Hace unos días me dispuse a relajar la monotonía cotidiana en la Pulquería Insurgentes. Con amigos de mi anterior empleo acudimos pasadas las once de la noche y platicamos desde lo que me he perdido de aquel diario y llegamos al tema del machismo y las relaciones abiertas, cuando fuimos interrumpidos por una coincidencia.
Un -también- periodista me confundió a la distancia con un artista que presentó un taller de cartografía en la pulquería y se acercó a corroborar que no se trataba de él, sino de mí. Rompiendo el hielo se acomodó en una silla y abordó de inmediato a las amigas que me acompañaban y después tocó mi turno.
Nos dimos cuenta que entre periodistas nos entendemos de polémica, debate y opiniones. Se unió a la charla y nos invitó unos tragos para acompañar la coyuntura. Ocho o nueve pulques –entre todos, no vayan a creer otra situación–, varias cervezas y muchas historias hicieron joven la noche.
De nombre Carlos Martínez Rentería, es también director general de la revista Generación, columnista en el diario La Jornada y se dijo un especialista del acontecer diario. Insistimos en abordar, por cierto, la falta de cultura y su fallido intento al inculcarla en la educación nacional.
Pero no solo hablamos de lo político y nacional. La tertulia abordó la sensualidad de los lunares y la fantasía de las mujeres por conocer cómo se siente asistir a un table dance. Una emoción grandísima al platicar de qué nos apasiona. Al paso de los pulques (¿o de las horas?) nos hicimos buenos compañeros y Carlos nos recomendó su columna Salón Palacio, en La Jornada.
Aquellos escritos, nos cuenta, nacieron en el periódico Milenio en el año 2000. Una coincidencia de quienes estábamos; mis amigos aún trabajan ahí y yo aprendí mucho de esa casa editorial. De repente hablamos de nuestros conocidos y nos dimos cuenta que en el periodismo nos unen las letras, los pulques, las cervezas y la coyuntura.
Salimos al amanecer sabiendo que nuestras conexiones van más allá de las tertulias: en el periodismo somos colegas, mas no enemigos (o no tanto, pues).