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No predecir lo impredecible

8 junio, 2020

A finales de diciembre de 2019 difícilmente se vislumbraba una situación como la que se presenta esta 2020. El último mes de aquel año parecía traer consigo una gran variedad de temas que se esperaba continuaran en el siguiente periodo.

Se podrá recordar -y añadir otros temas- la tensión regional entre los Estados Unidos e Irán consecuencia del ataque y captura de buques petroleros saudíes e iraníes, el derribo de un dron estadounidense hecho por Irán, y las consecuentes acusaciones a Teherán de continuar con el enriquecimiento de uranio.

A lo anterior debe sumársele la relación de conflicto comercial y tecnológico entre China y Estados Unidos; la arquetípica relación de tensión y distención de este país con Rusia, en esta ocasión encrespada por la suspensión del Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF), además de la participación de ambos países en la guerra en Siria; el acercamiento entre Washington y Pionyang; o la posibilidad de destitución del presidente estadounidense Donald Trump.

Todos estos eran los temas que acaparaban en ese momento la atención y hacían evidente la necesidad de formular escenarios o situaciones futuras que dieran certeza al plano inmediato.

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La situación general parecía complicarse más cuando a principios de enero de 2020, un bombardeo estadounidense hecho en la ciudad de Bagdad terminara con la vida del general iraní Qasem Soleimani.

El acontecimiento fue considerado por una buena cantidad de personas como el evento detonador de lo que apresuradamente denominaron una tercera guerra mundial, aun cuando no se tenían ni las bases ni el análisis suficiente que sustentara el aventurado diagnóstico, que no pocos parecieron -o quisieron- confirmar, cuando un avión civil ucraniano fue derribado por fuerzas militares iraníes.

Al tiempo que se hacían las consideraciones o alcances del supuesto escenario de conflicto global, sin detenerse siquiera a hacer la mínima reflexión de lo que serían sus consecuencias, y se comenzaba a plantear quien debía hacer que en él, los mismos esfuerzos por adelantar escenarios se replicaban en torno a cuáles serían las consecuencias políticas y electorales del proceso de juicio político en contra de Donald Trump, que se consideraba daría por terminada su presidencia.

La cantidad de análisis y comentarios hechos para ambos temas tuvo validez hasta que se anunció que el Senado estadounidense absolvía al presidente Trump y el covid-19 fuera considerado por la Organización Mundial de la Salud una emergencia de preocupación mundial.

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Si bien, se esperaba que el juicio contra Trump no prosperara -mucha gente esperaba lo contrario- la situación con el coronavirus o cualquier otra enfermedad poco figuraba dentro de las preocupaciones y análisis hechos hasta ese momento.

Al igual que en los casos anteriores, la demanda de respuesta ante la nueva situación de pandemia propició la aparición de nuevos intentos -que no necesariamente estaban errados- por explicar el hecho.

La rapidez con la que el coronavirus se posicionó como un tema de relevancia hizo que se proyectaran escenarios políticos, sociales, económicos, comerciales, industriales, mercantiles, culturales, etcétera, pero sin dejar madurar el tema en cuestión, con pocas certezas ante un escenario inesperado e incierto; aventurándose en muchas ocasiones a medir la gravedad de un acontecimiento que se está desarrollando y que sabemos aún no termina.

Las recomendaciones y advertencias que surgieron fueron tan amplias y variadas como su origen mismo, siendo nuevamente válidas hasta que la misma dinámica transformaba nuevamente la situación, y se presentaba la necesidad de una nueva respuesta. Un círculo interminable.

No se acababan de dar respuestas al tema de la salud cuando comenzaron a formularse otras. Esta vez en relación con la supuesta muerte del líder norcoreano Kim Jong-un, en torno a quien debía o no sustituirle o las consecuencias dentro y fuera del país, en un ejercicio por demás aventurado sino es que ocioso. En este caso la explicación de su ausencia debía haberse entendido -y explicado- en el hecho de que su condición física y delicado historial de salud lo colocan dentro del rango de personas con mayor susceptibilidad de caer enfermo por covid-19 y verse en una situación más delicada.

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No obstante, se buscó dar prioridad y mayor difusión a otras explicaciones y posibles futuros por más inverosímiles que fueran.

Ya en el mes que transcurre (junio) parece modificarse nuevamente el panorama con las bien comentadas protestas sociales que se presentan en Estados Unidos y en otras partes del mundo, consecuencia del proceder desmedido de la policía de aquel país al momento de detener a un ciudadano afroestadounidense.

El descontento social si bien era contemplado dentro de los escenarios posteriores al covid-19, se esperaba que surgieran como consecuencia de la complicada situación económica y laboral y no tras un indebido proceder policial.

Surgen además los problemas políticos en distintas partes del mundo y que también necesitan explicarse como, por ejemplo, Siria, Libia, los problemas recientes entre la India y Pakistán o el tema de Hong Kong, solo por mencionar algunos.

