Invasión Rusa: notas sobre el conflicto en Ucrania

8 abril, 2022

El pasado 15 de diciembre comenté en este mismo espacio los motivos por los cuales creía que una invasión de Ucrania a manos de Rusia era poco probable. A la luz de los acontecimientos recientes y a más de un mes de ocurrida la intervención, considero necesario ampliar dicha colaboración para ofrecer una posible explicación de lo ocurrido.

En ese sentido no interesa replicar ni comentar aquí las “explicaciones” exageradas, cuando no pueriles, que sintetizan todo a la maldad intrínseca de Rusia y sus dirigentes, o peor aún, a una confrontación de valores y principios entre democracias y autocracias.

Esas interpretaciones lejos quedan de aclarar la situación y no hacen más que propalar paparruchas que solamente son útiles para quienes están más interesados en condenar y calificar que en entender realmente la situación.

También resulta necesario aclarar desde el principio, y para que no haya lugar a confusión, que los puntos que a continuación expondré no pretenden justificar los hechos, sino identificar las causas que intensificaron un conflicto activo desde el año 2014. 

No tengo otra intención más que ofrecer una explicación distinta que espero, contribuya a generar una respuesta más completa, sensata y menos estridente del tema en cuestión.

Preludio

Para entender cómo es que el conflicto llegó a este punto es necesario recordar lo acontecido entre noviembre de 2021 y febrero de 2022. Durante esos meses, Serguéi Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, mantuvo varias conversaciones con su homólogo estadounidense Antony Blinken. Vladímir Putin conversó en más de una ocasión con Emmanuel Macron, con el canciller Olaf Scholz y con el propio Joseph Biden.

En todas estas reuniones el gobierno ruso abogó por el cumplimiento de los acuerdos de Minsk II como parte de la solución al conflicto del Donbás; además de la no incorporación de Ucrania a la OTAN, a quién Moscú solicitó garantías de seguridad mediante una propuesta de acuerdo enviado a Bruselas y Washington (el 17 de diciembre de 2021) con la intención de alcanzar así un acuerdo tripartito.

Antes de enviar una respuesta, el gobierno estadounidense anunciaba el envío de nueve toneladas de armamento a Ucrania  y, de acuerdo con las mismas fuentes gubernamentales, sería el primero de varios más que en total sumarían 200 millones de dólares en asistencia. Adicionalmente, Antony Blinken mencionó que de ser necesario se destinarían aún más recursos a Kiev como muestra del “compromiso” estadounidense con Ucrania.

Posteriormente, a inicios de febrero, la OTAN y los Estados Unidos harían pública su negativa a aceptar la propuesta enviada por Rusia en diciembre. En su respuesta filtrada por la prensa, rechazaban ofrecer garantías de seguridad a Rusia respecto a la ampliación de la OTAN y refrendaban su intención de mantener una política de “puertas abiertas” para que Ucrania o cualquier otro país se incorporara a la Alianza.

En contrasentido tanto la OTAN como Washington ofrecían a Rusia entablar diálogo para iniciar un proceso de desarme verificable a través de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y el Consejo OTAN-Rusia, todo bajo la condición adicional de que Moscú comprobara y mantuviera la retirada de sus efectivos militares a lo largo de la frontera con Ucrania. 

En respuesta, Moscú pidió comprensión sobre sus preocupaciones relacionadas con su seguridad y llamó a la OTAN a considerar que la seguridad en Europa debería incluir a Rusia misma, al tiempo que insistía en hacer cumplir los acuerdos de Minsk II.

Días más tarde, en el marco de la Conferencia de Seguridad de Múnich, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski solicitaba una reunión en el Consejo de Seguridad de la ONU y con su par ruso. En tono de urgencia también pidió a Europa endurecer las medidas restrictivas contra Rusia, mientras pedía un calendario con fechas precisas para concluir la incorporación de su país a la OTAN.

Las peticiones de Zelenski recibieron ovación mientras que Kamala Harris, vicepresidente de los Estados Unidos, y Úrsula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, anunciaban tener listos nuevos paquetes de sanciones contra Rusia.

Todo lo anteriormente comentado viene a colación por dos motivos: primero porque evidencia la falta de entendimiento y voluntad política de Occidente para resolver de manera negociada el conflicto y  seguida porque demuestra que Moscú agotó todos los medios diplomáticos posibles.

Bajo esa lógica, el proceder de Rusia en Ucrania parece más un último y drástico recurso tras varios intentos infructuosos de diálogo. Esta es una consideración que analistas más objetivos tienen sobre el caso, por paradójico que parezca.

En ese mismo orden de ideas podemos recurrir a las teorías y análisis elaborados hace tiempo por reconocidos especialistas como Halford Mackinder, George Kennan, John Mearsheimer, Stephen Cohen o el mismo Henry Kissinger, quienes advertían que mantener una presión política y militar en torno a Rusia acarrearía graves consecuencias en Europa y el mundo.

Es en este punto que vale la pena preguntarse ¿por qué si se conocían las consecuencias, no se modificó la política respecto a Rusia? Sin duda Occidente tiene su parte de responsabilidad en el actual conflicto.

