¿Hay un verdadero interés por las víctimas de la violencia en México? Más allá de las autoridades y las organizaciones civiles, ¿qué pasa con el poder mediático? ¿es genuino el interés?, son preguntas que más de un periodista nos hemos hecho en algún momento de la vida. En mi caso, es reciente.
Quisiera poder usar el adjetivo “estremecedoras” para definir a dos de las noticias de este lunes: México ya llegó a la terrorífica cifra de 100 mil personas desaparecidas y a la par, Marlon Botas, el hombre prófugo acusado de ser el feminicida de Monse, una joven veracruzana, apareció en total impunidad en un noticiero nacional dispuesto a negociar con la justicia. Sin embargo, creo que la realidad ya no estremece y les explico por qué pienso esto:
En el caso de la primera noticia, los colectivos de familiares de personas desaparecidas han advertido de la situación desde hace años, marchan y marchan y llegar a un número redondo como el 100 mil sólo vuelve oficial la magnitud del problema.
Mientras que en el tema de Marlon, parece no ser un escándalo que los medios de comunicación presten sus espacios para que un feminicida participe y pueda decir lo que quiera.
Pero vamos por partes.
Amigas
“¡Hijx, escucha, tu madre está en la lucha!”. Apenas una semana atrás ésta era una de las consignas que se escuchaban sobre Paseo de la Reforma -que tal vez ya deberíamos nombrar “Paseo de la Memoria”- donde cientos de familias, encabezadas por las madres, gritaron que no había nada que celebrar por ser Día de la Madre.
En esta sociedad de la inmediatez, recordar una marcha que sucedió hace una semana se lee tardío, las redacciones dirán que ya pasó el tema de tendencia, que “ya es viejo”. Sin embargo, para las familias que buscan a sus desaparecidxs el tema no pierde, ni perderá vigencia, pues aunque el 10 era su día, en realidad en todos los días, las madres merecen nuestro reconocimiento y compasión, y las buscadoras ni se diga.
Aquel 10 de mayo a las 10 de la mañana se auguraba un día caluroso. El calor de la marcha podía sentirse en la unión del grito que preguntaba “¿dónde están?” pero no tenía el calor de una multitudinaria convocatoria de manifestantes ni de medios de comunicación, se sentía, en cada una de las pancartas, la falta de las más de 100 mil personas que un día estaban y al otro ya no.
¿Hasta que a todxs nos pase?
“La desaparición es la antesala de un feminicidio, de un asesinato”, dijo la mamá de Fátima, una niña víctima de feminicidio en el Estado de México durante la marcha, en un micrófono que permaneció abierto para todas las madres que quisieron hablar.
La marcha pasó sin más, la petición de justicia también y aunque hubo crónicas del paso de las madres, ésta no fue la nota clickera o de tendencia que los medios compartieron una y otra vez esos días.
En contraste, esa misma semana, el caso de Debanhi Escobar volvía a ser tendencia gracias a que la segunda necropsia del cuerpo de la joven fue filtrada por la Fiscalía de Nuevo León a un medio de comunicación y en cuestión de horas fue replicada con todo detalle por decenas de otros medios pese a que el padre de la víctima reclamaba que se compartió el documento y la dependencia traicionó su confianza.
El caso de Debanhi se volvió en un caso representativo para muchas personas y para los colectivos de familiares de personas desaparecidas también se volvía una muestra de la celeridad que podían tomar las autoridades para, al menos, iniciar labores de búsqueda.
Estos cuatro casos que menciono, de desaparición y feminicidio no tienen solo como común denominador las fallas de las autoridades, la revictimización y el olvido sino que hay otro que, aunque en muchos casos inicia y prevalece con buenas intenciones, le duele a las familias y a quienes fueron cercanos y a los que nos dedicamos al periodismo: el uso de las víctimas por parte de los medios.
La resaca de la represión y los feminicidios
Criticar a los medios puede sonar escabroso en medio de una crisis de precarización y un ambiente tan tenso como lo es ahora en México donde la violencia acecha a tantas y tantos colegas y es por ello que este texto no se dirige a ninguno en particular sino a los medios tradicionales conformados por la radio, televisión e impresos pero también por los digitales que mantienen su apuesta por el diarismo y las mismas consignas de hace tantos años.
Tanto en la filtración de la necropsia de Debanhi, el papel estelar de Marlon Botas en televisión, el olvido a las madres y familias en su marcha y el uso de las más de 100 mil personas desaparecidas como una cifra para golpetear y no para condolernos y dimensionar tienen el mismo sesgo de uso de los medios: el clic fácil, el clic de odio que solo genera polarización, el posicionarse en tendencias con información exclusiva, los propios intereses de un sistema deshumanizante y un modelo de negocios rancio.
Las opiniones fluyeron y el debate va a seguir, porque lamentablemente este modelo está en muchos medios, todos los días, a todas horas con filtraciones cotidianas para nutrir la nota roja, con una lectura rapaz a Google Analytics que dará la jerarquización a la información, así como la urgencia y la velocidad por publicar, a veces sin verificar o cuestionar el impacto que tendrá, por encima de las víctimas.
Colegas periodistas han aportado brillantes opiniones como que las filtraciones no se publican y sí se investigan; o que las víctimas no sólo deben ser consultadas al momento de entrevistarlas sino en procesos delicados como la filtración de documentos o uso de información personal; así como también que la crítica entre nosotros debe ser sin ofendernos porque pues ¿a dónde iremos a parar?
Esta reflexión la escribo sin tener una respuesta o solución clara ante estas problemáticas diarias y dolorosas, tampoco estoy segura si más leyes o medidas punitivistas son la solución porque a veces acaban afectando más y coartando la libertad de expresión de quienes exigieron estas acciones, pero si de algo estoy segura es que no hay que quitar el dedo del renglón, abonar a la discusión, pensar un periodismo distinto y nunca más olvidar a las víctimas de un país que es una fosa que nos duele y sangra a diario.