La escena de dos mujeres atractivas en aparente peligro equivale a un gastado cliché cinematográfico. Bastaría añadir la llegada “repentina” de un ser despreciable que las torture y asesine para completar la secuencia que se ha visto innumerables veces en películas de terror.
Justo cuando se espera que salga la horrible criatura (que nunca aparece) se ve a un hombre semidesnudo, con la piel pálida, víctima de una especie ataque epiléptico; encerrado con una de las mujeres mencionadas, quien suplica a la otra -afuera de la habitación- que la deje salir pese a que el individuo no la lastima. En lugar de ello, la espalda del hombre comienza a sufrir una malformación, mientras hace un ruido como si se estuviera quebrando.
A los pocos segundos, se escucha un ligero estallido generado por la piel que es abierta bruscamente, se parte su columna vertebral, de la cual brota a presión un moderado pero consistente chorro de sangre. Así son los primeros segundos del avance cinematográfico de Alien: Covenant.
Sin importar si se es fanático o no de la franquicia, esta secuencia es suficiente para que seguidores de películas con alto contenido de violencia, acción y ciencia ficción decidan ver el filme. Sin embargo, no logra ser una película que encante desde el principio.
Esta es la secuela de Prometheus (2012), que a su vez es precuela de Alien (1979), y está ambientada unos años antes de lo que Ridley Scott, director de los tres filmes, nos enseña en “el octavo pasajero”.
Prometheus muestra cómo la doctora Elizabeth Shaw, interpretada por Noomi Rapace, escapa de un planeta infectado por una especie de plaga, aparentemente creada a propósito; obsesionada con encontrar el porqué de la creación de semejante organismo aniquilador, su tripulación, de modo sanguinario, es reducida a pedazos.
Esto despierta en el espectador la hipótesis de que pese a ser una precuela, la siguiente entrega daría pie a otra mitología: termina donde comienza Alien, pero genera nuevas expectativas e incógnitas; nuevos personajes y otras problemáticas a resolver. ¡Adiós al Xenomorfo!
Pero no es así, ya que Alien: Covenant arranca cuando una nave colonizadora recibe una transmisión, al parecer terrícola, de otro planeta amigable para el ser humano. Cuando llegan, además de no dar con otras personas, se encuentran con un virus que les deja muerte y destrucción, lo cual es casi como un remake de la primera entrega de Alien: la nave persigue una señal, llegan a un planeta misterioso y hay esperanza por parte de unos y escepticismo de otros; lo cual hasta es expresado con diálogos similares a la de los años setenta. Por si fuera poco, volvemos a ver humanos enfrentándose con Xenomorfos, como se ha visto incontables veces.
Una historia más compleja
El eje conductor de la trama se centra en la creación, tener fe en un ser superior, y cómo esto puede llevar al deseo obsesivo de convertirse en uno, sin que importe el exterminio o aniquilación de otra especie para conseguir la jerarquía de “creador”.
Sentimientos tan diferentes como amor, odio, compasión y venganza se combinan para funcionar como el motor de cada uno de los personajes, que los llevan a perecer o avanzar al siguiente nivel.
Además, el excelente diseño de H.R Gigger, creador del Xenomorfo en los setenta para la primera entrega, se ha mantenido a pesar del paso de los años y los avances tecnológicos en cuanto a efectos especiales. Son respetuosos del cuidado que tuvo en los detalles más pequeños, al ocupar todo su talento para concebir un universo perfeccionista que obedeciera al concepto de estética, acompañado de elementos tales como extraños fluidos viscosos, tentáculos, extremidades gigantescas y otros similares, que inteligentemente fueron implementados para explotar algunas fobias y persuadir al inconsciente, con el fin de que nuestros placeres oníricos sean invadidos por pesadillas. Este es el verdadero toque sofisticado a todo lo grotesco que vemos en Alien: Covenant.
Haciendo un balance, esta “secuela de la precuela” apenas sale victoriosa, ya que a partir de una premisa sencilla: humanos acechados por una sanguinaria e invencible criatura del espacio, es un filme que lleva el universo de la Franquicia Alien hacia un destino prometedor; uno mejor que el de la deplorable Alien: Resurrection (1997) y el de cualquier película perteneciente al fatal crossover con Depredador.
Coventant es construida por buenas actuaciones, buena música, un villano respetable e intimidantes efectos especiales, así como por planos, tomas y secuencias que evidencian el gusto por lo exquisito en cuanto a aspectos técnicos del cine; sin olvidar las brutales muertes y escenas de acción que la hacen grotescamente bella y disfrutable.