Los objetivos

Con el anuncio de la “operación militar especial” de Rusia en Ucrania, mucho se comentó sobre los principales objetivos: la “desmilitarización y desnazificación” del país. El primer punto es un poco más fácil de entender.

Desde 2014 Estados Unidos ha aprobado ayuda económica y militar para Ucrania de manera regular. Tan solo a principios de marzo de este año, el Congreso estadounidense aprobó un paquete de ayuda a Kiev por valor de 13 mil 600 millones de dólares para costear el envío de tropas, armas, municiones, equipo y capacitación de personal. En adhesión, varios países europeos han implementado medidas similares.

Aunque no hay cifra exacta del total recibido en asistencia, distintos especialistas europeos adelantaban que los recursos enviados no prevendrían una invasión ni ayudarían en lo absoluto a Ucrania, pues llevarían al país a un entorno de creciente militarización.

El desarrollo de los hechos muestra que Rusia ha buscado destruir, inutilizar o controlar los depósitos, bases militares y otras instalaciones consideradas importantes; mientras que los combates en las ciudades buscan ampliar el control sobre el terreno, hecho que repercute directamente sobre la población civil.

Por otro lado, la desnazificación se refiere a la presencia de grupos radicales en el país que retoman simbología, ideas y discursos de inspiración nazi, mismos que desde 2014, tras el Euromaidán, han cobrado gran influencia.

La presencia de estos mismos grupos en la esfera política ucraniana ha logrado reivindicar la imagen de Stepán Bandera, colaborador ucraniano de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial que masacró por igual a ucranianos y polacos. Estos mismos grupos impulsaron la implementación de leyes que imponen el ucraniano frente a otros idiomas que se hablan en el país, como el ruso, búlgaro, rumano e incluso el tártaro; además de reprimir por la fuerza a quienes se les oponen. (Así fue como comenzó la guerra en el Donbás).

El partido Svoboda (vinculado a Bandera), Pravy Sektor y el Batallón Azov son las organizaciones más conocidas. De hecho, Pravy Sektor es responsable de la masacre de la Casa de los Sindicatos ocurrida en la ciudad de Odesa en mayo de 2014, donde 48 personas acusadas de ser prorrusas fueron quemadas vivas.

Por su importancia política y alto número de simpatizantes el Batallón Azov fue incorporado como una rama paralela dentro de la Guardia Nacional Ucraniana pese a ser señalado de torturar y crucificar a varias personas. A esta misma organización, el gobierno y ejército ucraniano le proporcionaron armas y equipo para bombardear el Donbás desde el año 2014.

Más preocupante aún es que líderes de Pravy Sektor y del Batallón Azov han sido condecorados por el propio presidente Zelenski, mientras que, en la Asamblea General de la ONU, tanto Ucrania como Estados Unidos votaron en contra de prohibir la glorificación del nazismo. Si bien es cierto que estos grupos no han logrado obtener puestos a nivel parlamentario o político, tal parece que no necesitarían ser electos si se considera el respaldo gubernamental que actualmente ya tienen.

Es después de comentar lo anterior que se puede reflexionar si la desnazificación no es más que un pretexto ruso para intervenir en Ucrania, considerando que fueron esas mismas ideas las que llevaron a toda Europa a una guerra.

Distención

Queda más que claro que la invasión rusa provoca muertes, desplazados, destrucción, atropellos a los Derechos Humanos, y amenaza con sumir a toda Europa en una crisis económica y militar muy grave donde podrían verse involucradas las principales potencias nucleares. Por ello, detener los enfrentamientos tendría que ser la prioridad máxima.

No obstante, resulta increíble pensar que la actual política implementada se mantenga, aun cuando ya se ha demostrado que las sanciones políticas, económicas y financieras poco han logrado, e incluso, son contraproducentes para Occidente mismo.

Resulta llamativo también que se piense que las tropas rusas se retirarán de Ucrania sin que el gobierno ruso obtenga a cambio las garantías que tanto ha buscado. Hasta este momento las negociaciones poco han logrado y mientras más tarde en alcanzarse un acuerdo, más difícil será revertir la situación en Ucrania. Además de la reconstrucción material, tendrán que hacerse grandes esfuerzos para recuperar el tejido social, político y económico de aquel país.

Es cierto que la presencia de Rusia en Ucrania otorga argumentos a Europa y a Estados Unidos para actuar en consecuencia. Su actuar es injusto y ventajoso (como el de cualquier otra potencia) pero también fue alimentado por sus contrapartes desde el instante en el que la excluyeron e ignoraron al diseñar la política internacional contemporánea.

Parte de la solución al actual conflicto pasa por negar la incorporación de Ucrania y cualquier otro país colindante con Rusia a la OTAN; alcanzar acuerdos de seguridad común entre Europa, Rusia y los Estados Unidos; permitir lazos económicos y comerciales entre Ucrania, Europa y Rusia por igual y finalmente, impulsar un entorno político en Ucrania que reconozca y respete la multiculturalidad del país.

Lastimosamente puede que el conflicto no haya entrado ya en su crisis final, volviéndolo aún más delicado. Ahora más que nunca es necesario exigir una solución diplomática del conflicto por todo lo que este conlleva.

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