Vivir en Venezuela (Parte III)

19 abril, 2019

En los últimos 20 años, Venezuela ha estado bajo la sombra del gobierno Bolivariano impuesto por el entonces presidente Hugo Chávez Frías y continuado por el actual régimen de Nicolás Maduro. Esta revolución intentaba cambiar por completo el panorama del país dirigiéndolo a crear un sistema político propio y lograr un nuevo socialismo.

Lo que representaba una nueva luz para el pueblo; otorgándoles participación, autonomía, progreso y lucha encarnecida contra la corrupción y pobreza; se convirtió en un régimen de terror que actualmente convierten a Venezuela en una dictadura de opresión y silencio, llena de hambre, sed, enfermedad, así como demás carencias básicas.

En FrojiMx recopilamos una serie de testimonio de jóvenes venezolanos, quienes nos cuentan cómo es la vida diaria en este país sudamericano, esta es la tercera de cuatro partes. 

Crónicas venezolanas: “Black-Out” 

“Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él a mandarlo, de donde se originan la usurpación y la tiranía”

                                                                                                                                                      Simón Bolívar.

Nuestro libertador siempre fue increíblemente sabio en sus palabras y, es por ello, que inicio mi narrativa de esta manera.

Venezuela ha permanecido durante 20 años bajo el mandato del mismo círculo de individuos y gradualmente hemos sufrido las consecuencias de esa decisión tomada aquél fatídico domingo 6 de diciembre de 1998.

Todo lo que hemos vivido en estas dos décadas ha sido como un fotograma de película trágica que cada vez que avanza se vuelve más lúgubre, oscura, y me atrevo a decir, hasta cínica. Los venezolanos creíamos haber tocado fondo con la situación socio-económica en la que nos encontramos, las constantes fallas en los servicios públicos, las altos índices de delincuencia, la represión y la censura, pero creo que hasta el día de hoy, nada se compara con lo vivido desde el pasado jueves, 7 de marzo del 2019.

Lo que parecía una falla eléctrica cotidiana se convirtió en una verdadera pesadilla de más de 72 horas seguidas.

Foto: EFE

Recuerdo que acababa de regresar a casa de haberme realizado un examen de la vista, y me disponía a comenzar a trabajar, pero no alcancé ni a sentarme frente al escritorio cuando ya había fallado el servicio eléctrico. En el momento no me alarmé, simplemente me dispuse a desconectar todos mis dispositivos eléctricos para evitar alguna pérdida al momento en que regresara la luz, pero jamás imaginé lo que estaba a punto de vivir.

Pasaron un par de horas las cuales pasé leyendo un libro, pero luego de leer seis capítulos seguidos me percaté que aún no se restablecía el servicio y ya comenzaba a oscurecer.

Aprovechando la batería en mi celular, intenté verificar el motivo de la falla en Twitter, como lo hago habitualmente, entrando en la cuenta de CORPOELEC, (la empresa estatal proveedora de electricidad en Venezuela), pero para mi sorpresa, no logré revisar ninguna noticia; nada cargaba en el Timeline, tampoco podía visualizar las tendencias, ni buscando los hashtag #SinLuz #Apagon, simplemente era como si estuviese sin conexión, pero tenía mi señal 4G LTE completa.

Comencé a contactar a algunos amigos para conocer su situación, mi sorpresa fue que se trataba de un apagón a nivel nacional, 23 estados de Venezuela se encontraban sin servicio eléctrico, todos al mismo tiempo, algo que jamás había pasado.


Foto: EFE

En Venezuela estamos acostumbrados a vivir apagones que pueden durar incluso 24 horas, al menos en el Distrito Capital, pero nunca antes se había visto que prácticamente todo el territorio nacional al mismo tiempo estuviese sin el servicio eléctrico, eso definitivamente me alarmó.

Muy pocos de mis amigos tenían acceso al Twitter, al igual que yo, y quienes lo tenían no encontraban más información que el comunicado difundido por el Gobierno, sobre que la falla sería solventada durante las próximas cuatro horas.

Generalmente, cuando se presenta algún tipo de falla en cualquier servicio público, se demora el doble del tiempo que las autoridades anuncian, por lo tanto, supuse que la luz regresaría en la madrugada del viernes, así que me dispuse a dormir para que el tiempo pasara rápido.

