Three Souls In My Mind
FOTO: GUSTAVO AZEM

Música de protesta: Abuso de autoridad de Three Souls In My Mind

22 septiembre, 2020

El vinil «15 grandes éxitos» de Three Souls In My Mind apareció en mi vida por ahí de los 11 años, cuando estaba por entrar a la secundaria técnica número seis de Tlalnepantla, en el Estado de México.

Es de mi jefe, pero no conozco mayores detalles de su procedencia ni por qué se trata del único álbum rocanrolero de la colección entre obras de Chava Flores, Juan Gabriel, Menudo y Vicente Fernández.

Pero la historia con Alex Lora comenzó unos meses antes, cuando me gustaba juntarme con los vigilantes privados que cuidaban los accesos al condominio donde vivimos un par de años. Solían comprar tamales, atole y poner los más grandes éxitos del Tri en un disco pirata compilatorio con la clásica seña obscena ilustrada en su guitarra como portada.

Three Souls In My Mind
FOTO: GUSTAZO AZEM

Decían que les gustaba Three Souls In My Mind porque hablaban de la vida misma, de su miseria, injusticias, de sus virtudes, bellezas u horrores y sin tapujos, sin máscaras. Porque era el único rock n roll que les hacía sentirse identificados con algo. No eran doctos en la música, la composición, el ritmo, la armonía y la melodía, sólo querían escuchar algo que les reconfortara. A ellos nada les decía Caifanes, Fobia o los nacientes Zoé, los regiomontanos Jumbo, la P Mosh.

Y mientras jugábamos fútbol, luchas o comíamos guajolotas, sonaban «La raza indocumentada», «Nunca digas que no», «Perro negro», «Niño sin amor», «Todo por el rock n roll», «Pobre soñador», «Todo me sale mal», «Chavo de onda», «Santa Martha», etcétera, etcétera. 

Cantábamos a todo pulmón:

Te gustaría verme en la calle

De la amargura

O buscando algo que comer

En el bote de la basura

O pidiendo limosna

En las esquinas

O clavado en la cárcel,

Lavando las letrinas

Y todo por el rock n roll

Todo sea por el rock n roll

Alejandro Lora, conocido simplemente como Alex, es hijo único nacido en Puebla bajo el yugo de una familia compuesta por un férreo militar de régimen autoritario a quien veía pocas veces tras el divorcio y una madre religiosa que le heredó el amor por la Virgen de Guadalupe, estandarte del mexicano hasta la fecha, utilizada en guitarras, playeras o pancartas. Ella fue su sustento, su ejemplo a seguir, poderosa y trabajadora, aunque al principio avergonzada de la carrera que decidió seguir su único chilpayate.

Tocó por primera vez una guitarra eléctrica cuando fue a ver el ensayo de Los Hooligans, cuyo liro era novio de su prima. Entonces nunca quiso separarse de la música.

Cumplió su sueño de tener una banda de rock n roll cuando conoció al maestro Javier Batiz y le enseñó, con sus cuates, a tocar algunos instrumentos. Uno de sus compas de la estudiantina era sobrino del brujo tijuanense. Les enseñó blues. Les dio las bases. Los apoyó. Los arropó. Los hizo teloneros en sus conciertos.

Three Souls In My Mind
FOTO: GUSTAVO AZEM

Por un lado, su generación y antecesores tuvieron las agallas de enfrentarse con rebeldía, música, arte al gobierno autoritario priísta iniciado por Miguel Alemán, seguido por los Adolfos (López Mateos, Ruiz Cortines), los genocidas Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, los neoliberales José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León y finalmente un copete de gran carisma, pero malas intenciones y  tremendamente corrupto.

Aunque por el otro, tuvieron la mala suerte de aparecer en una época donde el régimen tenía muy pocas ganas de lidiar con los hippies, así que les reprimió, casi casi desapareció, durante la década de los setenta, luego del Festival Rock y Ruedas de Avándaro, donde quedó demostrado que el verdadero poder viene de la gente libre.

Así tuvo que refugiarse el rock n roll mexicano, el blues, la psicodelia, el punk en los llamados hoyos funkis: bodegas, teatros, tiendas, garages en la periferia del entonces Distrito Federal o en el Estado de México para la raza. Si sobrevivió fue gracias a gente como Alejandro Lora, Botellita de Jerez, entre otros.