El propósito de hacer el repaso de todos los acontecimientos anteriores no es restar importancia o denominar como acertados o no los trabajos que los abordan -sería también un ejercicio pretensioso y poco productivo- sino hacer ver la necesidad de permitir que las situaciones y acontecimientos que nos rodean maduren, para que podamos verlos con mayor tranquilidad y cordura dentro de la gran vorágine de ideas y emociones en las que se presentan, con la finalidad de obtener y formular las respuestas necesarias y descartar aquellas que atraigan mayor confusión.

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Puede ser que el dinamismo propio de la época demande respuestas igualmente dinámicas, no obstante, es necesario tener en mente que estas deben ser lo más acertadas o próximas que se puedan. Esas respuestas tendrían que estar razonadas y fundamentadas.

Es necesario abordar estos temas -y muchos otros- con la mayor seriedad y rigor posible para evitar que su discusión y análisis se tornen ambiguos o terminen por considerarse intrascendentes perdiéndose dentro de la gran cantidad de dinámicas contemporáneas, y por consiguiente quedando sin una respuesta, que tarde o temprano necesitará darse.

Es posible que estemos viviendo y presenciando un cambio radical que modifique por completo la forma de organizarnos y entender el mundo, por tanto, es necesario comprender los sucesos actuales -y pasados- entendiendo que su puesta en marcha tendrá diversas repercusiones que podrán adelantarse hasta cierto punto una vez que se hayan comprendido a cabalidad. Muchos de ellos son una cadena de sucesos que pueden rastrearse para encontrar su origen. No son espontáneos.

En caso contrario se continuará con proyecciones y escenarios tan amplios y poco concretos que se modificarán de manera constante e interminable y nos harán reiniciar una y otra vez los esfuerzos por comprenderlos, generando entonces más incertidumbres que respuestas.

Bien vale la pena que demos a los acontecimientos actuales su justa valía y tiempo, para que así se les permita desarrollarse, ser comprendidos de mejor manera y consecuentemente elaborar una respuesta más concreta e incluso esbozar un posible escenario próximo.

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Es necesario moderar el entusiasmo y las emociones. Apelemos a la calma, la cordura y a la razón para elaborar respuestas y escenarios futuros a situaciones inciertas o ya conocidas.

A finales de diciembre de 2019 difícilmente se vislumbraba una situación como la que se presenta esta 2020. El último mes de aquel año parecía traer consigo una gran variedad de temas que se esperaba continuaran en el siguiente periodo.

Se podrá recordar -y añadir otros temas- la tensión regional entre los Estados Unidos e Irán consecuencia del ataque y captura de buques petroleros saudíes e iraníes, el derribo de un dron estadounidense hecho por Irán, y las consecuentes acusaciones a Teherán de continuar con el enriquecimiento de uranio.

A lo anterior debe sumársele la relación de conflicto comercial y tecnológico entre China y Estados Unidos; la arquetípica relación de tensión y distención de este país con Rusia, en esta ocasión encrespada por la suspensión del Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF), además de la participación de ambos países en la guerra en Siria; el acercamiento entre Washington y Pionyang; o la posibilidad de destitución del presidente estadounidense Donald Trump.

Todos estos eran los temas que acaparaban en ese momento la atención y hacían evidente la necesidad de formular escenarios o situaciones futuras que dieran certeza al plano inmediato.

Covid-19 en México: ¿Preparados para lo peor?

La situación general parecía complicarse más cuando a principios de enero de 2020, un bombardeo estadounidense hecho en la ciudad de Bagdad terminara con la vida del general iraní Qasem Soleimani.

El acontecimiento fue considerado por una buena cantidad de personas como el evento detonador de lo que apresuradamente denominaron una tercera guerra mundial, aun cuando no se tenían ni las bases ni el análisis suficiente que sustentara el aventurado diagnóstico, que no pocos parecieron -o quisieron- confirmar, cuando un avión civil ucraniano fue derribado por fuerzas militares iraníes.

Al tiempo que se hacían las consideraciones o alcances del supuesto escenario de conflicto global, sin detenerse siquiera a hacer la mínima reflexión de lo que serían sus consecuencias, y se comenzaba a plantear quien debía hacer que en él, los mismos esfuerzos por adelantar escenarios se replicaban en torno a cuáles serían las consecuencias políticas y electorales del proceso de juicio político en contra de Donald Trump, que se consideraba daría por terminada su presidencia.

La cantidad de análisis y comentarios hechos para ambos temas tuvo validez hasta que se anunció que el Senado estadounidense absolvía al presidente Trump y el covid-19 fuera considerado por la Organización Mundial de la Salud una emergencia de preocupación mundial.

