Columna Rota: Mary, la historia de los ojos de miel

24 mayo, 2019

«Hay que dejar que hierva la sangre, para que no se congele con los recuerdos.»

Celia del Palacio

Desde hace varios meses iniciamos con la invitación a mujeres que han sobrevivido a relaciones violentas para que todas aquellas que las han vivido conozcan de primera voz que no están solas, para que aquellas que viven algo parecido se den cuenta que no, no es normal.

Cuando conocí a Mary, la historia viva de hoy, me di cuenta que no solo salvan su vida, hacen todo por salvar a las otras, a las que no se ven, a aquellas que piensan que nunca más volverán a sonreír, que nunca más encontrarán la plenitud.

Salir, como lo hemos dicho, no es sencillo, por eso cada vez que una carta como esta llega a mi correo celebramos la vida, valoramos la valentía y amor propio que cada una de ellas va adquiriendo.

El amor se vive en libertad y no es regla tener que pasar por algo tan duro donde puedes perder la vida para darte cuenta que el amor no es ese que arrincona, que humilla, que controla, que condiciona. Eso es violencia y ningún ser humano debe ser sometido al condicionamiento para ser amado, eso solo sucede con los animales y cada una de estas historias vivas, son seres humanos, mujeres plenas que solo confiaron en aquellos que no tienen idea de lo que es amar.

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Te dejamos la historia de lucha de ojos de miel.

“Después de dos relaciones tormentosas, donde sufrí golpes, maltratos, infidelidades, por fin conocí al amor de mi vida. Cuando lo vi, tan carismático y gentil, inmediatamente me cautivó, hicimos clic.

Me invitó a salir y acepté. Estaba tan feliz. Transcurrieron semanas, meses, donde el sólo verlo me hacía sentir especial. Me fui a vivir con él y ahí comenzó mi calvario. Se comportaba de una manera diferente, la cual yo desconocía, ese chico caballeroso ya se había convertido en un alcohólico agresivo.

Yo lo esperaba siempre, llegaba muy alcoholizado, me insultaba y al otro día me pedía perdón y yo lo disculpaba.  Así pasaba cada viernes por lo regular. Ya no solo eran discusiones y aventones, ahora me golpeaba en la cara. No sabía que hacer, no contaba con nadie. Pasaron meses. En una ocasión me tomó del cuello hasta el grado de desmayarme.

Despertaba y no sabía que había pasado, solo veía el desorden en el cuarto y poco a poco recordaba lo sucedido. La última vez que desperté me tenía cacheteando diciéndome: «despiértate maldita perra». Yo desperté y no sabía que había sucedido. Lloraba tanto y me sentía tan triste porque yo lo amaba, él no veía ese sentir que yo le tenía.

Ese día recogí mis cosas y me fui, me puse unas gafas porque tenía la cara moreteada, así anduve vagando por las calles, pensando a dónde podía ir, fue cuando me di cuenta que no tenía a nadie, solo a mi madre, y ella ya tenía bastantes problemas.

Tardé horas deambulando hasta que volví de nuevo con él. Todo seguía como siempre: insultos, golpes, aunque ya no me dejaba, como podía me defendía. Él se quejaba con su madre, le decía que yo era una completa neurótica, ella le daba la razón, me acusaba de tener la culpa, por contestarle. Nunca lo entendí.

Ese día era un martes 2 de junio de 2015, como olvidar ese día.

Se encontró a un amigo y decidió llevarlo a nuestra casa para tomar. Bastante tomado me exigió que le diera dinero para tomar, para que no se pusiera agresivo, y por miedo, le di 200 pesos.

Después de terminar esa botella yo ya no lo vi. Ahí es cuando me contó mi suegro (padrastro de él) que lo vio sentado en la sala y le dijo con la mirada fija y muy seguro: «La voy a matar», «la voy a matar». A lo que él le respondió: No digas esas tonterías.

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Así quedó todo sin mayor importancia ya que cuando tomaba decía incoherencias.

Al lapso de media hora fue a mi cuarto y me gritó: «¡me las vas a pagar!». Yo salí corriendo hacia la calle, me dio miedo el modo en el que me habló, de hecho yo le tenía pánico cuando tomaba, así que me apresuré, pero me alcanzó metiéndome el pie, caí al suelo, grite y él me jalaba mi bolsa donde yo traía el dinero, yo no me dejé y puse resistencia, le dije que era un ladrón, qué por qué quería quitarme mi bolsa, grité y no recuerdo más nada.

Cuando desperté estaba en la sala siendo atendida por mi suegro, me limpiaba la cara y me asusté porque él lloraba y su rostro estaba desencajado, me dijo que tenía que ir al hospital porque tenía parte de mi ceja colgando y ocupaba sutura, yo llorando le dije: «¿dónde está?», mi suegro me respondió: «se fue». Yo lloraba y decía: «¿porque me hizo esto, por qué?».

Me llevó a la cruz roja y ahí me dijeron que no me podían atender porque tenía una lesión grave en el ojo; fui al Hospital General de México, y un doctor que estaba platicando muy plácidamente con una enfermera, me revisó ahí mismo y me dijo: ven el jueves para que te retire el ojo. Así sin más.

