CIUDAD DE MÉXICO, 04MARZO2019.- Claudia Ruiz Massieu Salinas, líder del PRI, durante el 90 Aniversario del Partido Revolucionario Institucional. FOTO: MOISÉS PABLO /CUARTOSCURO.COM

Apuntes de un Centinela: Ya déjenlo, ya está muerto: es el PRI

5 marzo, 2019

Murió la dictadura del partido más longevo por no saberla jubilar. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) no sacó pensión para mantener a salvo la derecha e intentar convertirse en la oposición que México necesita hoy.

El PRInosaurio cumple 90 años y no terminará con muerte natural. Al PRI lo mató la corrupción, la falta de liderazgos, el clientelismo con el que abordó programas sociales, las peleas internas y, en los últimos días, la aberración al expresidente Peña Nieto.

Enrique, quien en 2012 volvió a posicionar al PRI como conductor y transformador de México, hoy está entre ser echado del tricolor o cumplir con los estatutos del partido y convertirse en consejero.

En los pasillos del tricolor suena la idea de dar un nuevo nombre al partido como borrón y cuenta nueva; podrán llamarse distinto, mas no cambiarán sus viejas entrañas podridas. Y aunque algunos de sus discípulos hoy están en la Cuarta Transformación, es difícil volver a ver a Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Bartlett, Camacho Solís, Ruiz Massieu, o una eminencia como Salinas de Gortari dándole peso al revolucionario.

Todos los expresidentes bajo la bandera tricolor tuvieron sus errores y sus aciertos. Pensaron que eran inamovibles, intocables, invisibles cuando de desviar dinero se trataba. Se sentían maestros con una escuela que graduó con honores –no necesariamente buenos– a los Duarte, los Yarrington, los Moreira, los Borge… y un muy largo etcétera.

La escuela de corrupción llamada PRI no pudo limpiar su imagen ni con José Antonio Meade como candidato presidencial en 2018. Su peor derrota les abrió los ojos con solo 9 millones 289 mil 120 sufragios, el 16.40 por ciento de la elección. Ni hablar del Congreso pintado de Morena donde hasta el PES tiene más escaños que el tricolor.

Los últimos seis años del Revolucionario Institucional serán recordados por la Casa Blanca en las Lomas, los 43 estudiantes normalistas supuestamente asesinados por el Estado, la falta de pruebas para tomar en serio la corrupción del caso Odebrecht y el financiamiento de la campaña de Peña Nieto… incluso por haber dejado escapar a Joaquín “El Chapo” Guzmán, recapturarlo y dejarlo en bandeja de plata al presidente estadounidense Donald Trump.

Y así podríamos seguir hablando y decir que hay muy buenos análisis del tricolor a 90 años de su nacimiento –como el de La Silla Rota–, pero creo que ha llegado el momento caricaturesco de decir, “ya dejen al PRI, ya está muerto”, porque lamentablemente no tiene remedio.

Por ahora, al partido le queda destruirse desde dentro para suceder la dirigencia de Claudia Ruiz Massieu. Los nombres son conocidos y van desde el exrector de la UNAM, José Narro, hasta Ivonne Ortega, exgobernadora de Yucatán que promete nuevos rumbos al partido.

Pero antes de decidir quién los va a dirigir, deberían preguntarse si sirve de algo que el PRI “reviva”. ¿Llegará el día en que despertemos y el dinosaurio ya se haya extinguido?

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