“Como no tienes más que un apachezco secre (puedes llamarlo roadie paque te sientas rócker chido gabacho), tienes que cargar a lomo una de las dos bocinotas despedorradas de cien guats que usas para que te “oigan” los dos mil panchitos que están allá adentro apretados como muelas de cocainómano. Y no me salgas con exquisiteces de diva del rock: Aquí no hay consolas digitales de treinta y seis canales con ecualizador gráfico digital, periféricos y poderes de mil guats, confórmate con un chingado cajón radson pa disque amplificar nomás las voces, y trépale un chingo al ampli pa que al mejos te oigas tú y te mates a todas tus células nerviosas del oído interno, que más vale decir: sonó ojete, pero hubo retumbancia”, describió Armando Vega-Gil para en el Diario íntimo de un Guacarróquer.

Vivir en México es lo peor,

Nuestro gobierno está muy mal

Y nadie puede proyectar

Porque lo llevan a encerrar

Ya nadie quiere ni salir

Ni decir la verdad

Ya nadie quiere tener

más líos con la autoridad

Esa persecución judicial ordenada por un estado que repudiaba a la juventud, a los artistas e intelectuales (que no se alineaban con su ideología, claro) fue retratada en la canción «abuso de autoridad».

La pieza fue incluida en el disco Chavo de Onda, estrenado por Three Souls In My Mind en 1976 con Ernesto de la Cruz como ingeniero de sonido, Ignacio González en la dirección artística musical, Adolfo Basti en el diseño gráfico y tras los instrumentos: Alex Lora (voz, bajo), Ernesto de León (guitarra) y Carlos Hauptvogel (batería) e invitados como Lalo Toral (piano) y Arturo Labastida (saxofón), de acuerdo con el Catálogo subjetivo y segregacionista del rock mexicano de Antonio malacara Palacios.

El Tri
FOTO: GUSTAVO AZEM

El tema no habla más que del miedo que clavó el poder ejecutivo, de la mano con poder judicial, a través de la implementación del agandalle policíaco y militar, mismo que a lo largo de la historia nos ha dejado desapariciones forzadas, terrorismo de estado, abuso de autoridad y un montón de injusticias.

Pero a la vez, Gustavo Díaz Ordaz tenía en su familia a una oveja negra. Se trata de Alfredo Díaz Ordaz, quien gozó de muchísima libertad para desarrollar su arte, fue también el fundador de bandas como Renaissance, Love Syndicate y Lucrecia.

“Ya sólo va a poder tocar, el hijo de Díaz Ordaz”, dice la canción como referencia al camino sin trabas del que gozó el muchacho que incluso llegó a  organizar una fiestota en Los Pinos con Jim Morrison, vocalista de The Door, quien fue corrido a gritos por el mismísimo orejón, de acuerdo con las historias que se cuentan por las calles.

Luego vino la separación, el pleito por el nombre Three Souls In My Mind , la fundación de El Tri de México, la fama multitudinaria, la televisión, los reality shows, el chisme, la polémica y hasta un señalamiento por tráfico de influencias cuando su hija, en estado de ebriedad, habría atropellado a un peatón. Para muchos una traición a la rebeldía de sus primeros años, de sus primeras composiciones.

«La banda no sólo cambió su nombre a El Tri, sino que, paulatinamente, fue cediendo terreno a un estilo más convencional. Si ser aceptados por un mayor número de gente equivale hacer un dueto con Caballo Dorado, aparecer en un programa estupidizante como Otro Rollo o cantar “El carnal de las estrellas” junto con ejecutivos de Televisa como si fueran los grandes cuates el precio es muy alto. Sin embargo es su decisión y debemos respetarla. Entonces uno prefiere olvidarse del Tri y recordar al Three Souls In My Mind (…) un grupo de la raza y para la raza un grupo irreverente indomable que luchó a brazo partido contra la intolerancia, que no se quebró en los momentos más álgidos”, reflexionó Xavier Quirarte para el Catálogo subjetivo y segregacionista del rock mexicano.

Three Souls In My Mind
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