Mientras Dios salve a los Estados Unidos de América con el acuerdo comercial firmado junto a México y Canadá, hecho a imagen y semejanza del outsider de la política, Donald Trump, ¿México quedará relegado a ser mano de obra barata? Ahora la transición está en manos de Joe Biden.
Con 34 capítulos, 4 anexos, 14 cartas adicionales y dos años de negociaciones, el T-MEC llegó a la agenda política económica antes que arribara a la presidencia el demócrata Joseph Robinette Biden. Aun así, expertos coinciden en que el T-MEC no es tan lejano a lo que los demócratas piensan a sabiendas de que un tratado de libre comercio nunca es un tratado de libre comercio.
En su participación en la mesa “¿Qué significan para México los resultados de las elecciones presidenciales estadounidenses?” dentro de “la edición 18 de la México Cumbre de Negocios”, Kimberly Breier -exsubsecretaria de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental en el gobierno de Donald Trump- destacó la importancia del T-MEC en vías de reestablecer las relaciones bilaterales con México.
Piensa que, en enero próximo, Biden estrechará sus lazos con el gobierno mexicano en una conversación de alto nivel.
“Hablarán sobre la continuidad de lo que hizo Trump, no sabemos qué pasará en Washington en los siguientes días y las dudas están en lo que pasará con China, pero es una oportunidad de mejorar la colaboración en Norteamérica en cadena de suministro”, se explayó.
De todos modos, como apuntó José Luis de la Cruz Gallegos -director general del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC)- : “México no debe esperar a que lleguen las presiones por parte de Washington. Debe adelantarse”.
La carnada de la modernización
Aunque el TLCAN -que entró en vigor el 1 de enero de 1994- resultaba obsoleto en el contexto tecnológico imperante, avezados en la materia sostienen que “ningún nuevo tratado entre las tres partes podría aspirar a tener un efecto comparable porque los beneficios de una iniciativa de este tipo en gran medida ya se han materializado”.
Después de 25 años de vigencia, el motivo de la renegociación de sus términos no fue acaparar la revolución digital.
México y Canadá mordieron el anzuelo renovado de negociación alineado con la política proteccionista de Donald Trump, cuya intención focalizaba en atraer inversiones hacia Estados Unidos para expandir la producción, reducir importaciones y recuperar empleos perdidos debido a la reubicación de parte de sus industrias en el exterior -principalmente en el país azteca- que buscan mitigar costos con mano de obra más barata.
¿Cómo se desempeñó el sector financiero durante las negociaciones?
El magnate republicano pretendía eliminar el acuerdo en caso de que fracasara dicha negociación.
“Cada vez que Trump publicaba un tweet amenazando con que se iba del tratado, en México bajaba la bolsa y se caía el peso. Todas estas fuerzas que no rinden cuentas a nadie tienen un control absoluto sobre la economía en el neoliberalismo”, explicó Laura Carlsen, Directora del Programa de las Américas.
Ya desde el año 2016, Trump -en el rol de candidato republicano presidencial- se había propuesto modificarlo alegando que “el TLCAN era el peor tratado comercial de la historia”. Una vez instalado en el Despacho Oval, prosiguió.
Afianzado en una relación de negociación asimétrica, sentó a la mesa a Enrique Peña Nieto -por entonces presidente de México- y a Justin Trudeau -primer ministro de Canadá-; quienes tras duras negociaciones llegaron a un primer acuerdo en la cumbre del G20 que se organizó por primera vez en Sudamérica – Buenos Aires, Argentina- a fines de 2018.
Tras el arribo al poder del tabasqueño Andrés Manuel López Obrador se definió un nuevo protocolo del T-MEC en diciembre de 2019. El veredicto final de Trump: “el T-MEC es el acuerdo comercial más grande, más justo y más balanceado que jamás se haya negociado” y el de López Obrador: “es un acuerdo muy importante en el terreno económico y comercial”.
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— The White House (@WhiteHouse) July 8, 2020
Políticas de competencia
En cuanto a quiénes ganan o pierden con el T-MEC, si bien el período para incorporar los cambios va de 2 a 6 años, el nuevo acuerdo -aunque presenta una mejoría en calidad y consistencia que ayudaría a crear mayor certidumbre para los tres socios- va casi en sentido opuesto a su antecesor -sin promover cambios significativos en cuanto a una mayor liberalización de los mercados y obstaculizando el intercambio en áreas de especial interés para México-.
