Rodrigo GutiérrezUniendo las dos manos Enrique Peña Nieto intentó formar un corazón para aquellos mexicanos que habían asistido a la Plaza de la Constitución a presenciar su último “Grito de Independencia” como presidente de México. Pero no le salió.
El intento fallido del presidente es el reflejo de lo que ha sido prácticamente todo su sexenio: nada salió bien.
Comenzando su mandato, el mundo entero lo vio como el reformador, aquel quien salvaría México como le dedicó la revista Time una de sus portadas.
Pero durante su segundo año como mandatario, como dice la canción, todo se derrumbó: Escandalo tras escándalo, la administración de Peña Nieto quedó sepultada.
Aun así, a unas cuantas semanas de dejar el cargo, el presidente se vio feliz, reluciente, confiado y hasta cariñoso la noche del 15 de septiembre.
Y no sólo ese día, desde varias semanas antes, el presidente ha contestado algunos de los comentarios que usuarios dejan en las cuentas oficiales, e incluso, Peña Nieto respondió preguntas de la gente en Instagram.
Pero ¿a qué se debió esta actitud relajada de Peña Nieto?, ¿a qué, ahora sí, el Zócalo estaba lleno?, no lo creo.
¿Acaso se debe a que deja un mejor México que hace seis años, como dijo en la entrega del Sexto Informe de Gobierno y que el presidente electo Andrés Manuel López Obrador confirmó?, tampoco lo creo.
¿A que él y sus colaboradores serán beneficiados del “borrón y cuenta nueva” del gobierno próximo?, podría ser, pero no.
¿Entonces?, la respuesta parece más simple: porque ya se va.
Todas las presiones que significan ser Presidente de la República ya no caerán sobre él, sino sobre su sucesor.
Incluso, parece que desde el 2 de julio las exigencias son únicamente para López Obrador.
Y quién no estaría feliz y despreocupado, cuando 53 millones de pobres, más de 200 mil muertos, 40 mil desaparecidos y mil 306 fosas clandestinas, ya no son tu problema.
No, ya no son más problema de Enrique Peña Nieto, pero eso sí… es su legado.
