Vida Boheme

Música De Protesta: La Vida Bohème, Nuestra

La Vida Bohème nació a mediados de la primera década de los dosmiles como un medio de comunicación y no porque entonces tuvieran otra profesión ajena a la del rocanrol, más bien porque tenían un propósito: el de informar.

¿Informar qué? La inconformidad de su generación, la juventud que creció en una Latinoamérica de injusticias.

“Ellos van más del arte que de la misma música. Para ellos, Nuestra es el reflejo de cuatro chicos que viven en Caracas, que finalmente tienen algo que decir y sienten la responsabilidad de decírselo a su generación”, cuenta el productor Rudy Pagliuca en el documental La Vida Bohème Informa.

Es precisamente Nuestra (Nacional Records, 2010) el disco del que ahora tiraremos unas palabras, pues para la crítica, los fanses y un servidor, es una de las obras maestras del rock sudamericano en el nuevo siglo.

Para el estreno de su primer disco, la banda era conformada por Henry D’Arthenay en la guitarra y voces, Daniel de Sousa como guitarra líder, Sebastián Ayala en la batería y Rafael “Boli” Medina en el bajo.

Música de protesta: Abuso de autoridad de Three Souls In My Mind

Dentro del CD podemos toparnos con géneros que van del post-punk al rocanrol, al punk, al synth pop y por ahí al llamado rock alternativo estadounidense, incluso a la british invasion; sin embargo, filtraron lo mejor de cada influencia para después darle una revolcada con sonidos e instrumentos latinoamericanos.

Hay guitarras durísimas, aunque bipolares: distorsiones infernales, rasgueos desgarradores o melancólicos melancólicos arpegios. Suenan también unos violentos golpes de batería, acompañados de un excelso trabajo en el bass, así como interesantísimas pistas de teclado, sintetizadores y samplers.

Aunque no descubrieron el hilo negro y reconocen sin ánimos de imitación las influencias tanto musicales como culturales dentro de su álbum, La Vida Bohème tiene un sello que ninguna otra banda en Venezuela o Latinoamérica. Suenan propios.

Esta es nuestra fiesta,

candado y cresta, nuestra fiesta

¡Nuestra!

Este es nuestro vals, Radio Capital,

este es nuestro vals

¡Radio Capital!

Pero no estaríamos aquí si las letras del cuarteto se fueran a segundo plano. La escritura, a cargo en la mayoría de las canciones por Henry, son sentimientos de jóvenes que vivieron guerrillas latinoamericanas, terrorismo de estado, crisis económica, crisis política y decenas de justificaciones más para una rabia que incluso les lleva a pensar en la revolución.

Su revolución es más bien de ideas. Para ellos fue muy importante que su música lograra diálogos, intercambio de argumentos, la unidad entre comunidades y sobre todo, querían llevar un mensaje de ánimos, esperanza y resistencia por todos los pueblos que pisaran.

No pretendían sonar persuasivos, mucho menos tomar un papel de adoctrinamiento, más bien buscaron visibilizar los problemas, para después dejar que las personas creen sus propias ideas, propuestas o soluciones alrededor del mismo.

Música de protesta: el recorrido de Jesús en los suburbios (American Idiot)

Así pues, abren el álbum con una declaración extraordinaria: “esta es nuestra fiesta, este es nuestro vals”. Si quieres, te puedes unir o también estar en desacuerdo, no importa de qué lado estés mientras te hagas responsable de lo que conlleva tu ideología.

¿Por qué es importante asumir una posición humana, política, económica, social y ética en este mundo? Te lo cantan en “Cigarro”: «…porque me he dado cuenta que sin una razón real, no se puede vivir».

Nuestro arte

es nuestra arma.

Olvida todo lo que aprendiste

y vuelve a aprender,

para olvidar otra vez

Una vez aclarado, se sueltan, ahora sí, a charlar de las dictaduras latinoamericanas, de los políticos que más allá de actuar en beneficio común, se sienten zares (El Zar); también de los sentimientos o modus vivendi primitivo del hombre y la mujer, de su estado de máxima bondad o un homenaje a Rousseau (El Buen Salvaje); del fin de un mundo egoísta, ambicioso, violento y sin ánimos de cambiar a lo “Sodoma y Gomorra”, a lo infernal (Calle Barcelona); así como un homenaje a Las puertas de la percepción de Aldous Huxley (Huxley).

Quizá una de las piezas más impresionantes del disco de La Vida Bohème es “Nicaragua”, donde un trovador nos cuenta su historia después de una lucha social, que puede ser cualquiera sucedida en América Latina.

Música de protesta: Yo no voté por ese wey

La letra reza: «…ahora voy cantando canciones de falsa revolución». No es más que un aviso para las nuevas y próximas generaciones, quienes no deben dejar que se repita la historia como tantas veces, que una revolución no nos lleve a otra, que los muertos del pasado no sean los fantasmas olvidados de hoy, que prevalezca su mensaje, su lucha y sobre todo, que se aprenda de sus errores, no olvidarnos de la bondad, del apoyo mutuo, de que somos hermanos, de que existimos en un mismo tiempo, un mismo planeta.

Sin guerra no hay paz, me dijo un señor,

sin sangre no hay cambio, grité con pasión,

pensé que sería diferente,

que los que maté no eran gente,

cariño, ¿qué nos pasó?

Yo no quería esto, mi patria murió

la maté yo, irónicamente ella me mató

Pero el mensaje sigue, pues para cerrar el disco, tenemos un tremendo recordatorio de la importancia de esa lucha lucha:

No muerde,

no calla.

Sin sangre no hay arte,

nada

ni nadie,

de nada

más

Estamos, pues, ante uno de los discos más inteligentes de la segunda década del nuevo siglo. Resulta importante y una tremenda joya porque nos enseña que hay una relación muy estrecha entre la música o el arte en general, con la política, con el cambio, con la revolución.

No se mezclan ni deberían interferir unas con otras, mucho menos controlarse con aparatos de manipulación como la censura, etcétera, pero sí se complementan unas con otras para lograr un objetivo en común: hacer de este mundo un lugar más justo para todos.

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