¿Persona? No ¡Inmigrante! El placebo real de ser ficticio

23 enero, 2019

El solo hecho de preservar la gestación de ocurrencia y peor aún, actuar en consecuencia, siendo capaz de cometer un acto de arrojo al abandonar la patria que te parió por motivos tan propios, te convierte en un personaje ocupa de un relato kafkiano.

Ya no eres digno de portar el rótulo distintivo de Persona. Viajas y llevas a un acompañante que revienta tu burbuja personal: tu otro yo, el extranjero. Pero recuerda: no eres Sábato.

Mutas en un Shakespeare señalado donde el ser deja de trascender y el no ser pasa a ser la cuestión.

Eres la manija del desarraigo que acumula valijas de gestos.

Eres la cascada de sentimientos que se encuentran por los roces del desencuentro.

Eres el desequilibrio estabilizador donde reina la ganancia del desconocimiento y la pérdida de la voluntad foránea.

Eres el contagio del después y la agonía yasística del hoy.

Eres un pronombre indefinido (alguien) de soberanía clandestina.

Eres un bosque genealógico mixturado con sinergias de ADN poblados por la otredad que emana del contexto.

Eres la remesa de fin de mes, un paliativo para las manos ahorcadas receptivas.

Eres el elegido de la calesita social que premia con la expulsión a quien roba la sortija.

Eres la fragilidad instintiva que acuna nacionalidades esquirlas.

Eres un humano del outlet, un trabajador del hambre.

Eres la organicidad precaria.

Eres la orfandad manifiesta que queda cuando ya no queda nadie.

Eres el identikit desdibujado por lejanías impropias.

Eres el sueño abarrotado materialista.

Eres el remitente del espasmo del sollozo.

Eres todo lo que te permitan ser mientras no seas.

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