Feminicidio también es homicidio: privar de la vida a cualquier humano a través de la violencia física en su mayoría. De 1990 a 2016, el Inegi ha registrado 20 mil 726 defunciones por homicidios, de los cuales, 573 corresponden a jóvenes de 22 años. Esta cifra representa 511 hombres y 62 mujeres que perdieron la vida.
¿Qué significa este apunte matemático? Hace unos días Lesvy Berlín Osorio fue hallada muerta en las inmediaciones de Instituto de Ingeniería de la UNAM, atada a una caseta telefónica, por lo que se activó el protocolo de investigación por feminicidio. No obstante, los peritajes de la Procuraduría suponen un suicidio y no un asesinato, lo que podría implicar deslinde de responsabilidades en cuanto a presuntos culpables, ya sea un familiar o su pareja.
Los prejuicios en ocasiones determinan erróneamente las consecuencias que se toman a falta de respuesta de las autoridades, mismas que a través de falacias argumentan de manera equívoca las causas reales y no esclarecen los hechos.
En este punto ya se observa una revoltura de tragedias a las que nos hemos mal acostumbrado. Mientras no se determine la verdadera causa de la muerte de Lesvy, las masas seguirán acusando al estado y a la sociedad de un crimen tipificado como violencia de género. Aunado a esto, no debemos actuar irracionalmente a raíz de las consecuencias, sino de las causas.
La libertad con que se dan estas marchas tiene una teoría que si no perversa, sí conlleva ciertos tintes permisivos de las autoridades que nada más no responden: crear pánico entre las masas, dejar que solas hagan un choque; después, que pierdan validez sus argumentos entre sí; entonces, destruidas y sin fuerza, la oligarquía gana.
Al Estado solo le significan los homicidios una estadística más, son teorías del poder. Le interesa revictimizar –se entiende como la acción u omisión institucional que genera maltrato físico y/o psicológico a las víctimas y/o testigos, en el proceso de acceso a la justicia– y no trabajar en solucionar los homicidios, que en mayoría son contra hombres, pero en mujeres causan más revuelo.
¡Incluso la procuraduría se justificará diciendo que la familia quería discreción! No puede ser que las autoridades oculten el día a día de México. Me imagino a Rodolfo Ríos Garza, procurador de la ciudad, diciendo a la familia que sí es cierto, murió por asfixia, estrangulada con un cable de teléfono de la cabina telefónica, pero porque ella se ahorcó ahí sumando todos los prejuicios que en Twitter borró.
Todo es cuestión de interpretaciones y justificaciones basadas en el quién y no el cómo o por qué.
PUNTO Y APARTE
Como habría dicho el legendario Miguel Ángel Bastenier (fallecido hace unos días): “El mejor periodista es un investigador, pero ni policía ni juez. Documenta e interpreta el caso, y ahí acaba su función”, así es que no caigamos en las palabras de periodistas que se sienten activistas, porque en el caso de #Lesvy y el feminismo, vaya que las y los –políticamente correcto hablando– hay.