Sí, Andrés Manuel López Obrador ya se contagió de Covid-19. No, no es válido desearle la muerte o decir que fue el karma. Mucho menos son bienvenidos aquellos que dicen que se lo merece.
También Carlos Slim Helú tiene más de una semana contagiado y “ha tenido una evolución muy favorable al Covid-19 a más de una semana de síntomas menores”, según su hijo Slim Domit.
Tampoco te contagias por portarte mal. Otro que está en un hospital es Norberto Rivera Carrera, del que se rumora su muerte más seguido, pero que sigue dando la batalla. Algunos líderes religiosos invitaron a hacer una oración por él.
Estos líderes políticos, empresariales y religiosos —respectivamente— pueden significar la ventana a una crisis de gran tamaño en México. Tres sectores que son la base de la población: seguidores de López Obrador, empleados de Slim Helú con sus empresas, creyentes católicos que oraron con Rivera Carrera.
Los 125 millones de mexicanos, como se llamen, están o estuvieron expuestos al contagio de Covid-19. No sé cuántos, pero la mayoría ya se “resignaron a vivir con el virus”. Y quizás, tanto ustedes como yo, conocemos a alguien que ya se contagió, la pasó mal, nos angustiamos y creíamos que todo iba a terminar fatal (para quienes les sucedió, mi solidaridad). Quienes aún no nos da debemos reforzar las medidas.
Y lo peor, un bien necesario y que nunca antes valoramos, el oxígeno, se vende y se triplica su precio y de los tanques hasta en 18 mil pesos en el mercado formal. Y que los negocios encargados de surtir en la capital tienen filas que siguen siendo muy largas. Son horas que pueden salvar una vida o dejarla sin respirar.
Morir por covid-19 sin creer en el virus
Lo que son las cosas: al inicio de la pandemia, en los grupos de Facebook abundaba la urgencia de encontrar cubrebocas y se vendían de todo tipo. Ahora quizá lo han notado: todos buscan un tanque de oxígeno porque uno o más familiares ya no alcanzaron lugar en la saturación hospitalaria, al menos en la Ciudad de México.
Esos mismos grupos que de repente preguntan por payasitos o bandas para amenizar reuniones son los que más urgencia tienen. No se entiende que no es momento para fiestas, reuniones o salidas innecesarias.
La responsabilidad es de todos. Que Norberto Rivera y su clero un día dijeron que tomando té de guayaba se curaba el Covid-19 (dicho por Juan Sandoval Íñiguez, cardenal de Guadalajara) repercutió en que miles de mexicanos no lo asumieran en serio.
Que Andrés Manuel López Obrador jamás usara un cubrebocas en público, solo en los aviones cuando viajaba (por protocolo), también influyó en que los mexicanos desestimaran las medidas de protección. Es y será el ejemplo porque es un líder nacional. Sus simpatizantes harían lo que él mande con solo decirlo. No lo consideró desde el primer caso hace 11 meses.
Este es el peor momento de la pandemia, con miles de casos al día, no hay plan de vacunación porque nunca funcionó el plan de resguardo, es más, ¿existió?
Todo por no asumirlo con el nombre que merecía: contingencia sanitaria, no emergencia, como lo declaró el gobierno.
Por la subestimación de Hugo López-Gatell y López Obrador hoy hay más de 152 mil mexicanos muertos, según la Secretaría de Salud. Y todavía no pasa lo peor de la pandemia.