En Tlahuelilpan , Hidalgo, se aprendió una lección para todos, luego de la explosión de un ducto el pasado viernes que dejó calcinados, heridos y culpas por doquier que recrudecieron el combate contra el robo de combustible.
Si al sexenio de Felipe Calderón lo marcó la guerra contra el narco, a Andrés Manuel López Obrador lo marcará la guerra contra el huachicol. Y también las declaraciones mañaneras que tiene que arreglar al día siguiente para no quedar mal con el pueblo.
Lo sucedido en un campo de alfalfa donde corría el ducto fue, sin duda, otra tragedia para México. No obstante, la pobreza es el argumento más débil para justificar cualquier robo. Que falten la comida y necesidades básicas en casa no significa que no te dijeran «no tomes lo que no es tuyo». Se llama educación, y no de escuela, sino de los padres.
No merecían morir en llamas, ni que restaran solo huesos de, hasta el momento, 91 muertos y decenas de heridos; pero se pudo evitar de no haber sido por la inacción del Ejército que no confrontó ni tomó decisión alguna para intervenir.
En varias de sus conferencias lagañeras, Andrés Manuel alardeaba que había miles de miembros del Ejército custodiando los ductos para evitar el huachicoleo. Entonces, ¿por qué pincharon cinco veces el ducto Tuxpan-Azcapotzalco? ¿Por qué no se atendió a tiempo el robo en Tlahuelilpan?
La histeria colectiva pudo más que el intento de las Fuerzas Armadas por salvar a la gente. Hidalgo es de los estados más afectados por el desabasto de combustible en el país por, irónicamente, el combate contra el huachicol. Sin caer en culpas, la gente “necesitaba” de gasolina, pero nunca debieron tomar lo que no es suyo.
Sin embargo, la tragedia de Tlahuelilpan tiene ambigüedad: la urgencia de más elementos del Ejército en tareas de salvaguarda y combate a la violencia que pretende el presidente con la Guardia Nacional. ¿Con más militares se hubieran salvado vidas?
No lo sabremos, aún falta mucho por investigar, datos para saber qué pasó y creer en el pueblo sabio. López Obrador dijo la mañana del viernes que confía en la honestidad de los mexicanos, pero el robo de combustible en Tlahuelilpan cobró vidas que le fallaron al presidente.
Andrés Manuel aseguró más de una vez que cerrarían los ductos, pero no sucedió; de haber sido así no hubieran pinchado ductos, y se convierte en una cadena que no quiere romper. Y ahora, 571 pipas (cuya licitación para comprarlas no existió) y las 136 que se adquirirán después, intentarán ser la solución.
Como si el robo a pipas no existiera, no las secuestraran para vender la gasolina ilegalmente, o fuera más peligroso viajar con miles de litros a espaldas de los operadores.
Ojalá que ni López Obrador, el Ejército, Pemex y la Sener se laven las manos en esta tragedia.