Según prevé la Comisión de Comercio Internacional de EUA (USITC), “el acuerdo impulsaría el comercio de Estados Unidos con México y Canadá en un 5%, lo que resultaría en un aumento adicional del PIB estadounidense en 0.35% en su sexto año, y un incremento adicional del PIB mexicano de 0.2% en el año 2026”.
Por su parte, el FMI no se muestra optimista.
En un estudio publicado el 26 de marzo del 2019 –“NAFTA a USMCA: ¿Qué se gana?”– la organización financiera internacional evalúa cinco disposiciones clave del nuevo acuerdo, incluyendo las reglas de origen más estrictas para el sector automotriz y de autopartes (una mayor proporción de los insumos automotrices -que la estipulada por el TLCAN-deberán provenir de la región de América del Norte).
Un mayor valor laboral incorporado en los vehículos (entre el 40 y el 45% del valor del trabajo agregado a cada vehículo tiene que provenir de salarios de al menos 16 dólares la hora); el incremento en el contenido regional para el sector textil y de indumentaria (el mayor número de insumos -como hilos de coser- deben ser de la propia región).
Mayor liberalización del comercio agrícola (más aplicable al comercio entre Canadá y Estados Unidos que a México); y algunas otras medidas de facilitación del comercio (una sola inspección en frontera, formularios electrónicos de aduanas simplificados, entre otros).
En esta última línea, el acuerdo también eleva el monto mínimo de comercio (minoritario) sobre el cual cada país cobra un arancel -facilitando el comercio digital regional de envíos pequeños– que estaría libre de gravámenes pero no de controversias.
Los resultados de la investigación arrojan que dichas disposiciones -conjuntamente- afectarían negativamente el comercio en los sectores automotriz, textil y de vestuario.
A la vez, generarían ganancias agregadas marginales -impulsadas por la profundización del acceso de intercambio de bienes- en términos de bienestar económico y de eficiencia -de efecto irrelevante en el PIB regional-.
Siguiendo la línea de las consecuencias económicas del nuevo régimen comercial, otro estudio estima una pérdida marginal del PIB real para los tres actores comerciales -siendo México el más afectado-. Pese a ello, los países intervinientes están en un escenario levemente mejor que de haberse eliminado el TLCAN sin sustituirlo.
Políticas industriales
Mientras las cadenas de producción se acomodan a las nuevas reglas de origen, para México la normativa de negociación más relevante es la que acapara a la industria automotriz.
En el período 2019 –del total de exportaciones mexicanas- el 82% fueron hacia el mercado estadounidense y la tercera parte de ellas correspondió al sector automotriz.
En cuanto a exigencias, el TLCAN contemplaba que el contenido regional de los vehículos fuera de 62.5%. Con el T-MEC dicha cifra se eleva al 75%, sin perder de vista el requisito salarial agregado -ya mencionado- hecho a la medida de Trump para evitar el dumping laboral.
Sobre el origen de los materiales, las armadoras deberán demostrar que el 70% del acero y el aluminio de sus compras proviene de la región.
En lo que respecta a adaptación y sostenibilidad, estas exigencias plantean un reacomodo de la industria que puede llegar a ser costoso, con el atenuante de que a la larga puede incrementar el valor añadido a los vehículos de producción mexicana.
Pero resulta casi insignificante hablar del origen de materiales y adentrarse en las ansias de tal efecto positivo inmediato -en particular para México- dado el brutal contexto mundial.
Según el registro administrativo de la industria automotriz de vehículos ligeros dado a conocer por el INEGI, las exportaciones sufrieron una drástica caída del 95% en el mes de mayo de este año en relación al mismo mes del 2019. Ante la pandemia y sus efectos, los hábitos de consumo están cambiando notablemente.
El foco principal está puesto en el modo supervivencia en el que se encuentra inmersa la industria en general. Aún así, desconocemos si en materia de movilidad el uso del automóvil se reducirá permanentemente – aunque en dos o tres años las economías logren recuperarse- y dada la exigencia del aumento de salarios, si se inducirá la aceleración de la automatización y robotización del sector.
¿Libre de extorsiones?
El renovado T-MEC tiene como punto sobresaliente y paradójico el mecanismo de solución de controversias -estipulado en el capítulo 31 del Tratado- centrado en la formación de paneles de expertos para la resolución de las disputas que surjan en aspectos comerciales, laborales, medioambientales y de inversiones -en este último caso, para disputas entre México y Estados Unidos, desestimando a Canadá-.