A la 1:30 am me despertó el sonido del ventilador, ¡había regresado la luz! Tal y como lo había pensado, aproveché de conectar mi celular al cargador y encender el Wi-Fi para revisar las noticias y contactar a mis amigos tanto los que se encontraban en Venezuela,  como fuera del país.

Sin embargo, mi tranquilidad no duró demasiado tiempo, pasados unos 10 minutos, volvió a fallar la electricidad, pero como dicen, la esperanza es lo último que se pierde ¿no? Volví a dejar todo a un lado para retomar el sueño, confiando en que ya estaría resuelto en la mañana, tristemente no fue así.


Foto: EFE

La luz no regresó en la mañana, sentía los inicios de la impaciencia, intenté mantenerme calmada, pero eso no me duró por mucho tiempo cuando me percaté que el servicio de telefonía local estaba muerto, por lo que ya no tenía Internet.

Aún poseía 40% de batería en mi celular debido a las maromas que había hecho para mantenerlo vivo durante la tarde del jueves, así que me dispuse a utilizar los datos de Internet que tenía en la telefonía móvil para buscar noticias e información, pero, al encender el celular mi señal también estaba caída.

En vista del panorama que tenía frente a mí, decidí salir a observar los alrededores, conversar con los vecinos, confirmar si había alguien más en mi situación. La mayoría de mis vecinos se encontraban en las áreas verdes de mis residencias, todos se encontraban incomunicados tanto de las noticias como de sus familiares y amigos, la única información que teníamos eran rumores.

En plena Era Digital, donde todos devoramos información constantemente, sumirte en un estado tal de desinformación es dejarte a ciegas completamente, aislado, y además, ¿en completa oscuridad? Es casi igual que estar preso.


Foto: EFE

Pero, no todo estaba perdido, decidí que invertiría el 40% de batería que tenía en escuchar la radio. Los primeros minutos fueron decepcionantes, todas las emisoras disponibles estaban alineadas con el gobierno y sólo hablaban de un ‘’saboteo al servicio eléctrico’’, afirmando que ya el 70% del país había recuperado la luz, pero esa no era la realidad.  

Afortunadamente, luego de un rato de escuchar minuciosamente cada emisora, encontré dos estaciones las cuales rápidamente pude determinar eran imparciales.

Durante toda la noche del viernes, las emisoras La Mega y Circuito Onda realizaron un trabajo excepcional informando la situación que se estaba viviendo en Venezuela. Gracias a ellas, pude conocer con mayor exactitud sobre el problema tan grave en el que nos encontrábamos, puesto que, la mayoría de los estados aún, luego de 27 horas, se encontraban sin el servicio eléctrico, muchos sin haberlo recuperado ni por un sólo minuto.

Pude conocer la devastadora cifra de muertes que ya se tenía a 27 horas de ausencia del servicio eléctrico: 37 personas, para ese momento, eran los fallecidos en los hospitales, varios de estos neonatos. No podía dejar de sentir indignación, las lágrimas bajaban por mis mejillas, mientras escuchaba algunos de los testimonios de los familiares de las víctimas que narraban los locutores.


Foto: EFE

Toda esa información, era demasiado para digerir en tan pocos minutos, más sin tener con quien compartirla. Esa noche no pude dormir, tenía pesadillas, una tras otra. A la mañana siguiente, me sentía completamente agotada, pero para mi sorpresa, se había restablecido la luz.

Eran las 7:40am, me dispuse a aprovechar la mañana para retomar los dos días de trabajo perdido. A pesar del cansancio mental, estaba tranquila porque todos mis dispositivos electrónicos estaban a salvo, así como los electrodomésticos también, la comida había soportado con la bolsa de hielo que utilizamos y mientras pasaban las horas, me sentía más calmada pues parecía que todo había terminado. Cuán equivocada estaba.

A las 12 del mediodía el servicio eléctrico volvió a fallar. En este punto de la situación, la desesperanza comenzó a atacarme. Ya no teníamos agua en la residencia, el teléfono continuaba muerto, sabía que el límite de refrigeración de todas las neveras en reposo era de 48 horas, y para el momento ya llevaba 30 horas sin luz y las cinco horas que tuve, no habían congelado por completo las pocas carnes y queso que tenía, pero ya había perdido dos envases enteros con caraotas, otro de arroz y pasta ¿Quién sabía cuándo volvería la luz en esa ocasión?

