que la necropsia arrojó que la pequeña tenía signos recientes de ser maltratada: quemaduras de cigarrillos y diversos golpes.
En Facebook fui etiquetada por una amiga de la familia con los rostros de la pequeña Kenia, Mirna Alejandra y Abel Alejandro, quien es acusado por la familia de haber asesinado a la niña en complicidad con su madre; y que por cierto se encuentran ilocalizables desde el 9 de septiembre, un día después de la muerte de la menor.
El 12 de septiembre de 2017, después de comentar que quería hablar con alguien de la familia de la niña, Larry me escribió diciéndome “soy el papá de la niña”.
La voz que escuche del otro lado de la línea no me dejaba abrigar más que el dolor que estaba sintiendo un joven de 21 años que perdió de la manera más brutal a su hija, Larry tiene ese enorme sentimiento de culpabilidad que la mayoría de los padres de niñas y mujeres víctimas de feminicidio poseen, se recrimina, el no haberla rescatado a tiempo, el no haberle dado todo el dinero que exigía Alejandra para dejarle ver a Kenia, tal vez eso la habría salvado.
La despidió con un globo plateado acompañando el frío y diminuto ataúd blanco que abrazaba el cuerpo inerte de la hermosa niña de los ojos hermosos y sonrisa eterna, esa sonrisa que le fue borrada por un sujeto con poder y permiso para hacerlo, le cantó, le lloró el pasado 9 de septiembre; para enjugar sus lágrimas y firme buscar justicia por Kenny, porque no merecía lo que le pasó, dentro de la culpa; Larry nuevamente se reclama, ¿por qué no luchó más por ella?
Las palabras no dejan de fluir en mi mente; cierro los ojos y regreso a ese momento en que fui madre, la alegría desbordada en lágrimas, al ver al pequeño ser que acaba de salir de mi cuerpo, quien vivió y respiro de mí nueve meses, a quien enseñé a caminar, a pintar, a pensar, recuerdo alguna vez que lo vi llorar desconsoladamente porque pensó que me había ido sin él; ese llanto tan doloroso acompaña mi mente después de 22 años; recuerdo la culpa que sentí por haber provocado ese miedo al no verme.
Entonces trato de ir a ese momento en casa de Alejandra, imaginó el llanto de Kenia, la sorpresa en su carita, al no entender qué sucedía, ¿por qué la golpeaban?, ¿por qué mamá no hacía nada por evitarle ese dolor?
A los dos años, los niños están experimentando el mundo, conociendo, entendiendo que son parte de él, para Kenny todo cambió en julio de este año, cuando la alejaron de sus abuelos paternos, cuando fue quemada con cigarrillos, cuando fue cobardemente asesinada a golpes, cuando pasó sus últimos momentos inconsciente, dejando caer su cuerpo al no soportar la tortura y el dolor.
Kenia tendría que estar en este momento en su cama, con una madre amorosa leyéndole un cuento para dormir, o con su papá viéndole a los ojos como solía hacerlo, o tomando su mejilla, o dándole un beso.
Kenny no fue “nota roja”, su muerte paso desapercibida para los medios en Jalisco, no fue un gran escándalo, a nivel nacional, a nadie, solo a quien la conoció, le importó que la vida le fuera arrebatada a golpes, la información “importante” es otra, sí esa que le dice que aunque sumido en la miseria humana; México está avanzando.
Las palabras nuevamente se agolpan, las preguntas ¿por qué?, ¿quién puede generar tanto terror en un ser indefenso?, ¿qué puede provocar la ira de un hombre para que dañe a una pequeña de tan solo dos años?, ¿qué poder le da verla ante él, lastimada, humillada? ¿acaso lo hace sentir más hombre?, ¡¿o se siente omnipotente al arrebatarle la vida a una niña?!
No sé, no hay respuesta, tal vez esa solamente la tenga Maquiavelo.
Kenny merece justicia; su padre la está buscando para ella; la ley debe dársela y las autoridades deben atrapar a los presuntos responsables y darle un poco de dignidad a quien solo le fue permitido estar 26 meses en este mundo.
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@FridaGuerrera
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