Las Coreas llamaron la atención del mundo estos últimos días al celebrarse la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2018 en Pyeongchang.
Los anfitriones del Sur presentaron una muestra de unidad con los vecinos del Norte cuando sus atletas ingresaron bajo la misma bandera durante el desfile, después de meses de tensión en la península de Corea.
Sin duda fue un acto histórico que tomó por sorpresa a la comunidad internacional, ya que, hace 30 años, en los Juegos Olímpicos de Verano de Seúl, las cosas fueron muy diferentes.
En ese entonces, Corea del Norte gastó miles de millones para organizar el Festival Mundial de la Juventud en julio de 1989, justo un año después de que Seúl fuera sede de los Juegos anteriormente mencionados. Pyongyang se negó a asistir a los Juegos de 1988 y pidió un boicot internacional, el cual fue ignorado por sus “patrones comunistas” en China y Rusia.
Usando el festival como una oportunidad para demostrar su doctrina de autosuficiencia, Corea del Norte recibió a delegados de más de 170 países para una semana de exhibiciones, seminarios, concursos y representaciones populares. Construyó un hotel de 105 plantas nunca ocupado, estaciones de metro revestidas de mármol, una réplica del Arco del Triunfo y un estadio con capacidad para 150,000 espectadores.
Mientras los Juegos de Verano marcaron una nueva era de éxito para Corea del Sur, el festival de 1989 prácticamente llevó a la bancarrota a Corea del Norte, meses antes de que cayera el Muro de Berlín, llevándose consigo el comunismo en gran parte de Europa del Este e introduciendo el final de la Guerra Fría.
¿Una reunión?
Aunado a lo que se presenció durante la inauguración, en el primer día oficial de los Juegos, Kim Yo Jong, la hermana menor del líder Kim Jong Un, tomó el centro del escenario cuando se reunió con el presidente surcoreano, Moon Jae-in, en el palacio presidencial de Corea del Sur conocido como la Casa Azul, donde ella entregó una invitación a Moon para viajar al norte y conocer a su hermano.

Su histórica visita al sur, la primera de un miembro de la familia gobernante Kim, generó una gran atención, en las transmisiones de noticias y portadas de periódicos de todo el mundo.
¿Y Estados Unidos?
Si bien las cosas parecieron fluir bastante bien en la península coreana, Estados Unidos dejó clara su posición al respecto, incluso antes de que iniciaran los Juegos.
Antes de llegar al sur para asistir a los Juegos, el vicepresidente estadounidense Mike Pence advirtió que la ofensiva de encanto de Pyongyang no engañaba a nadie.
«Estaremos allí para animar a nuestros atletas, pero también estaremos allí para apoyar a nuestros aliados y recordarle al mundo que Corea del Norte es el régimen más tiránico y opresivo del planeta» dijo Pence después de reunirse con el primer ministro Shinzo Abe en Tokio el miércoles pasado.
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Es bien sabido que Estados Unidos, desde tiempos históricos, ha mantenido una gran influencia alrededor del mundo, por ello, estas declaraciones no pueden tomarse a la ligera.
El presidente Moon, quien, durante su campaña presidencial, dijo que quería ser el líder «que construyó una relación pacífica» entre las dos Coreas, tendrá una difícil tarea.
«Somos más fuertes que todas las fuerzas que quieren dividirnos«, declaró el presidente olímpico Thomas Bach.
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