Salí a intentar buscar comida no perecedera para reponer lo perdido. Mi esperanza era realizar las compras a través de transferencias por el servicio directo de PagoMóvil, pero no importaba cuanto caminara, ni hacia qué zonas me trasladara, no había señal de telefonía móvil, por ende, no tenía Internet para hacer ninguna transferencia.


Foto: EFE

El panorama que encontré en las calles fue devastador. Abastos abiertos para pagar en dólares en efectivo o en bolívares soberanos en efectivo, ambas opciones bastante complicadas para el venezolano común. Sin embargo, había muchas personas en cola, algunas poseían dólares, otras bolívares en efectivo, pero también estaba otro grupo, más numeroso, que afirmaban que esperaban recobrar la señal en sus celulares para hacer las transferencias pues también tenían esa opción, pero era la menos probable.

Luego de unas horas dando vueltas desde El Valle hasta Ciudad Universitaria a pie, (puesto que sin electricidad no hay transporte subterráneo, y el terrestre estaba trabajando a medias) regresé prácticamente vencida y agotada a mi casa, donde aún continuábamos sin luz.

Esa noche, fue la más cruel de todas, había escuchado muchas malas noticias durante el transcurso de ese día y no tenía esperanzas en que el servicio fuese restablecido a la brevedad. Pero eso no fue lo peor.

Decidí que invertiría el último 15% de batería que me restaba en escuchar la radio, pero cuando intenté buscar las emisoras de La Mega o Circuito Onda, fue imposible. Estaban caídas. Caminé por todo el apartamento buscando un punto de señal donde se escucharan pero, no hubo forma. Intenté buscar otras emisoras independientes del gobierno, que me informaran, pero todo lo que había en la radio durante esa noche era Radio Nacional, una cadena de radio perteneciente al Gobierno.

Para mí, esa fue la noche del oscurantismo, de la completa desesperanza. Nos quedaba poca comida en casa, y no había indicios de que el sistema eléctrico sería restablecido en las próximas horas, no teníamos dólares en efectivo, ni bolívares. Mi señal de datos sólo funcionaba, en mi casa, (por pocos minutos durante el día y a su mínima expresión), por lo tanto, no podía pagar con transferencias. Y, sin olvidar que para el momento tenía dos días sin beber agua, ya comenzaba a sentir las consecuencias, tenía los labios partidos y me sentía con más fatiga de lo normal.

En medio de la completa oscuridad, la soledad y el silencio absoluto, comencé a creer que no habría un final positivo para esa situación, me sentía culpable de pensar así, mientras escuchaba las consecutivas detonaciones de armas de fuego y gritos en los barrios cercanos a mis residencias, mientras recordaba cómo durante el día presencié cómo en la avenida Intercomunal de El Valle, grandes grupos de personas (varios niños entre ellos) se aglomeraban alrededor de una alcantarilla para llenar tobos y garrafas con esa agua contaminada.

Esa fue la tercera noche en la cual no pude dormir completamente, permanecí despierta en la completa oscuridad y el silencio, hasta que simplemente sucumbí en la madrugada. Para mi sorpresa, ya había vuelto la luz cuando desperté, tuve sentimientos encontrados, estaba aliviada, pero me sentía culpable porque sabía que el resto del país continuaba en sufrimiento.

Después de todo lo vivido me siento aterrorizada de todo lo que es capaz el Régimen de Maduro. En estas 72 horas consecutivas sin servicio eléctrico, ni agua, ni telecomunicaciones, no hubo ni un solo operativo de contingencia para surtir de agua a las comunidades más afectadas, ni para repartir comida no perecedera. Mientras toda Venezuela padecía una de las peores crisis de la historia, el Régimen se encontraba en una marcha el 8 de marzo, con pantallas led y música.

No es que esté derrotada pero admito que El Régimen supo cómo quebrarnos esta vez. Nos cortó las comunicaciones con nuestros seres queridos, nos dejó sin agua potable, a muchos sin poder cocinar pues dependían de cocina eléctrica, a la merced del hampa, sin transacciones comerciales y sin información veraz.

Nada me había quebrado tanto antes.

Por: Mariana Herrera Zapié

Universidad Central de Venezuela.

Estudiante de noveno semestre de la escuela de Sociología.

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