No sé qué es más preocupante: el nacimiento de un nuevo conflicto bélico o que algunas personas se emocionen por vivir “su primera guerra mundial”. Sinceramente, los dos panoramas resultan escalofriantes de sólo imaginarlos. Pero algo es cierto: actualmente la sociedad es más tolerante al dolor y sufrimiento ajeno, ése que aprueba lo inimaginable, que acepta lo inaceptable
¿Por qué nos atrae la desgracia ajena? ¿Qué clase de excitación nos produce el ver sangre y muerte por todos lados? Las imágenes de violencia, muerte y sufrimiento se hacen invisibles a pesar de su notoria presencia.
Con base en el contexto nacional, es importante decir que vivir en medio de la sangre probablemente haya cambiado nuestra percepción de la violencia. Estar inmerso en una sociedad en la cual las imágenes violentas se reproducen una y otra vez, ha dado la habilidad de no crear empatía por el semejante.
No importa la muerte, sino cómo murió, cuánto sufrió, cómo quedó, eso parece ser lo interesante, lo “entretenido”. El individuo es reducido a una cosa, aun mero ente de entretenimiento. Morir se ha convertido en un espectáculo más que se desea contemplar en pindifrimera fila.
Los medios masivos de comunicación juegan un papel importante ya que son ellos los que promueven, reaccionan y reafirman la información que será puesta en los millones de ojos de aquellos que los consulten. Es vital el cuidado y tratamiento que se la da a los textos e imágenes que informen sobre hechos violentos, recordar que es necesario proporcionar información objetiva.
La antropóloga Florence Rosemberg Seifer menciona que “exponerse cotidianamente a imágenes violentas desencadena en el largo plazo una violencia más intensa a la vista. Crecer con la idea de que el mundo es violento conlleva a aprender que sólo a través de la violencia se pueden resolver los conflictos y problemas”. Es decir, cada acto violento al que nos exponemos, de cualquier índole, queda almacenado en nuestra memoria, lo tendremos presente cada día de nuestra vida.
Ahora bien, decir que ser violento es parte de la naturaleza humana es tan aventurado como asegurar que se nace con un libro bajo el brazo y la habilidad de leer. Todo comportamiento agresivo es aprendido. Así como aprendes a amar, aprendes a odiar, a matar. Por instinto, el hombre no disfruta ver sufrir a otra persona pero sí posee la capacidad de horrorizarse o de divertirse ante cualquier hecho de violencia.
La peor barbarie que vivimos no sólo está en nuestras calles o colonias, ni depende de un sicario o de un capo de droga, la peor barbarie que ahora nos acecha es la de normalizar la violencia, la de la indiferencia. Cerrar los ojos ante lo evidente y abrirlos para darle paso a la desgracia. Como bien dice Rosemberg, “la gente tiene la enorme capacidad de absorber lo espantoso, terrible e impresionante y, aun así, continuar con su vida”.