“El Chapo”, el machismo y el ciego que no quiere ver

4 febrero, 2019

La mañana del pasado sábado amanecimos con una bomba mediática: Documentos secretos de la fiscalía de Estados Unidos sostenían que Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, pagaba 5 mil dólares por cada niña de 13 años que le consiguieran para abusar sexualmente de ellas.

El líder del Cártel de Sinaloa las drogaba para facilitar la violación, además, les apodaba como “las vitaminas” porque, como eran muy jóvenes, le daban vida.

¿Por qué no salieron a relucir estas acusaciones durante el juicio? Porque uno de los testigos protegidos más importantes del gobierno estadunidense estaba involucrado directamente: Alex Cifuentes, mano derecha… e izquierda de “El Chapo”, el mismo que acusó al expresidente Enrique Peña Nieto de recibir 100 millones de dólares de soborno del Cártel de Sinaloa.

«El Chapo» y Alex Cifuentes (Foto Reproducción)

Pero cuál fue la sorpresa: muchos no creyeron la noticia, como si se tratara de una conspiración, calificaron los señalamientos de “Fake News”, desmeritando el trabajo de periodistas estadunidenses, como Alan Feuer, de The New York Times, y Keegan Hamilton, de Vice, quienes presionaron lo suficiente para hacer públicos esos documentos secretos.

Para varios, más bien muchos mexicanos, es imposible que un señor como Guzmán Loera sea acusado de pederastia, pues en sus palabras él ayuda al pueblo y sólo está metido en el negocio del narcotráfico, no daña a inocentes.

Medios locales, principalmente en Sinaloa, han dado a conocer supuestos actos de caridad de “El Chapo” y su organización, dando comida a indigentes, juguetes a niños de la calle u otorgando ayuda humanitaria en sitio de desastre naturales.

Presuntas donaciones de «El Chapo». Foto: Reproducción

Por ello no sorprendió cuando, tras su segunda captura en 2014, varios sinaloenses hicieron una manifestación para que liberaran al capo criminal.

Indignaron más las acusaciones contra “El Chapo” de pederastia que los señalamientos de sobornos pagados por el narco a expresidentes, incluso medios extranjeros como The New York Times y BBC publicaron artículos sobre la nula sorpresa en México de las incriminaciones a Peña Nieto en crimen organizado.


Foto: Reproducción

La romantización de la delincuencia, del malo chingándose al bueno, se vio potencializada en la figura de “El Chapo” gracias a las llamadas “narcoseries”, que muestran al “ser humano” detrás del criminal.

Toneladas y toneladas de drogas traficadas a todo el mundo, cientos de miles de muertos y desaparecidos, sobornos millonarios a funcionarios desde policías hasta expresidentes, pero no, Guzmán Loera no puede ser pederasta.

Esto pese a que tiene antecedentes de delitos sexuales y comportamientos similares. Recordemos que se casó con su actual esposa cuando ella aún era menor de edad o que abusó sexualmente de dos de sus amantes: Zulema Hernández, dentro de la prisión de Puente Grande, y de la exlegisladora panista, Lucero Guadalupe Sánchez López, apodada como la «Chapodiputada».

Lo peor: culparon a las víctimas; que si las niñas eran pagadas, no eran violación; o que si las maquillaban parecen más grandes; e incluso afirmaciones de que ellas, las mujercitas de 13 años, estaban ahí porque querían. Claro, el sueño de una menor es ser drogada y abusada sexualmente por un viejo hombre regordete.

La noticia de la pederastia de “El Chapo” se dio en medio de una serie de acusaciones en redes de mujeres víctimas de intentos de secuestro en las estaciones o inmediaciones del Metro en la Ciudad de México.

Autoridades capitalinas negaron los hechos en un principios argumentando que no había denuncia alguna y demás acusaron que se trata en realidad de psicosis colectiva, pese a los videos, denuncias penales y demás pruebas, más allá de publicaciones de Facebook, de estos intentos de plagio.

Y de nuevo vinieron las revictimizaciones: que las mujeres tienen estar más atentas, que deben de denunciar, que tienen que reaccionar mejor a estas situaciones; como si uno estuviera esperando todo el tiempo ser víctima.

El narcotráfico y a violencia contra la mujer son problemáticas que están matando a muchos inocentes, pero mismas que son ignoradas y normalizadas por todos los frenes.

Así es el México que no está ciego, pero que no quiere ver, el que enaltece a los victimarios y duda de las víctimas, el que gusta de jugar todo el tiempo a policías y ladrones, queriendo ser siempre el ladrón.            

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