Ciudad desolada, gente de nadie

23 agosto, 2017

El miedo camina lento por la penumbra. La incertidumbre se apodera de la debilidad del cuerpo. ¡Mente, deja de pensar! Sirenas a lo lejos, terrenales como el cielo. Suenan y suenan en el pueblo imperecedero que sangra, que grita, que muere cada noche y resurge en las mañanas de las cenizas de la esperanza.

Lugar de nadie, reconoce su nombre, su historia y su pueblo, contempla que es mejor estar muerto que vivo. Cada tiniebla es una oportunidad de espichar. No pasa, no es tu turno. Siéntate a esperar. Hace meses que ha perdido la tranquilidad. El mandamás de México ha declarado la guerra en contra de su «peor enemigo»: ¡El narcotráfico!

Mi vida es negocio, con ella trafican, ganan dinero, da placer y regocijo. Me pierdo hoy, me encuentran nunca. Destino fatal aquí y en el cerro de Ehécatl. De sur a norte, de Ciudad Juárez al Estado de México. La única certeza es que desapareceré. Mares de horas, pérdidas cada segundo, sepulcros del olvido. Uno, dos, tres, diez, veintidós, cuarenta y tres, todos desconocidos entre sí pero con algo en común: la última morada.

¡Óbito, óbito!, grita Posadas.

Conticinio. Llueven balas del cielo. Brinco de la cama. Algo pasa. La rendija de la ventana es mi visor. ¡Sirenas, sirenas, silencio! Rojo, azul, rojo, azul, rojo, azul, Tintinean. Toma nota: complexión robusta, tez morena, 1.76 cm, cara ovalada y con tiro de gracia, dos más en el abdomen, mensaje clavado en el pecho: «Sigues tú la Julia».

Levantan el cuerpo. La cruz verde se va. Lleva en su fría unidad al líder del cártel que atemorizó a la tierra de en medio mexiquense. Pero la supremacía del terror no termina, nace y se alaba el camino del nuevo talento que surge, que está listo para ocupar el trono y que encabezará al cártel golpeado. Amaestrado con sangre, apatía y rudeza. Bajó de los cielos para controlar el infierno.

¡Albricias! Ha llegado el Salvador. La catrina y el paraíso juntos en un mismo ser. Él llegó para mantener el poder; la fe se renueva, las fuerzas vuelven y las ganas de matar se regeneran. Murió el líder, sí, pero no su legado. La muerte trajo consigo felicidad. ¡Albricias! gritan todos los verdugos.

Ciudad desolada, pueblo perdido, gente de nadie, eso y más, estragos de una lucha sin fin. La peor manera de morir es en vida. Si mueres no sufres, no observas, no callas. Morir es esperanza. Signos vitales, deseos banales.

Aquí sólo el Gallo canta

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Periodista con gusto por la antropología. Escribo hasta que las palabras se me agoten. Amante de la fotografía, los viajes y las letras. Busco contar historias que vayan más allá de un "érase una vez". He colaborado en sitios como Notimex, A21, Contacto en Medios y el GACM.

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