Daniel CallejasPasó el #8M y alguien en Palacio Nacional celebró que las vallas metálicas “impidieron dañar” el inmueble histórico. Que la manifestación y marchas de las mujeres tienen dos años y que son parte de la oposición, del lado conservador y que quieren dañar la administración actual.
No sé ustedes, pero esto debe ofender muchísimo a las Muertas de Juárez, a las 10 mujeres que matan al día, a las que viven bajo violencia doméstica y a quienes denuncian pero la justicia tarda y ya no funciona post mortem.
De acuerdo con el Índice estatal de Desempeño de Procuradurías y Fiscalías de la organización Impunidad Cero, la tardanza en las denuncias desalienta a hacerlas y las mujeres se resignan a vivir bajo violencia y el miedo.
A nivel nacional, se calcula que denunciar un delito toma alrededor de dos horas con 21 minutos; pero en estados como Tlaxcala se tardan hasta cuatro horas, seguido de Oaxaca, donde el tiempo disminuye a tres horas y media. Los que se salvan son Durango y Zacatecas, que tardan aproximadamente una hora y media en el proceso.
Hablando de estados, los gobiernos de las entidades sólo han atendido, en su totalidad, tres alertas por violencia de género, es decir sólo 4.6 por ciento de las solicitadas; mientras que, poco más de 70 por ciento se incumple o están parcialmente cumplidas.
No queda ahí, porque para que se haga justicia debe haber una visión de género que es casi nula, con menos participación de mujeres en el Poder Judicial. Pero bueno, si desde el Ejecutivo todo lo catalogan como provocaciones y tienen mayor interés en piedras, cal y arena, pues estamos jodidos. Más cuando tenemos al presidente “más feminista de la historia”, que le tiene miedo a una manifestación de mujeres.
Escuchar a las mujeres (I)
López Obrador no las escuchó el #8M. Las juzgó porque actuaron “con violencia” ante unas tristes vallas que se lavan y reparan, contrario a la violencia de género bajo la que viven millones de mujeres en México, a quienes no les devuelven la tranquilidad, seguridad y mucho menos la vida.
Ni siquiera se ha de acordar de Lesby Berlin, Ivone Matu, Fátima, Doña Fili, Marisela Escobedo, Ingrid Escamilla, Violeta Parra, Irenea Buendia, Norma Covarrubias, Samara Arroyo, Miroslava Breach y un sin fin de víctimas de feminicidio. Nosotros recordémoslas con la brillante iniciativa de poner su nombre en las calles. No, nos las devuelven, pero hacemos que nadie las olvide.
Este #8M todas las mujeres de México gritaban sin cansancio: “nos hace falta justicia”. El Estado les sembró miedo, a ellas les crecieron alas para pasar cualquier muro. Un muro de la indiferencia que se convirtió en monumento de todas las mexicanas agredidas en toda su vida, no desde hace tres años.
Acomodando un poco a placer de López Obrador, que todo le ve tintes electoreros, las mujeres van a marcar diferencia el 6 de junio, luego de tanta indiferencia de su parte. Si no las quiso escuchar en el Zócalo, las va a tener que oír el día de la elección.
Aún queda por hacer: Que se le faciliten más créditos a ellas; que se abran más espacios a niveles directivos para las mujeres en medios, empresas y organizaciones; que se reduzca la brecha y que se cobije a todos por igual.
Este año —o los que sean necesarios— son para aprender que si las mujeres salen a las calles a manifestarse, es por una acumulación de frustración por la realidad que enfrentan, el miedo, la inseguridad, la incertidumbre, la muerte cercana todos los días.
Sus demandas y ellas deben ser escuchadas, además que cualquier ejercicio en el ámbito político debe estar libre de violencia de género, siempre.