Si bien, se esperaba que el juicio contra Trump no prosperara -mucha gente esperaba lo contrario- la situación con el coronavirus o cualquier otra enfermedad poco figuraba dentro de las preocupaciones y análisis hechos hasta ese momento.

Salinas Pliego, el empresario intocable de la 4T

Al igual que en los casos anteriores, la demanda de respuesta ante la nueva situación de pandemia propició la aparición de nuevos intentos -que no necesariamente estaban errados- por explicar el hecho.

La rapidez con la que el coronavirus se posicionó como un tema de relevancia hizo que se proyectaran escenarios políticos, sociales, económicos, comerciales, industriales, mercantiles, culturales, etcétera, pero sin dejar madurar el tema en cuestión, con pocas certezas ante un escenario inesperado e incierto; aventurándose en muchas ocasiones a medir la gravedad de un acontecimiento que se está desarrollando y que sabemos aún no termina.

Las recomendaciones y advertencias que surgieron fueron tan amplias y variadas como su origen mismo, siendo nuevamente válidas hasta que la misma dinámica transformaba nuevamente la situación, y se presentaba la necesidad de una nueva respuesta. Un círculo interminable.

No se acababan de dar respuestas al tema de la salud cuando comenzaron a formularse otras. Esta vez en relación con la supuesta muerte del líder norcoreano Kim Jong-un, en torno a quien debía o no sustituirle o las consecuencias dentro y fuera del país, en un ejercicio por demás aventurado sino es que ocioso. En este caso la explicación de su ausencia debía haberse entendido -y explicado- en el hecho de que su condición física y delicado historial de salud lo colocan dentro del rango de personas con mayor susceptibilidad de caer enfermo por covid-19 y verse en una situación más delicada.

No obstante, se buscó dar prioridad y mayor difusión a otras explicaciones y posibles futuros por más inverosímiles que fueran.

Vulnerables, médicos y enfermeras ante covid-19

Ya en el mes que transcurre (junio) parece modificarse nuevamente el panorama con las bien comentadas protestas sociales que se presentan en Estados Unidos y en otras partes del mundo, consecuencia del proceder desmedido de la policía de aquel país al momento de detener a un ciudadano afroestadounidense.

El descontento social si bien era contemplado dentro de los escenarios posteriores al covid-19, se esperaba que surgieran como consecuencia de la complicada situación económica y laboral y no tras un indebido proceder policial.

Surgen además los problemas políticos en distintas partes del mundo y que también necesitan explicarse como, por ejemplo, Siria, Libia, los problemas recientes entre la India y Pakistán o el tema de Hong Kong, solo por mencionar algunos.

El propósito de hacer el repaso de todos los acontecimientos anteriores no es restar importancia o denominar como acertados o no los trabajos que los abordan -sería también un ejercicio pretensioso y poco productivo- sino hacer ver la necesidad de permitir que las situaciones y acontecimientos que nos rodean maduren, para que podamos verlos con mayor tranquilidad y cordura dentro de la gran vorágine de ideas y emociones en las que se presentan, con la finalidad de obtener y formular las respuestas necesarias y descartar aquellas que atraigan mayor confusión.

Puede ser que el dinamismo propio de la época demande respuestas igualmente dinámicas, no obstante, es necesario tener en mente que estas deben ser lo más acertadas o próximas que se puedan. Esas respuestas tendrían que estar razonadas y fundamentadas.

Empresarios y trabajadores a la deriva ante covid-19

Es necesario abordar estos temas -y muchos otros- con la mayor seriedad y rigor posible para evitar que su discusión y análisis se tornen ambiguos o terminen por considerarse intrascendentes perdiéndose dentro de la gran cantidad de dinámicas contemporáneas, y por consiguiente quedando sin una respuesta, que tarde o temprano necesitará darse.

Es posible que estemos viviendo y presenciando un cambio radical que modifique por completo la forma de organizarnos y entender el mundo, por tanto, es necesario comprender los sucesos actuales -y pasados- entendiendo que su puesta en marcha tendrá diversas repercusiones que podrán adelantarse hasta cierto punto una vez que se hayan comprendido a cabalidad. Muchos de ellos son una cadena de sucesos que pueden rastrearse para encontrar su origen. No son espontáneos.

En caso contrario se continuará con proyecciones y escenarios tan amplios y poco concretos que se modificarán de manera constante e interminable y nos harán reiniciar una y otra vez los esfuerzos por comprenderlos, generando entonces más incertidumbres que respuestas.

Bien vale la pena que demos a los acontecimientos actuales su justa valía y tiempo, para que así se les permita desarrollarse, ser comprendidos de mejor manera y consecuentemente elaborar una respuesta más concreta e incluso esbozar un posible escenario próximo.

Es necesario moderar el entusiasmo y las emociones. Apelemos a la calma, la cordura y a la razón para elaborar respuestas y escenarios futuros a situaciones inciertas o ya conocidas.

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