Destino

15 noviembre, 2018

La naturalidad de mi ser

me incita a echar una vista al pasado,

unos dicen que es para que éste no se repita,

yo lo hago más para entender lo que está pasando ahora.

 

La mirada retrospectiva

suele convertir obvios las vicisitudes presentes.

Entonces, así, sólo así,

las sorpresas de la vida ya no parecen tales.

 

Sin embargo, en la letanía histórica de la vida cotidiana,

en inusuales ocasiones

aquellas extrañezas de lo lineal

no tienen antecedente alguno.

 

Como tú.

 

Doy vueltas y vueltas a lo sucedido,

a lo inmediato y a lo no tanto.

No encuentro nuestra unión anticipada.  

 

¿Quién sabría

que ese par de ojos satinados

serían el café de mis desvelos?

 

¿Quién auguraría

que unas diminutas y suaves manos

redibujarían mi rostro cada día?

 

¿Quién imaginaba

que aquellos labios de fuerte llovizna y sonar suave

se dedicarían a alimentar mi alma con sus besos

y embotellar mi mente con el licor de sus palabras?  

 

¿Quién vaticinaría

que el aroma de tu cuerpo

fuera el incitador principal de las pasiones furtivas

de nuestro amar diario?

 

¿Quién pregonaría

que el existencia de tu ser,

en presencia y ausencia,

llenara con colores los huecos en blanco de mi soledad?

 

El bagaje que llevo a cuestas

me susurra dos vertientes de lo que acontece:

 

La efervescencia de un evento lo es en sí

por la falta de relevancia en el protagonista;

o el poder de algo inexplicable

que marca en alguna pauta intergaláctica

lo que debe de pasar sin entendimiento mínimo,

pero transcendental e inextinguible.

 

Destino lo llamo yo.

Rota

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