Mi suegro me levantó del asiento y salimos al pasillo. Yo me tiré al suelo y grite: «¡Me quiero morir! ¡No quiero vivir! ¡Porque a mí!». Nadie comprendía nada, la gente que me veía solo hacia eso, mirar. Permanecí tirada en el suelo sin saber que sería de mí ahora en adelante. De ahí no perdí la esperanza y fui al famoso hospital de la luz. Yo tenía la esperanza y me dijeran que todo iba a estar bien. Pero no fue así. Les rogué a los doctores antes de entrar a cirugía que por favor salvarán el ojo, ellos me miraban con tristeza. Entre a cirugía y aún recuerdo el miedo, iba temblando, porque me retirarían lo que quedó de mi ojo.

El camillero me vio tan mal que me dijo: no sé en quién creas, pero encomiéndate a quien tú le tengas fe. Entrando a quirófano recé: «Dios mío, me pongo en tus manos». No recuerdo más. Desperté y me dijeron todo salió muy bien. Una trabajadora social me dijo que levantará mi denuncia en mi municipio. Así fue. Saliendo del hospital lo hice.

Me trajeron vueltas y vueltas, hasta que mi carpeta se perdió y también mi certificado médico legista. No fue hasta que conocí a un licenciado de Derechos Humanos que ayudó mucho, iba a meter presión al Ministerio Publico, solo así me hicieron caso, porque ahora sí estaban integrando mi carpeta, bueno lo que había de mi carpeta, solo era el número de expediente que yo tenía, porque mi carpeta y todo se habían extraviado.

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Ya que corría peligro ahí en esa casa donde vivía con él, me fui a un refugio por parte de la Fiscalía de la mujer. La directora de ahí me dijo que no fui nada inteligente, ya que pude haber obtenido más estando ahí con mi suegra (refiriéndose a la solvencia económica) .

Mi suegra apoyó en todo a su hijo, hasta le pagó un viaje para sacarlo del país, ya que la familia de él es muy influyente, mi expareja es abogado, trabajó en juzgados y está muy bien relacionado.

En el refugio no me permitieron tener contacto con el Licenciado de Derechos Humanos. Terminé haciendo lo que ellos me aconsejaron, (pero yo no estaba de acuerdo) desistir de todo y aceptar una reparación del daño, porque era lo más sensato que podía hacer (para ellos), ya que según el licenciado del refugio, mis lesiones no eran graves, jamás pusieron en peligro mi vida, (igual que en el M.P.). Terminé aceptando y asunto arreglado para todos. Menos para mí.

Si acepté fue porque ya estaba cansada de estar casi dos años yendo al M.P. no tengo recursos, me era muy difícil hasta pagar mí pasaje, yo estaba muy mal emocionalmente como para seguir luchando por Justicia, ya no me sentía capaz de pararme en el M.P. ya no tenía fuerzas, mi ilusión de justicia quedó prácticamente silenciada. Y yo ya no podía, tenía miedo. Actualmente de esto ya han pasado casi cuatro años, sigo en terapia psicológica y psiquiátrica, porque fue algo muy fuerte lo que viví y aún no lo superó del todo.

Cada que me miró al espejo me da tristeza recordar lo bella que era, sigo siendo la misma lo sé, pero mis ojos miel eran hermosos.

Solo Dios sabe por qué viví para contarlo, por qué mi suegro me contó apenas que tocamos el tema, que yo estaba en el suelo y mi pareja me pateaba con toda la saña del mundo, en el rostro, en todo mi cuerpo hasta que se cansó de patearme, mi suegro como pudo me lo quitó de encima porque yo estaba desmayada por los golpes en la cara con sus fuertes puños: Él fue boxeador profesional.

Y bueno, solo Dios sabe mi misión aquí en la tierra. Yo soy el ejemplo y testimonio de un amor romántico, de un amor masoquista, de un amor que me marcó de por vida. No sé cuál sea mi misión, pero les comparto mi historia. 

Si viven golpes maltratos, salgan de esa relación, no esperen a terminar asesinadas o en el mejor de los casos como yo, viva, pero sin un ojo. Yo daría todo por tener mi ojito de vuelta. Lamentablemente jamás será así, les comparto mi historia y aquí estaré para apoyarlas siempre. Jamás voy a ver una injusticia y voy a callar. Tengo dos hijos varones, nunca en la vida voy a permitirles que toquen a una mujer. Jamás solaparía a mis hijos. Porque yo sé en carne propia lo que es que, aunque tú seas la víctima, te digan que tú te lo buscaste. Yo jamás creí que la persona que más amaba y que me amaba como decía, me hiciera esto.

La vida sigue. Y lo estoy superando muy bien.

                                                                                                                 Mayo 2019
Su amiga Mary ojos de miel. Mary B

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Porque te quiero viva, yo te creo. No juzgues, condenes o criminalices una relación así, salir con vida no es fácil y celebrar que lo están y sobretodo que compartan el cómo lo lograron es la base de esta parte de la columna rota.  

Así que ven cuéntanos tú historia, ¡viva!, ¡Aún puedes hacerlo!

Eres madre, padre, hermana, hermano, hija, hijo. De una mujer víctima de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame, ayúdame a visualizarlas y contar su historia, o mándanos tú historia y ayuda a que más mujeres sepan cómo salir de eso. Voces de la Ausencia.

 

@FridaGuerrera

fridaguerrera@gmail.com

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