Hace unos días en una concurrida taquería de la moderna #CdMx alcancé a escuchar una frase que me hizo reflexionar sobre cómo nos movemos los millennials: “Si yo puedo vivir mi vida sin carro, entonces todos pueden vivir sin éste”. Un pensamiento “binario” o “absolutista” predominante en estos tiempos.
Parecería que se criminaliza el uso del carro como transporte en distancias largas. El joven siguió argumentando su falta de libertad en la capital: no puede circular en un carril de la Avenida Insurgentes sin que un coche se le acerque en demasía.
Es verdad que gran parte de los automovilistas maneja eufórico y con prisa, pero es parte de conocer los ritmos de los ciudadanos que se transportan en los múltiples servicios públicos y privados.
Si tú como ciclista, (de Ecobici o propia) no sabes cómo conducir en la ciudad, es mejor prever dichas condiciones. De tal manera que sugeriría –sin entender al automóvil como prioridad– una circulación en sus respectivas ciclovías y, en caso de avenidas con Metrobús, utilizar ese carril confinado con todas las precauciones.
Empiezo a sentir sus reclamos. Ante esto, les debo argumentar que para tener una ciudad como Londres o Praga, donde conviven todos los transportes sin accidentes, debemos actuar y ser tan educados como dichos europeos. No nos demostramos –me incluyo como automovilista– respeto al conducir. Nos olvidamos que al bajar del transporte somos peatones.
Y tanto se contradice que hay grupos de gente (incluido el joven hípster citado) que viven y trabajan en un radio de aproximadamente 8 kilómetros –fue a una taquería de La Condesa y vive en la Del Valle, de acuerdo con su charla–, lo cual es cómodamente suficiente como para prescindir del auto, según ellos. Y por eso caminan, usan bicicleta o motonetas eléctricas. Pero eso no funciona para los que venimos a trabajar a la ciudad desde los municipios del Estado de México.
En fin, sus ideas me dejaron confuso. Y luego pensé: ¿Por qué no tenemos puentes peatonales en el primer cuadro de la ciudad? Seguimos creyendo que nos parecemos a los europeos…
Primera lección de economía: los recursos, debido a la madre naturaleza, son escasos; y, primer dicho del populismo: todos, por decisión del ser humano, tienen derecho a recursos ilimitados.