Dos tercios de los periodistas mexicanos admiten que se censuran. En Navidad despertamos con una publicación de The New York Times que exterioriza una verdad incómoda.
El presupuesto para publicidad nos deja ver el control que el gobierno asume para decidir qué le conviene que se sepa en los medios. Es decir, lo que se tiene que ver en los periódicos, portales de noticias y agencias informativas. Ya desde la administración de López Portillo decía a los colegas “no te pago para que ataques, halágame porque soy el presidente”.
Pero cuando un periodista habla de temáticas “sucias” para el respetable poder Ejecutivo, nadie lo protege. Escribir de casas blancas, desvíos de recursos para campañas políticas, violencia intrafamiliar y un gran etcétera no sale de las libretas. Y cuando se sigue de cerca al narco los malos son los reporteros por “meterse donde hay peligro”, como dijo un funcionario público.
Castigar o recompensar a los medios, desgraciadamente, se volvió un negocio para los directivos. Escondido este argumento en “la línea editorial”, se trabaja en ocasiones bajo un escepticismo e incertidumbre. Más allá de la publicidad que le genera ingresos a este sector, se garantiza una cobertura con las notas, incluso, hasta coincidenciales.
De por sí con los ingresos de publicidad no gubernamental se limita una buena remuneración para los periodistas, ahora con la propaganda comercial también se hace negocio redituable para los directivos, mas no para quienes escriben las notas. Aunque la mayoría de ellos se dice “agradecido” con los regalos que proveen las marcas, pero la esencia del periodismo se diluye.
Con ello, la autocensura en asuntos delicados vive bajo la condición no solo de los caprichos del Ejecutivo, sino también de trabajar bajo amenaza por llevar dichos temas. Para ejemplo el récord de asesinatos de periodistas este año, a los que el gobierno solo muestra compasión, pero no los defiende al ciento por ciento si hablaron mal de ellos.
Sí, hay temas “que no se pueden cubrir porque la línea editorial no lo permite”. Entonces las empresas de medios se vuelven cómplices para subsistir sin grandes cantidades de presupuesto. El periodismo se vuelve un negocio de marcas para cubrir las necesidades editoriales, mas no profesionales.
De ahí que quizá los periódicos mueran pronto. Y no por una preferencia de medios digitales, sino por falta de ingresos que no sean gubernamentales.
La libre expresión en México se condiciona por los ingresos y no gracias a los materiales periodísticos que revelan la realidad del país. Esperemos que, así como se censura en los medios, sean protegidos por un Estado ausente para ver por el periodismo.
Parece que estamos más cerca del asesinato del periodismo que de la defensa de la verdad. Ojalá que el gobierno ya no nos calle más.
Deseos y anhelos
Para el próximo año las elecciones presidenciales representan un gran reto para el periodismo mexicano. Esperemos no se maticen de un cierto color los medios en el proceso y al final tiren la toalla si su partidismo es derrotado. Mientras, el artículo del NYT ya tuvo reacciones hostiles de algunos diarios citados; defienden así la dichosa publicidad gubernamental.
Sin más apuntes para este año, les deseo lo mejor para 2018 y les agradezco infinitamente por leernos en Froji. Nos vemos el próximo 9 de enero.