En el año de 2017 el Maestro Rosarino Fito Páez entregó su vigésimo cuarto álbum de estudio titulado la Ciudad Liberada, en él está incluida una canción que entre una ríspida agudeza y un dulce amargo pesimismo señala en su segunda frase “Perdieron todas las apuestas los cantores de protesta, al final el reguetón mueve el mundo”.
Este pasado domingo 30 de septiembre de 2018, casi al final de la presentación de su primer disco, la vocalista de la banda La Conjura –Myrna Ar- frente a un auditorio altamente conmovido en el Centro Cultural La Pirámide refuta con valentía esta frase, platicándonos las sinuosidades de hacer y tener una banda de Rock en 2018, no sin antes por supuesto haber entregado un concierto sólido, de un rock oscuro y profundo.
Un rock de esos que escasean, de los que te dejan pensando y sintiendo. Si, las letras de la conjura están llenas de una combatiente melancolía y una arriesgada, muy arriesgada inteligencia… y es que hacer música “de contenido” en Latinoamérica en el siglo XXI pareciera un salto destinado nuevamente a la marginalidad, considerando la lamentable omnipresencia a diestra y siniestra del Reguetón.
El Reguetón… ese ritmo monótono, simplista y con letras que suelen hablar de una sexualidad de oropel y otras baratijas relacionadas con mundos de aspiraciones ficticias. Es cierto, gran parte de los latinoamericanos tenemos problemas de sobrepeso u obesidad – quizás es por eso que a algún Dios le pareció buena idea sobresaturar el universo musical con ritmos que a muchos ponen a bailar y moverse a la primer provocación– pero la atrofia cognitiva que provoca dicha corriente musical resulta muy costosa para la población.
Si, el gobierno macabro del reguetón arroja a la pobreza mental y espiritual a gran parte de la población. Si, leyó usted bien, hágase un favor y – si acaso lo acostumbra- deje de escuchar reguetón por el amor de Dios.
No estoy seguro de que caminar por los Jardines de La Conjura sea para todos, sumergirse en las profundidades de su sed del tiempo requiere cierto grado de tristeza devenida de la irremediable condición inteligente de aquellos que no pueden negar las atrocidades del mundo y sus vicisitudes, como es el caso de Myrna –quien no solo canta sino también escribe las letras de las canciones para la conjura- que con su voz azulada, leña de aire de frondosos árboles nos comparte no solo fragmentos de su ser interior sino que no deja de poner sobre la mesa acontecimientos sociales que resultan lamentables como es el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, mismo que muchos en el vértigo de estos tiempos olvidamos con facilidad o dejamos de lado frente al maremágnum de la hiperinformación de estos tiempos.
Un ave rojinegra posa sobre unas manos, las ganas de saciar la sed, sonoras letras que extrañan un pasado que no necesariamente fue mejor pero que se añora, solidos solos de guitarra a cargo de un Padre-Amante que acompaña a su nena aun de abrazos con un hijo-disco lleno de pequeñas grandes realizaciones…
Un camino sinuoso donde solo los resistentes llegan al final…
El rock es para los perseverantes …
En medio de la sed del tiempo…
En medio de la lúgubre era del reguetón esta la lucida música de La Conjura, un grupo que hace una música nutritiva rica en vitaminas y minerales.
Por favor olvide todo lo anterior y escuche a la conjura por usted mismo, al final, estos son solo los relatos de un podrido en medio de los laberintos del desquicio citadino.