Primera parte

Dos de la tarde. La hora de la salida se aproxima. La calle se encuentra atiborrada de vendedores de dulces; un tatuador de henna que promete el mejor diseño tribal; aquel chico, con ramo de flores en mano, que promete que harás feliz a la novia con una rosa negra o morada que él, por supuesto, vende.

Todo se mueve deprisa, nadie se detiene a pensar quién es el siguiente. En un país con más de 29 mil desaparecidos el miedo debería estar a flor de piel. Pero no, no en este nación en la que se vive con la absurda idea del prójimo: «a mí no me pasa, al otro sí, segurito porque andaba en malos pasos». Inocente el mexicano que burla y se ríe de la muerte cada noviembre pero que olvida que tiene a ésta, todos los días, parada frente a su puerta.

La víctima ha sido elegida. Cabellera negro azabache, largas piernas y esbelta figura. Ojos curiosos y enormes que no alcanzan a ver el peligro que la acecha. Camina con delicadeza y sensualidad, características que atraen a su agresor.

Él la mira con ojos lujuriosos, que arden porque sabe que ella será suya en unas horas. Me la quiero coger, piensa mientras su mano se dirige a su miembro y hace que la mente juegue, pervierta y sacie sus bajos instintos sin poseer el cuerpo deseado.

Espera mientras se aleja de la multitud. La paciencia es su más grande virtud. Es la quinta chica de su lista en un mes. Todas con las mismas características. Bonitas, de preparatoria, con grandes aspiraciones y sueños que se verán truncados. Deben tener características latinas, ser morenas, porque “las güeras nomás no, ya pasaron de moda y los clientes las prefieren fogosas, calientes, chingonas pa’ coger, pues”.

 Por eso uno prueba la mercancía antes de entregarla, no vaya a ser que esté chafa y luego uno es el regañado. A menos que sea por encargo y deba ser la muchacha virgen, ésas no se tocan, aunque cuando las veo más morritas se me antojan un chingo, ya wey, párale que si no ahorita mismo agarro a una y me la chingo, total, quién lo va a notar…

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Periodista con gusto por la antropología. Escribo hasta que las palabras se me agoten. Amante de la fotografía, los viajes y las letras. Busco contar historias que vayan más allá de un "érase una vez". He colaborado en sitios como Notimex, A21, Contacto en Medios y el GACM.

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