Dicen las malas lenguas que Estados Unidos y Corea del Norte están a un empujón de entrar en guerra. Dicen las malas lenguas que Rusia e Irán responderían a cualquier agresión estadounidense en Siria. Dicen las malas lenguas que nuestro vecino del norte busca convertirse nuevamente en la policía del mundo, ésa que imparte y reparte justicia entre todos los gobiernos del orbe. Y sobre todo, dicen las malas lenguas que estamos en los albores de la Tercera Guerra Mundial. Pero, ¿lo estamos?
Desde que terminó la Guerra Fría, por allá en el lejano inicio de la década de 1990, hemos estado a escasos segundos del inicio del conflicto bélico que terminaría por exterminar a buena parte de la humanidad y nos haría combatir la cuarta edición con palos y flechas. Casi todos los grandes conflictos durante estas dos décadas y media han tenido la particularidad de que los medios los han cubierto con detalle, situación que no había ocurrido con anterioridad.
Esto ha hecho que un conflicto regional tome cariz internacional y que una situación nacional –en la que lamentablemente sí pierden la vida miles y miles de personas– sea motivo de pláticas y discusiones en lejanos continentes. Hasta cierto punto, ante el avasallamiento de los medios, se pierde la perspectiva sobre la relevancia real de los eventos en el mundo.
Con esto no quiero decir que una situación como el auge –y actual decadencia– del Estado Islámico no tenga importancia; ¡la tiene, miles de personas han muerto bajo sus políticas extremistas y millones han tenido que emigrar para huir del terror! En cambio, lo que sucede es que el Estado Islámico, como Al-Qaeda antes de ellos o Boko Haram, o cualquier grupo extremista que aparezca en el futuro, jamás tendrá una presencia global real. Ellos, por más que lo busquen, no edificarán un califato, ni serán la chispa que cause el inicio de la Tercera Guerra Mundial. Son, ante todo, un fenómeno muy mortal pero también con una fecha de expiración y ésta ya casi llega.
El conflicto en Siria es otro cantar. La balanza de poderes que mantiene todavía en la silla presidencial a Bashar al-Assad es muy interesante. A ningún gobierno le conviene que la guerra civil en este país continúe, pero no han logrado llegar a un acuerdo sobre cómo terminarla debido a que Rusia e Irán quieren mantener al actual presidente, mientras que Estados Unidos y la Unión Europea quieren una transición. Los intereses mandan y mientras no encuentren una solución mágica, la incertidumbre persistirá en este país. Y gracias a que los intereses mandan, ninguno de los dos frentes entrará en guerra con el otro. No conviene extrapolar este conflicto más allá de las fronteras sirias. Es, hasta cierto punto, una nueva Guerra Fría.
Otro punto en la agenda es el conflicto entre Corea del Norte y Estados Unidos. Éste es el más espinoso porque las personalidades de los líderes de ambos países son peculiares y egocéntricas. Hemos visto que tanto Trump como Jong-un son dados a tomar decisiones sin meditar en las consecuencias, aparentemente. Aun así, es poco probable que estalle una guerra. Estados Unidos sabe que un conflicto con este pequeño país podría salirle costosísimo a nivel económico y social, y el gobierno norcoreano sabe que, eventualmente, este hipotético evento bélico sería su perdición. Por lo que, mientras tanto, seguirán siendo perros que ladren mucho.
Y por último, una pregunta técnica para todos aquellos que dicen que la Tercera Guerra Mundial es eminente: desde que terminó la Segunda, en 1945, ¿cuántos meses ha habido paz permanente y total en el mundo, cuántos días? Cada año, en alguna parte de nuestro planeta, ha existido algún conflicto, ya sea independentista, revolucionario, contrarrevolucionario, dictatorial, de invasión, de liberación, militar o civil. Estamos en un permanente estado bélico, con ocasionales lapsos de paz. Muy ocasionales.