Durante los primeros días de gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador y su equipo han dedicado la mayor parte de su trabajo a tratar de definir cuáles serán las acciones que guiarán su gestión. De momento la agenda política de la nueva administración esta plenamente enfocada al interior del país, hecho que al parecer deja en un segundo plano a la agenda de política exterior. Pese a lo anterior, se deberá dar la debida importancia a esta última considerando que en el panorama internacional hay asuntos de gran relevancia.
Des de las campañas presidenciales en los ya lejanos meses de marzo y abril, el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador comentó en más de una ocasión que la mejor política exterior era la interior, sosteniendo que la justicia y estabilidad interna tendientes a buscar la paz y tranquilidad permitirían cambiar la imagen externa del país, regresando así al lugar de prestigio que le corresponde dentro del concierto internacional.
Aunque lo expresado en aquellas ocasiones es una consideración aceptable, también es necesario formular directrices de política exterior que le permitan movilidad y acción dentro de un ambiente cargado de temas considerados contenciosos y sobre los cuales tarde o temprano el nuevo gobierno mexicano tendrá que pronunciarse.
La migración centroamericana
Los flujos migratorios provenientes de la región centroamericana terminaron de visibilizarse con las caravanas migrantes que entre los meses de octubre y noviembre de este año salieron provenientes de Honduras, Guatemala y El Salvador.
No era la primera y posiblemente no será la última movilización de migrantes que se desplazan por territorio mexicano; sin embargo, la gran cantidad de personas que la integraban y la atención que le prestaron tanto medios de comunicación, sociedad mexicana y gobierno estadounidense provocó que un tema presente desde hace tiempo de pronto se le tratara como un tema novedoso, objetivo de atención y preocupación.
La falta de previsión y el mal manejo que el gobierno mexicano del entonces presidente Enrique Peña Nieto dio a la caravana, estimuló las tensiones políticas con el gobierno estadounidense de Donald Trump. La construcción del muro fronterizo y la exaltación política de los partidarios a su gobierno dentro del contexto de elecciones intermedias en el vecino país del norte demostraron que los acontecimientos internacionales pueden ser vinculados a las agendas de política interna y exterior, repercutiendo directamente a favor o en contra de cualquier gobierno.
La atención al tema de la migración parece estar contemplado dentro de la agenda de política exterior del gobierno de López Obrador, así lo demuestra el Plan de Desarrollo Integral que plantea una colaboración estrecha entre Guatemala, Honduras y El Salvador, además de los Estados Unidos, Canadá y el propio México.
El plan propone que los tres países de América del Norte realicen inversiones conjuntas cercanas a los 30 mil millones de dólares destinados a la generación de empleo y bienestar.
Esta propuesta seria entonces el primer gran reto en materia de política exterior que afrontaría la nueva administración mexicana, que deberá tener muy en cuenta que los intereses estadounidenses en la región de Centroamérica pasan por cuestiones de seguridad, no por temas de empleo, mientras que del lado canadiense debe considerarse que su participación estaría condicionada a la voluntad (y necesidad política interna) que se le presente al Primer ministro Justin Trudeau, a razón de su comportamiento durante la firma del nuevo Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) hecha en Buenos Aires, en el marco del Grupo de los 20.
Dentro del Plan de Desarrollo Integral, además de Guatemala, Honduras y El Salvador, debería reflexionar sobre la posibilidad de incluir a Belice y Nicaragua considerando que en este último el clima de inestabilidad socio – político estuvo sumamente agitado, siendo entonces pertinente para México y su gobierno elaborar una política exterior que le permita hacer frente a lo anteriormente comentado y expresar una postura sobre el caso nicaragüense.
Venezuela y su gobierno
La invitación hecha al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, a la investidura presidencial de López Obrador despertó airadas críticas y objeciones de una buena parte de políticos mexicanos quienes consideran al presidente venezolano un dictador. La protesta a nivel político tuvo réplica a nivel social y para el día primero de diciembre la presencia del presidente sudamericano tuvo que sera cotada y vertiginosa.
Con la invitación al presidente Maduro, el gobierno de López Obrador pretende tomar una posición distinta a la ejercida por el de su antecesor, mientras que el gobierno venezolano ve en este gesto una válvula de escape a la presión internacional de la que es objetivo, adicionalmente, con la visita a México, el gobierno de Venezuela también rompe el cerco diplomático que la mantenía aislada de la región. Sin embargo, también será necesario que el gobierno de López Obrador fije una postura (y la sostenga) con respecto a Venezuela, pues para el próximo mes de enero, Nicolás Maduro y su gobierno serán foco de atención cuando se renueve el mandato presidencial.
Méxicoentonces deberá decantarse por el Grupo de Lima (al que pertenece. Formado en agosto de 2017 para buscar una salida negociada a la crisis política, social y económica en Venezuela) o bien apoyar al gobierno venezolano y generar posibles molestias con los miembros del grupo.
Esta última decisión será crucial dentro de los planteamientos de política exterior de México y su análisis deberá tenerla prioridad justa dentro del grupo encargado de conducir la actividad internacional del país. El reciente acercamiento militar ruso – venezolano y la consecuente reacción estadounidense terminan de mostrar la importancia de la política exterior para el caso mexicano.
El Brasil de Bolsonaro
El primer día de 2019, Jair Bolsonaro asumirá como presidente de Brasil. Sus polémicas declaraciones y posturas políticas son a menudo equiparadas con las del presidente estadounidense Donald Trump.
Aunque la comparación podría guardar sus reservas, el futuro gobierno brasileño tendrá una connotación de gobierno de derecha mientras que el gobierno mexicano frecuentemente es identificado con la izquierda. Dicho lo anterior, encontrar un punto de entendimiento entre México y Brasil será uno de los principales retos entre ambos países.
Se debe considerar también la posible presión que el gobierno de Bolsonaro ejerza sobre Venezuela y el eco que estos reclamos pudieran encontrar en el gobierno estadounidense y sobre los cuales México tendrá que definirse. Por lo expresado anteriormente, es que el gobierno López Obradorista además de fijar una agenda de política interna debe dar el debido espacio e importancia a la política exterior. Es razonable lo dicho por el propio López Obrador, no hay mejor política exterior que la interior, pero en el contexto internacional en el que se desarrollará su gobierno es una obligación contar con un planteamiento que le permita actuar e incluso anticiparse a los sucesos.
López Obrador, su grupo de asesores y el propio responsable de la cancillería, Marcelo Ebrard, deberán encontrar entonces el equilibrio entre la política interna y la política externa. Podrán ser idealistas al considerar que México será amigo de todos los países del mundo, pero también tendrán que ser realistas, pragmáticos, racionales y analíticos al momento de determinar las acciones internacionales del país al que ahora conducen.