¿Por qué es tan importante su utilidad? Resulta un instrumento de mediación muy valioso cuando la Organización Mundial del Comercio (OMC) pierde campo de acción y se debilita como vía alternativa de solución de disputas.
Con el antiguo TLCAN no se contaba con esa forma de arbitraje ya que los países podían bloquear la formación de dichos paneles; a partir de las nuevas disposiciones no les será posible, alentándose un contexto de mayor certidumbre para las partes involucradas. Aun así, los tratados tienen reglas no escritas y el T-MEC no es la excepción.
En palabras de Carlsen: “Tampoco limita extorsiones posibilitando que se hagan negociaciones al margen que suelen expresar intereses de sectores económicos dominantes. Esto ya pasó con los productores de azúcar en Florida, un estado con importancia electoral clave para Trump. México produce más barato el azúcar sin embargo sólo se le permite exportarla en crudo para no dañar a las refinerías de Florida”.
En cuanto al pacto laboral, con la entrada en vigencia del T-MEC se espera mayor solidez haciendo posible que la legislación del trabajo sea más efectiva, valiéndose de un sistema específico de solución de controversias laborales que posibilita la creación de paneles de votación rápida. Una de cal, una de arena.
El tratado no aborda la situación migratoria íntimamente ligada a la fuerza laboral. “Fue a propósito para criminalizarla y dejarla sin derechos”, manifestó la analista Carlsen.
¿Cómo competir a nivel mundial y producir de manera más eficiente sin integrar este eje transversal?
La precariedad a la vista de todos. Hasta el 31 de marzo del 2020, sólo en la Ciudad Juárez, se recibieron 20 mil 649 solicitudes de asilo. Ante la espera de resolución, los migrantes quedaron varados del lado mexicano aguardando llegar a Estados Unidos.
En materia ambiental, México deberá seguir con el viejo modelo de regirse por tribunales supranacionales -como el CIADI del Banco Mundial- en el sector energético y las actividades derivadas, construcción y transporte.
En cuanto a justicia medioambiental, actualmente el país azteca afronta demandas millonarias por parte de dos empresas mineras estadounidenses.
A su vez, las compañías de electricidad buscan amparo ya que el gobierno mexicano viola el tratado al pretender limitar la generación privada de fuentes de energía renovables.
Siguiendo en la línea de la jurisprudencia, esta vez en materia de propiedad intelectual, el tratado establece que los derechos de autor se extienden de 50 a 70 años.
Los desafíos del nuevo gobierno mexicano en política exterior
Respecto a los productos digitales, se prohíben aranceles u otras cargas impositivas sobre música, juegos, ebooks y videos, entre otros.
También se dispuso que las plataformas digitales -como Facebook- no serán responsables por las publicaciones de sus usuarios.
En cuanto a género y derechos de los pueblos originarios, Canadá había propuesto un capítulo sobre dichas temáticas, quedando ambas reducidas a vagas declaraciones de principios.
Con la incertidumbre del devenir económico a cuestas -frente al reinado del proteccionismo internacional y de la guerra comercial entre Estados Unidos y China-, lo más probable es que el T-MEC profundice las desigualdades sociales que dejó el TLCAN.
En su plan económico, Joe Biden propone implementar una política de sustentabilidad con una inversión de dos billones de dólares para eliminar la contaminación por la red energética; respecto a la política comercial, afianzar el comercio interno para reforzar el sector de manufactura y tecnología con un enfoque menor a los acuerdos internacionales.
“El objetivo de Biden no es privilegiar los acuerdos multilaterales, sino buscar estrategias que beneficien al empleo en Estados Unidos, probablemente se observará una aplicación del T-MEC muy estricta bajo ciertas medidas y si se percibe que se deben hacer ajustes, podría plantear otras negociaciones”, evidenció José Luis de la Cruz Gallegos -director del IDIC-.
Aunque México está excluido de la Sección 232 -que determina si las importaciones a la Unión Americana amenazan la seguridad del país-, se estima que Biden presione al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador en materia de migración, seguridad y narcotráfico.
Mientras que se espera que el país azteca pueda ocupar una posición ventajosa y cosechar los frutos de la eventual recuperación económica tras la pandemia del COVID -19 -teniendo un acceso seguro al mercado norteamericano al menos por 5 años- lo cierto es que siempre hay un sector muy amplio de la población que sale perdiendo porque estos acuerdos se sustentan en una falla de base, no son lo que promueven.
El mercado se adjetiva libre, pero enmascara una puja de intereses.