En los últimos meses, el metro, los camiones y sobre todo la gente ha sido parte de mi rutina diaria. Hace dos semanas llovió y recuerdo que me quedé en una de las paradas que están frente al Auditorio Nacional. No sé qué escuchaba, quizá Radiohead o algo así, porque en días lluviosos me da el cliché melancólico; mientras veía pasar a gran cantidad de personas a toda prisa, conduciendo frente a uno tráfico interminable o recargadas en la ventana del camión, de pronto recordé aquel poema de Efraín Huerta titulado “Declaración de amor” y con él los lugares, las alegrías, las tristezas de todos y cada uno de los que habitamos esta enorme ciudad.
“Ciudad que llevas dentro
mi corazón, mi pena,
la desgracia verdosa
de los hombres del alba,
mil voces descompuestas
por el frío y el hambre.
Ciudad que lloras, mía,
maternal, dolorosa,
bella como camelia
y triste como lágrima,
mírame con tus ojos
de tezontle y granito,
caminar por tus calles
como sombra o neblina”
«Declaración de Amor» de Efraín Huerta