El lunes 30 regresan a clases presenciales niños y niñas después de 18 meses. Como si la pandemia ya hubiera terminado, el gobierno federal avienta al ruedo a los menores ante el potente impacto de la variante Delta de COVID-19.
Que dice López-Gatell que “la población menor de 18 años de edad tiene un menor riesgo de tener COVID-19; la probabilidad de enfermar gravemente es de 0.004 por ciento y es casi nula la probabilidad de morir por esta enfermedad. El regreso a clases presenciales en las escuelas será seguro.”
En ningún momento el subsecretario de Salud habla de la posibilidad de no contagiarse, mucho menos de asumir una vacunación para este sector de la población. Mientras que el irresponsable vocero del gobierno, Jesús Ramírez Cuevas, dijo que “la afectación por la pandemia es mayor que la posibilidad de contagios en las aulas”, porque están “conscientes de las desigualdades en el acceso a la educación a distancia, regresar a clases se vuelve necesario”.
De acuerdo, supongamos que tienen razón, que no se van a contagiar los niños, que serían asintomáticos o que si detectan un caso lo aíslan. ¿Qué no sería mejor resguardarlos un poco más? Aún con la vacuna en los seres cercanos a estos niños, el contagio puede darse y en casos delicados agravarse, en la esperanza de que no suceda.
Los que más la van a sufrir son los estudiantes de escuelas públicas apegados a los planes de la Secretaría de Educación Pública, dirigida por Delfina Gómez (en serio), quien reapareció para dar un decálogo de regreso a clases. Bueno, nonecálogo porque metió la pata y echó la culpa a los medios de una carta responsiva que sí presentó, pero que negó días después por órdenes de YSQ.
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— FrojiMX | Periodismo Independiente (@Froji_MX) August 19, 2021
Es cierto que los niños necesitan un espacio propicio para socializar, para aminorar el estrés y la posible violencia que pudieron sufrir durante la pandemia de COVID-19.
Pero primero dejemos de pensar que las escuelas son un segundo hogar para los más pequeños. Porque eso se pensó durante años y, al tomar el homeschool, los padres vieron lo difícil que es educar a un niño que, desde que se concibió, debió ser su responsabilidad, aunque no en todos los casos tuvieron dificultades.
Afortunadamente, López Obrador dijo que las madres y padres de familia están en la libertad de enviar o no a sus hijos a las clases presenciales. Con una letalidad de de 7.8 por ciento de COVID-19 y la tercera ola dando un promedio de 18 mil a 25 mil contagios diarios, parece que el caminito de la escuela es un privilegio para quienes “tienen que” ir a clases.
Que tampoco está mal, ni es su culpa, que los colegios privados tengan clases a distancia, pero para el sector que procura el gobierno, la escuela pública, y los pobres, parece que los está llevando al matadero. Ojalá no.
Y todo por el sueño de meterles a los niños una educación a través de una Reforma Educativa a modo, para pensar como Andrés Manuel López Obrador y la “Cuarta Transformación”.